Madrid-Atocha / C¨®rdoba, ida y vuelta
Los nuevos planes urban¨ªsticos realizados en los ¨²ltimos a?os para las grandes ciudades, y en concreto en torno a sus instalaciones ferroviarias, son, a, juicio del autor de este trabajo, un ejemplo de bien hacer para la recuperaci¨®n de la belleza urbana. El autor glosa estas actuaciones, partiendo de los proyectos para las estaciones de Atocha, en Madrid, y la de C¨®rdoba.
Escrib¨ªa hace algunos meses un grupo de arquitectos andaluces, a prop¨®sito del inconcluso nombramiento del comisario para la Exposici¨®n Universal de Sevilla, que lo malo en esta clase de asuntos no es el ejercicio de la capacidad decisoria del poderoso, sino su desatino en la elecci¨®n del artista. Y en su apoyo tra¨ªan el irrefutable argumento del ejemplar acierto de los M¨¦dicis en Florencia, para concluir invitando al gobernante a designar con tino y en buena hora al int¨¦rprete del inconsciente y colectivo deseo de belleza que hoy, en nuestro renacimiento urbano, se reclama para la ciudad.La coincidencia de dos agrias pol¨¦micas sobre una misma cuesti¨®n urban¨ªstica en otras tantas ciudades sugiere algunos comentarios que no habr¨¢n de ser ociosos para ilustrar sobre la prudencia y arte con que los administradores p¨²blicos hemos de adoptar las decisiones que ata?en a la construcci¨®n de las ciudades.
En ambos casos, Madrid y C¨®rdoba, los vaivenes de la gesti¨®n p¨²blica han conducido a la existencia de dos o m¨¢s proyectos de estaci¨®n para el ferrocarril, encargados a diversos profesionales en un bienintencionado empe?o por a?adir transparencia y neutralidad a la soluci¨®n. A partir de ah¨ª, los mecanismos decisorios han mostrado sus dificultades y escasa eficacia para desvelar los secretos aciertos de las propuestas en litigio, dejando a la capacidad electiva de la Administraci¨®n p¨²blica en azarado entredicho.
En lo que concierne al gobierno del arte y la cultura, no parece que los gobernantes deban abdicar de su ilustraci¨®n y finura de sentimientos en favor de cualquier tecn¨®logo o sociom¨¦trico procedimiento cuando son requeridos a disponer sobre el orden y belleza de los espacios p¨²blicos. De ah¨ª que con tanta insistencia vengamos ¨²ltimamente reclamando para el buen gobierno urbano alcaldes de talante renacentista, no disponiendo a nuestro alcance de otro modelo con que ilustrar y elogiar la culta administraci¨®n de las ciudades.
D¨®nde y c¨®mo situar la estaci¨®n
Los casos de Madrid y C¨®rdoba no son, por supuesto, an¨¢logos, aunque en ambos se trata de rehacer la funci¨®n- t¨¦cnica de las viejas. instalaciones ferroviarias y el orden urbano de la estaci¨®n y su entorno. Pero mientras en Atocha el reconocido valor de la marquesina de Palacios articula y resuelve con decisi¨®n algunos de los elementos esenciales del nuevo proyecto, en C¨®rdoba la desvencijada estaci¨®n y su confusa ubicaci¨®n actual a?aden inter¨¦s a la cuesti¨®n fundamental: c¨®mo colocar ahora una estaci¨®n en el centro de la ciudad. Problema novedoso en la historia de las ciudades y del ferrocarril, que en sus principios se unieron guard¨¢ndose unas ciertas distancias: la avenida de la Estaci¨®n, la explanada, etc¨¦tera, elementos a los que en su posterior evoluci¨®n la ciudad prest¨® rango de centralidad y los molde¨® hasta incorporarlos como hitos de su propia estructura. La cuesti¨®n es: qu¨¦ elementos de la vieja simbiosis entre ferrocarril y ciudad deben mantenerse o reponerse para conjuntar las nuevas funciones del transporte con los sentimientos actuales de orden urbano, anclando unas y otros en la colectiva memoria de los entra?ables espacios ferroviarios/urbanos.
A diferencia de Atocha, estaci¨®n t¨¦rmino, la de C¨®rdoba cabalga sobre el tr¨¢nsito lineal del ferrocarril C¨¢diz-Madrid, de manera que su posici¨®n sobre la l¨ªnea es indiferente al buen funcionamiento t¨¦cnico. Por ello y por una torpe atenci¨®n a la, ciudad, la primitiva estaci¨®n se dej¨® caer en un lugar cualquiera de la traves¨ªa urbana, sin especial significaci¨®n en su imagen, sin ninguna referencia a los elementos m¨¢s cultos o importantes de las tramas urbanas. Una remodelaci¨®n de las instalaciones ferroviarias tan potente como la que se prepara en C¨®rdoba debe ser ocasi¨®n inexcusable para remediar el desprop¨®sito, reconstruyendo la relaci¨®n entre la ciudad y su estaci¨®n. Y si no se ha sabido hacer a¨²n, habr¨¢ que abrir de nuevo la cuesti¨®n hasta encontrar para la estaci¨®n una posici¨®n que, siendo indiferentemente buena para la funci¨®n ferroviaria y manteni¨¦ndose pr¨®xima a su tradicional y c¨¦ntrico emplazamiento, aproveche y cualifique un hito privilegiado de la estructura urbana. En Budapest, Par¨ªs, Francfort o Valencia, las estaciones, como en tantas bellas ciudades, son horizonte de hermosas. perspectivas en amables bulevares o en rotundas avenidas, encrucijada de ejes se?eros del de sarrollo urbano, nudo singular al que se refiere la imagen de la ciudad y se dan cita los ciudadanos; la estaci¨®n nunca ha sido el en¨¦simo edificio en la seriada fachada de cualquier calle. Por ello deseo manifestar p¨²blicamente mi predilecci¨®n por la soluci¨®n que ha encontrado el nuevo Plan General de Ordenaci¨®n de C¨®rdoba, que al prolongar hacia el Norte la culta y hermosa pieza urbana de los Jardines de la Agricultura, el m¨¢s potente eje Norte-Sur de la ciudad, encuentra un singular enclave para la estaci¨®n, sin apenas desplazarla de su lugar actual, pero abriendo su fachada y explanada tanto a la avenida de Am¨¦rica, el m¨¢s claro eje transversal de C¨®rdoba, como a los Jardines de la Agricultura, reinterpretados como a?orada "avenida de la Estaci¨®n" y prolongados ahora, como v¨ªa ajardinada de reclamada conexi¨®n representativa con la sierra sobre la traza del viejo ferrocarril de Almorch¨®n. Esta soluci¨®n, consecuencia de la reflexi¨®n y proyecto total de la ciudad que correspond¨ªa hacer al Plan General, corrige, madura y ajusta la propuesta inicialmente presentada por el ayuntamiento en concepto de avance del Plan Parcial. Si algo hemos aprendido con claridad en nuestra reciente experiencia de planeamiento urbano es que los planes de las ciudades requieren un nivel general y unitario de enfoque, porque la ciudad tiene en s¨ª problemas de forma general que superan su mera consideraci¨®n como suma de partes o de barrios. Pero semejante atrevimiento le ha valido al equipo t¨¦cnico redactor del Plan General de C¨®rdoba la repulsa de notables ciudadanos, que as¨ª se han venido manifestando en p¨²blico los d¨ªas pasados. Injusto salario del desamor que con tanta frecuencia perciben por su heroica tarea los buenos profesionales del urbanismo. La acusaci¨®n de poner en tela de juicio decisiones oficiales que se ten¨ªan ya por sentenciadas e inmutables tiene un aire demasiado familiar en la historia de los grandes errores colectivos. Ser¨ªa una grave equivocaci¨®n ignorar que mientras el hombre sea hombre no cejar¨¢ en su humano empe?o de transformar y perfeccionar todo cuanto no est¨¦ ya fatalmente petrificado por el destino. El poder y sus veleidades coercitivas sobre la inteligencia creadora son malos consejeros, que deben ser evitados por los pol¨ªticos ilustrados.
Mi funci¨®n p¨²blica, centrada en la investigaci¨®n de los problemas urban¨ªsticos actuales y en la coordinaci¨®n de pol¨ªticas territoriales, es hoy carente de competencias sobre el planeamiento urbano en C¨®rdoba, ya transferidas a la comunidad aut¨®noma. Estoy desnudo, por tanto, para emitir este juicio de todo atributo p¨²blico que no sea mi propia capacidad estudiosa, mi ciudadan¨ªa cordobesa y mi inicial dedicaci¨®n profesional al Plan General de C¨®rdoba hasta el d¨ªa de mi nombramiento para el cargo p¨²blico que desempe?o, condiciones todas ellas por las que se ha reclamado desde C¨®rdoba mi contribuci¨®n a la resoluci¨®n de este conflicto.
Creo, en primer lugar, que debe ser repuesto en su bien ganada imagen de proyecto imprescindible para la ciudad su nuevo Plan General de Ordenaci¨®n, cuya calidad lo hace merecedor de un lugar destacado en el panorama del nuevo urbanismo espa?ol. Y opino, adem¨¢s, que la mejor soluci¨®n para resolver definitivamente la remodelaci¨®n ferroviaria de la renaciente C¨®rdoba es la propuesta por este mismo plan, que, lejos de violentar la voluntad p¨²blica, perfecciona y mejora en coherencia general con la ciudad la soluci¨®n que anteriormente y a t¨ªtulo de avance se hab¨ªa presentado a los cordobeses.
Una propuesta de m¨¦todo
Cuando en la d¨¦cada de los setenta se activaron por Renfe las operaciones de transformaci¨®n de sus instalaciones en los centros de las ciudades, conocimos tantos planes falazmente urban¨ªsticos, donde, so pretexto de una necesaria atenci¨®n preferente a las funciones t¨¦cnicas, se deslizaron proyectos urbanos exclusivamente preocupados por la renta de los c¨¦ntricos suelos al ser destinados a nuevos usos lucrativos para su posterior privatizaci¨®n, proceso que s¨¦ supon¨ªa habr¨ªa de subvenir a los costes de traslado y modernizaci¨®n de las instalaciones ferroviarias.
Bajo tal criterio, ya felizmente superado, se redactaron entonces tantos innobles proyectos y planes que ahora en el ¨²ltimo cuatrienio de urbanismo municipalista han sido negados y reconducidos a su responsabilidad urbana, entendida desde los deseos de los ciudadanos y desde el orden d¨¦ las ciudades. A los planes generales de Madrid y C¨®rdoba corresponde en los casos comentados el hallazgo de una soluci¨®n urban¨ªstica al problema ferroviario, como lo han hecho tambi¨¦n otros muchos planes de iniciativa municipal. Los recientes planes generales municipales, por el conocimiento y finura de resoluci¨®n de los problemas territoriales que han alcanzado, constituyen hoy sobre la geograf¨ªa espa?ola un mosaico fiable y potente al que referir las decisiones sectoriales de las grandes infraestructuras territoriales.
Tan valioso logro en la capacidad de gesti¨®n p¨²blica del territorio corre el riesgo de esterilizarse si dejamos que las importantes decisiones pendientes entren en la v¨ªa muerta de las competencias compartimentadas. Los conflictos territoriales son de naturaleza intersectorial y deben ser resueltos mediante procedimientos sint¨¦ticos y, coordinados. Ni la responsabilidad del ayuntamiento puede limitarse a disponer y pagar proyectos, ni menos, a¨²n puede reducirse el proceso de s¨ªntesis creativa del proyecto a un listado de caracter¨ªsticas para ser burocr¨¢ticamente mezcladas en un producto de compromiso. Si Atocha se ha librado de tama?o desprop¨®sito gracias al prudente criterio de todos, en C¨®rdoba sobran muestras de la zafiedad con que pueden llegar a ser despachadas las cuestiones de belleza arquitect¨®nica cuando son sometidas al rutinario expediente de los proyectos sin paternidad.
Entiendo que s¨®lo hay un m¨¦todo para la decisi¨®n institucional cuando diferentes administraciones se ven precisadas a proyectar sus competencias y acciones de manera superpuesta en un mismo territorio: la coordinaaci¨®n y concertaci¨®n de sus actuaciones. Y para ello se requiere previamente la p¨²blica explicaci¨®n de las razones y motivos que cada organismo pueda aducir en defensa de su prop¨®sito.
La ilustraci¨®n de unos y otros administradores ha de aplicarse ahora a convencer, razonada y apasionadamente, sobre la fuerza y elegancia de este o aquel trazado para la avenida en que se funda y articula su proyecto; sobre el valor y buen servicio de aquel edificio de estaci¨®n, medido y ponderado en la historia de la culta arquitectura ferroviaria; sobre las referencias formales de su proyecto de jard¨ªn en la civilizada historia de los parques urbanos; sobre c¨®mo, en definitiva, se dejar¨¢n sentir en los esp¨ªritus los beneficios de tan cuantiosas inversiones y un sinf¨ªn de novedosos discursos pol¨ªticos que permitiesen a las gentes ir conociendo el amor y entendimiento de sus gobernantes en las cuestiones que gobernamos, y que nos sirviese, sobre todo, para redimir del tedio macroecon¨®mico, macrosocial y macrodemocr¨¢tico algunas parcelas cotidianas y m¨¢s queridas de la pol¨ªtica.
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