Desconcierto
Enfilamos ya la pendiente de agosto y todav¨ªa no tengo claro cu¨¢l es la canci¨®n del verano. No es que falten ofertas decib¨¦licas con pretensiones de aspirar a tan alto privilegio mercantil: es que existen demasiadas producciones discogr¨¢ficas con voluntad descarada de convertirse en el hilo musical dominante. Hasta los h¨¦roes de aquella punkidad indigerible e insobornable se han lanzado esta vez al ruedo de la fortuna con intenci¨®n de colocar en las listas del verano de Orwell sus muy tard¨ªos refritos con sabor a bet¨²n revenido y colza-cola.Los comunic¨®logos severos dicen que es por las Olimpiadas. Tanto empacho muscular y a esas horas intempestivas no puede ser cosa buena para el cuerpo juvenil discotequero, y mucho menos para el esp¨ªritu de esas cenas matrimoniales del est¨ªo -del hast¨ªo-, urgidas de las adulterinas propuestas de Dyango y Bert¨ªn Osborne para echarle un poco de temblor a la monogamia. Todo un a?o de urdir matem¨¢ticamente el sonido hegem¨®nico del verano y luego resulta que los depredadores audiovisuales ¨²nicamente tienen o¨ªdos para la fonometr¨ªa airada de D¨ªaz Miguel cuando Epi titubea, Corbal¨¢n no encesta y Llorente acumula otra personal in¨²til:
Puede ser que los ¨¢ngeles electr¨®nicos de la madrugada tengan algo de culpa en la insubordinaci¨®n musical de las masas. Pero es que tampoco esta temporada existe el libro del verano, el peinado del verano, la pel¨ªcula del verano, la moda del verano, ni siquiera el cotilleo del verano. No se lleva nada concreto porque se lleva todo y a la vez. La coleta after-punk y el tup¨¦ pre-pop, lo h¨²medo y lo seco, la pl¨¢stica povera y el blook lujoso, el cine de selva y el celuloide de me tr¨®poli, lo arrugado y lo planchad¨ªsimo, la cursiler¨ªa y lo catastr¨®fico, lo congelado in vitro y lo derretido, lo post y lo bio, el pasado y el futuro, la memoria y la amnesia. Ahora y no en tiempos de Ortega es cuando ocurre la rebeli¨®n de las masas. La fragmentaci¨®n gozosa y disolvente de la masa, para ser precisos. El acontecimiento metaf¨®rico ya no es una melod¨ªa idiota tarareada al un¨ªsono por la muchedumbre recalentada, sino el desconcierto ensordecedor y ca¨®tico de las 100.000 canciones del verano.
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