Responsabilidad ante el futuro tecnol¨®gico
Para un pa¨ªs como Espa?a, amante de las artes y las letras, m¨ªstico y altanero, el concepto de tecnolog¨ªa resulta demasiado pragm¨¢tico y materialista, se?alan los autores de este trabajo. No existen todav¨ªa entre nosotros, por tanto, ni los medios humanos ni materiales, ni la sensibilidad, para abordar como se debe la necesaria revoluci¨®n tecnol¨®gica, de la que en gran medida depender¨¢ nuestro futuro, y para cuya realizaci¨®n exigen una planificaci¨®n profunda y menos palabras y declaraciones solemnes y vac¨ªas.
La presi¨®n que los avances de las tecnolog¨ªas de la informaci¨®n est¨¢n ejerciendo sobre la sociedad ha reavivado una vez m¨¢s en nuestro pa¨ªs la urgencia -no olvidemos que Espa?a es un pa¨ªs de urgencias- de integrarse en el con junto de pa¨ªses desarrollados, ante el temor de quedarse al margen de la llamada "revoluci¨®n de las nuevas tecnolog¨ªas". El problema consiste en saber c¨®mo se va a producir la deseada integraci¨®n, si de la tradicional forma de espectadores pasivos y consumidores activos, o bien con un esfuerzo general que constituya una aportacion digna al progreso com¨²n.Este dilema no es nuevo. Espa?a ha desaprovechado ya no pocas oportunidades para, incorporarse activamente a la comunidad tecnol¨®gica internacional. Unas veces por intereses poco claros, otras por intereses demasiado claros y, en ocasiones, sencillamente por ignorancia.
Cuando se analiza el ambiente espa?ol es f¨¢cil detectar la carencia de mecanismos que contribuyan, de forma sistem¨¢tica, a analizar el horizonte tecnol¨®gico, con la anticipaci¨®n y profundidad convenientes, para que la industria y los servicios puedan contar con instrumentos de reacci¨®n eficaces que identifiquen las oportunidades m¨¢s prometedoras de dicho horizonte.
Existen, sin embargo, razones m¨¢s profundas que los vac¨ªos organizativos para explicar nuestra falta de tradici¨®n tecnol¨®gica, razones que subyacen en la conciencia, tanto individual como colectiva, de las personas y organismos que protagonizan la vida espa?ola.
Para un pa¨ªs como Espa?a, amante de las artes y de las letras, m¨ªstico y altanero, el concepto de tecnolog¨ªa resulta demasiado pragm¨¢tico y materialista. En consecuencia, no se ha desarrollado la necesaria sensibilidad ni se ha generado el tipo de profesional adecuado, y esto ha hecho que los intentos de puesta en marcha de programas de investigaci¨®n tecnol¨®gica hayan estado, casi siempre, en manos de personas que carec¨ªan de las necesarias referencias para captar su verdadera dimensi¨®n. El resultado ha sido la pr¨¢ctica carencia de planes globales, es decir, asumidos y respaldados con la adecuada prioridad por los poderes p¨²blicos. Esta carencia ha conducido, por instinto de supervivencia en unos casos o por pura lucha vocacional en otros, a la aparici¨®n de esfuerzos sin la necesaria masa cr¨ªtica para incidir en el progreso real del pa¨ªs y para obtener el rendimiento de unas inversiones, por otra parte, insuficientes.
Igualmente la industria espa?ola, a imagen y semejanza, ha respondido, por lo general, con esquemas parecidos. Mientras en otros pa¨ªses se detectaba la importancia de la investigaci¨®n y desarrollo tecnol¨®gicos propios, con lo que ello supone de planificacion a largo plazo e inversiones en proyectos de alto riesgo, en Espa?a se eleg¨ªa, por las razones descritas y por la ¨ªnsegunidad que supone moverse en terreno desconocido, el papel de intermediario.
Es cierto que, en determinados momentos, las carencias por un lado y la falta de competitividad por otro han resultado tan alarmantes quehan provocado la aparici¨®n de t¨ªmidos intentos de soluci¨®n. En esos casos, o bien las soluciones no han sido adecuadas o no han encontrado los cauces propic¨ªos y, en cualquier caso, se han visto impregnadas de nuestra tradicional urgencia hist¨®rica de intentar soluciones a muy corto plazo, que s¨®lo contribuyen a retrasar y agudizar el problema.
En los pa¨ªses avanzados, a pesar de disponer ya de medios eficaces y contrastados, se ha conside rado de tal importancia y envergadura el reciente desafio, que se han puesto en marcha instrumentos cooperativos que coordinen e inte gren esfuerzos. As¨ª, en EE UU se han reforzado por un lado los tradicionales mecanismos motores y planificadores del esfuerzo tecno l¨®gico, y por otro, la industria consciente de la debilidad que en estos momentos de r¨¢pidos y costosos avances conlleva el esfuerzo individual, se ha unido, salvando recelos competidores, en esfuerzos cooperativos. En Jap¨®n son bien conocidos los grandes proyectos, nacionales coordinados y, en gran parte, financiados por el Gobierno con la participaci¨®n activa de empresas y universidades.
Iniciativas europeas
La CEE ha respondido, entre otras iniciativas, con el proyecto ESPRIT para la cooperaci¨®n en investigaci¨®n sobre inform¨¢tica y comunicaciones. Gran Breta?a, por su parte, adem¨¢sde colaborar en el proyecto conitinitario, lanza un programa propio (el Programa ALVEY), financiado por la industria y el Gobierno, para planificar, coordinar e integrar los esfuerzos de su industria y centros de investigaci¨®n. Esfuerzos similares pueden detectarse en Francia, Italia, Alemania, etc¨¦tera.
Cuando se considera este tipo de reacciones resulta, una vez m¨¢s, desalentador comprobar la ausencia de acciones concretas, planteadas y desarrolladas con criterios profesionales, que ayuden a nuestro pa¨ªs a salir de su tradicional insensibilidad y penuria tecnol¨®gica. En este sentido parecen condiciones necesarias, aunque no suficientes:
- Inventariar y evaluar la realidad de la investigaci¨®n tecnol¨®gica en nuestro pa¨ªs.
- Definir iniciativas a largo plazo, adecuadamente planificadas para conseguir . la coordinaci¨®n de esfuerzos y la capacidad de motivaci¨®n imprescindibles en toda comunidad cient¨ªfica.
- Establecer v¨ªnculos institucionales, serios y estables, con los centros m¨¢s avanzados del mundo en aquellos campos que se consideran prioritarios.
- Instrumentar adecuadamente programas cooperativos que permitan la colaboraci¨®n entre empresas y de ¨¦stas con los centros de investigaci¨®n en las etapas precompetitivas de la misma.
Para la puesta en marcha de este tipo de acciones es imprescindible, a su vez, un an¨¢lisis en profundidad de aspectos estes como: la diferencia entre contactos reales y operativos con centros exteriores y el turismo cient¨ªfico o empresarial; los matices diferenciadores entre grupos de investigaci¨®n contrastados y no contrastados; la definici¨®n del tipo de foro y encuentros necesarios para fijar iniciativas viables; la adaptaci¨®n a nuestro pa¨ªs del concepto de programa cooperativo. Sin ello es impensable hablar de coordinaci¨®n y resulta rid¨ªculo pensar en integraciones con los pa¨ªses tecnol¨®gicamente avanzados.
es director del Departamento de Promoci¨®n Tecnol¨®gica de Fundesco, al que pertenecen tambi¨¦n Jos¨¦ Barber¨¢ y Francisco Ros coautores de este art¨ªculo.
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