Breve historia de un amor imposible
Cuando a Albert Camus le concedieron el premio Nobel de Literatura no le cost¨® ning¨²n esfuerzo ¨¦tico, en apariencia al menos, encargar a un sastre un frac a medida y presentarse en los fastos de Estocolmo enfundado en ¨¦l, para recibir el preciado galard¨®n.Jean-Paul Sartre, por el contrario, cuando el mismo jurado le distingui¨® con dicho premio, se neg¨® a participar en tal juego mundano. Para Sartre, Camus se hab¨ªa convertido en "un Sancho Panza del absurdo". Por su parte, para el autor de El hombre rebelde, Jean-Paul Sartre no lleg¨® nunca "a poner el dedo en la llaga de la libertad".
Los dos hombres, cuando ya Sartre era, Simone de Beauvoir, se conocieron durante la ocupaci¨®n nazi. Su amistad, que dur¨® 10 a?os, se quebr¨® brutalmente porque el entonces director de Combat fue, en definitiva, el precursor del silencio de los intelectuales de izquierdas que hoy, 40 a?os despu¨¦s, les reprocha el Gobierno de Mitterrand a los sucesores de Camus y de Sartre.
Idilio intelectual
El idilio Sartre-Camus se confunde con la d¨¦cada que, m¨¢s o menos, sigui¨® al t¨¦rmino. de la segunda guerra mundial. Fue una ¨¦poca en la que Francia, arrasada material y f¨ªsicamente, se aup¨® apoy¨¢ndose tanto en sus reservas naturales como en la dimensi¨®n literaria filos¨®fica de su idiosincrasia, es decir, en los j¨®venes lobos de la inteligencia, al frente de Camus y Sartre brillaban como estrellas, no s¨®lo francesas, sino europeas e incluso, mundiales.
Ambos escritores fueron la salsa moral de un mundo que empezaba de nuevo. La venta de los cinco m¨¢s grandes libros de Camus, s¨®lo en Francia, alcanz¨® cuatro millones y medio de ejemplares. De La peste, una de sus obras cimeras, tambi¨¦n en Francia se vendieron 1.700."000 ejemplares. Tras una ¨¦poca de una cierta opacidad, la d¨¦cada de los a?os 80 vuelve a ser la hora del renacimiento camusiano. Desde hace cuatro a?os, en diversos lugares del continente europeo y en Am¨¦rica, se celebran vuelve una y otra vez sobre la significaci¨®n de Camus.
El autor de La n¨¢usea vivi¨® 75, rechazando honores y predicando el izquierdismo, subido en un bid¨®n de gasolina, en una f¨¢brica de la firma Renault, cuando ya casi ni ve¨ªa ni o¨ªa. En cambio, Camus muri¨® en los alrededores de Par¨ªs, a los 50 a?os, en un tr¨¢gico accidente de autom¨®vil, cuando estaba en plena gloria y era todav¨ªa joven, como un Manolete del pensamiento, en la misma antesala de la revoluci¨®n tecnol¨®gica.
A Sartre, el mundo de hoy, la ha mamado vivo, y a¨²n todos se acuerdan de cuando hace cuatro a?os, el d¨ªa de su entierro, no menos de 100.000 personas escoltaron su cad¨¢ver hasta el cementerio de Montparnasse, uno de los v¨¦rtices de un tri¨¢ngulo m¨¢gico de este barrio de sue?os convertidos en cenizas deleyendas art¨ªsticas y en oro tur¨ªstico; el otro v¨¦rtice es, hoy a¨²n, el aposento de la que fue su compa?era eterna (y enga?ada "m¨¢s que ninguna otra") Simone de Beuvoir, y el tercer v¨¦rtice es la habitaci¨®n del hotel L'Aiglon, donde Bu?uel dorm¨ªa y desde cuya habitaci¨®n, durante horas, "contemplaba el cementerio y lo pasaba fen¨®meno", seg¨²n recuerdo de una de sus hermanas".
Del amor al odio
Estos dos hombres, que: fueron los gemelos m¨¢s amados del ¨²ltimo siglo de la vida de este pa¨ªs, llegaron a odiarse. Ellos mismos comprendieron, all¨¢ por el a?o 1952, que su pol¨¦mica era interminable, y a¨²n hoy perdurar¨ªa su enfrentamiento de haber vivido ambos. Y ellos fueron quienes decidieron poner punto final a su querella escrita. La historia ha hablado ya sobre el conflicto Camus-Sartre y a¨²n hablar¨¢, sin duda.
Para resumirlo todo con una sola frase hay que recordar una afirmaci¨®n tr¨¢gica del autor de El hombre rebelde, que fue el libro que eriz¨® las u?as de Sartre. Camus lleg¨® a escribir: "Si encontrara la verdad en la derecha, yo estar¨ªa en la derecha". Tal vez por que era todav¨ªa joven, Sartre no fue v¨ªctima fulminante de un infarto. La enfermedad tampoco estaba de moda. Como escribiera su otro camarada y amigo de los tiempos j¨®venes, muerto recientemente, Raymond Aron, Sartre no ten¨ªa remedio: "Present¨ªa en ¨¦l una especie de pesimismo metaf¨ªsico. Por ejemplo, ¨¦l dec¨ªa lo siguiente: 'Mi esperma es ¨¢cido, y en consecuencia nunca tendr¨¦ un hijo'. Y as¨ª lo pens¨® siempre. Este pesimismo le inspir¨® La n¨¢usea". Raymond Aron, en cualquier caso, nunca se atrevi¨® a negarle la categor¨ªa de creador excepcional.
El comunismo, que Sartre practicaba a su manera y que llegar¨ªa a oponerlo al propio partido comunista, as¨ª como una cierta interpretaci¨®n del existencialismo, puso fin a la entra?able amistad que existi¨® entre los dos hombres, amistad que se hab¨ªa forjado en los turbulentos d¨ªas de la ocupaci¨®n y que tuvo uno de sus cap¨ªtulos m¨¢s fruct¨ªferos en su colaboraci¨®n mutua en las p¨¢ginas de Combat.
Un cruce de cartas p¨²blicas dej¨® al descubierto a un Camus que, hoy, se adivina como el precursor de lo que puede ser un intelectual seg¨²n lo defini¨® el recientemente fallecido Michel Foucault: "No el que dicta lo que hay que pensar, sino el que piensa lo pensable". A Sartre, definido por sus detractores como un pozo de errores hist¨®ricos, nadie se atreve a abofetear en su estatura hist¨®rica. "En el plano de las ideas, la ruptura entre Sartre y Camus fue tan importante como lo fue en el plano pol¨ªtico el final de la guerra mundial", escribi¨® por entonces el diario Le Monde, el mismo que hoy rastrea en las huellas de la amistad entre dos de los hombres que m¨¢s han influido en las ¨²ltimas generaciones de Occidente.
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