El deporte de triturar miuras
ENVIADO ESPECIALLos picadores trituraron a los miuras, se supone que cumpliendo las ¨®rdenes de sus jefes de cuadrilla o por lo menos con su benepl¨¢cito. Los miuras sal¨ªan turulatos de cada vara y del tercio, moribundos. Unos ten¨ªan gran trap¨ªo y poder, lo cual explica, aunque no justifica, que los molieran a lanzazos. Otros, en cambio, ya estaban tullidos cuando plantaron por primera vez la pezu?a en la negrura del ruedo y no se entiende a qu¨¦ se deb¨ªa que los descuartizaran desde el caballo. Ser¨ªa por deporte.
A la vista de lo sucedido, debe producir placenteras sensaciones desollar un miura a puyazos. A los cinco que se lidiaron se les ensangrentaba media capa o m¨¢s en cuanto les pegaban el primero. Un reguero de sangre les corr¨ªa en canal por el lomo hasta la penca del rabo, y otros les ca¨ªan costillares abajo en amplias franjas, brag¨¢ndoles en escarlata. De los hoyos que produc¨ªa cada lanzazo, todos ellos mucho m¨¢s atr¨¢s de la almohadilla dorsolumbar, la sangre manaba a borbotones.
Plaza de Bilbao
22 de agosto. Tercera corrida de feria.Cinco toros de Eduardo Miura, con trap¨ªo y encastados: destrozados en varas. Primero de Murteira, grande, asimismo en varas. D¨¢maso Gonz¨¢lez. Tres pinchazos y estocada baja (silencio). Dos pinchazos bajos, cuatro descabellos (aviso) y tres descabellos m¨¢s (silencio). Ni?o de la Capea. Estocada cortabaja (ovaci¨®n v salida al tercio). Media en el costillar y cuatro descabellos (silencio). Luis Francisco Espl¨¢. Media y dos descabellos (algunos pitos). Tres pinchazos y tres descabellos (pitos). Presenci¨® la corrida el lendakari Carlos Garaikoetxea. Al final el p¨²blico arroj¨® almohadillas al ruedo.
El sexto apareci¨® cojo y as¨ª lo denunci¨® el p¨²blico, con grandes aspavientos y mayores gritos. Qu¨¦ disgusto hab¨ªa en el tendido. A la afici¨®n le iba a dar algo. El presidente parec¨ªa no estar de acuerdo; para el presidente, el miura no estaba cojo, sino que andaba con chuler¨ªa. En realidad, cojo o chulo, se trataba de un gran toro, por su bravura y nobleza. Al picador le dio lo mismo la bravura, la nobleza, la cojera, y el lendakari que lo estaba viendo, pues se dedic¨® al deporte de triturar al miura desde la impunidad de su cabalgadura acorazada y lo dej¨® chorreando sangre por todos lados. Se arm¨® un gran esc¨¢ndalo, no contra el picador, sino contra el presidente; el p¨²blico arroj¨® almohadillas y botes al ruedo y luego hubo pitos abundantes para Espl¨¢, que toreaba con gusto y, mimo, aprovechando la dulce embestida del moribundo torito. La gente estaba de u?as con Espl¨¢. En el tercero le hab¨ªa abroncado porque no quiso banderillear. Ese tercero fue el ¨²nico miura malo de la tarde, que se colaba por ambos pitones, y el diestro alicantino lo castig¨® por bajo con eficacia y buena t¨¦cnica.
El mejor lote le correspondi¨® al Ni?o de la Capea. Su primer miura, un precioso colorao, aunque manso, lleg¨® a la muleta clamorosamente pastue?o. Le ofrec¨ªa la gran ocasi¨®n de cuajar una de las faenas m¨¢s importantes de su vida profesional. Ni?o de la Capea, sin embargo, le administr¨® un muleteo desigual, sin unidad ni estructura, en distintos terrenos; a veces con temple, a veces crispado; ya cargando la suerte, ya de perfil con la muleta atr¨¢s y el pico delante. Al quinto, un bravo toro de impresionante estampa que volte¨® en banderillas a Tito de San Bernardo, lo hab¨ªa triturado tambi¨¦n el de la acorazada de picar. La nobleza del toro qued¨® un poco desva¨ªda por los horribles boquetes que le hab¨ªan hecho en los lomos, y Ni?o de la Capea volvi¨® a sumar pases sin sentido lidiador, para acabar remat¨¢ndolo de una cuchillada en los costillares. En las octavillas que se entregan tras el apartado con la rese?a de los toros, hab¨ªan impreso: "la afici¨®n de Bilbao agradece al Ni?o de la Capea que toree esta corrida". Cuando acab¨® de torearla, ya se le agradec¨ªa menos.
El primero era de Murteira, al que, faltar¨ªa m¨¢s, desoll¨® vivo la acorazada de picar. Inv¨¢lido como qued¨®, D¨¢maso Gonz¨¢lez apenas le pudo dar pases. Intent¨® resarcirse en el cuarto, otro bravo miura asesinado en el primer tercio, pero no le sal¨ªan con la ligaz¨®n de otras veces. La miurada pudo ser y no fue un gran espect¨¢culo. Ni lo ser¨¢ nunca, mientras las cuadrillas se dediquen al deporte de triturarla. Un deporte que, adem¨¢s, no es ol¨ªmpico, ni nada.
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