El pasado reciente
A diferencia de lo que hab¨ªa ocurrido en las campa?as electorales de 1977 y 1979 -insuficientes, en cualquier caso, para poder extraer conclusiones emp¨ªricas s¨®lidamente fundamentadas sobre el comportamiento de los espa?oles en elecciones generales-, el tema OTAN desempe?¨® en las de 1.982 un papel importante. La incapacidad del Gobierno de la ¨¦poca por argumentar convincentemente en favor de que la adhesi¨®n al Tratado de Washington respond¨ªa a la defensa de los intereses nacionales y el ¨¦xito previo del PSOE en la configuraci¨®n de percepciones populares llevaron en aqu¨¦llas a interpretaciones muy dispares sobre la estrategia que fuese a seguir el nuevo Gobierno socialista.Hechos
La comparaci¨®n secuencial de las resoluciones adoptadas por los diferentes congresos del PSOE y de los tres programas electorales muestra una notable transformaci¨®n de los objetivos que los socialistas han identificado como prioritarios en el terreno de la pol¨ªtica exterior y de defensa.
En el programa de 1982, base del resonante triunfo electoral del PSOE, quedaron descartadas, por ejemplo, las tendencias neutralistas de unos a?os antes. Los socialistas se pronuciaron por el mantenin¨²ento de "una relaci¨®n con Estados Unidos en el marco de las relaciones con el mundo occidental en su conjunto".
Merece cierta meditaci¨®n esta ¨²ltima frase desde la perspectiva del programa de 1979, que afirmaba que la base institucional en el aspecto exterior de la pol¨ªtica de defensa consistir¨ªa en "la no integraci¨®n en los bloques militares".
Esta transformaci¨®n en profundidad, previa al 28 de octubre de 1982, suele interpretarse como consecuencia de la moderaci¨®n del partido que pudo permitirle morder en los sectores de centro-izquierda de la sociedad espa?ola. Pero, en un an¨¢lisis que enfatice la pol¨ªtica exterior, pueden y deben establecerse relaciones con el cambio experimentado en el entorno de Espa?a a consecuencia de la redefinici¨®n estrat¨¦gica espa?ola tras la adhesi¨®n al Tratado del Atl¨¢ntico Norte.
En tal sentido, el programa electoral socialista de 1982 se pronunc¨ªaba por una desvinculaci¨®n progresiva en el. plano militar de la Alianza Atl¨¢ntica (lo que implicaba, por lo menos, la congelaci¨®n de las negociaciones para la integraci¨®n en la organizaci¨®n militar) y en favor de un refer¨¦ndum a fin de que el pueblo espa?ol decidiera acerca de la pertenencia a la OTAN.
Estos dos compromisos eran claros y terminantes, y el primero se llev¨® inmediatamente a la pr¨¢ctica. Las conversaciones iniciadas por el anterior Gobierno con representantes del mando militar (y en cuya preparaci¨®n hab¨ªan surgido algunas dificultades quiz¨¢ no entrevistas por las autoridades madrile?as) no se continuaron. En repetidas ocasiones, n¨²embros cualificados del, Gobierno socialista han abogado desde entonces por el mantenimiento del segundo compromiso cuya celebraci¨®n (no se hab¨ªan fijado fechas para su cumplimiento) a¨²n no se ha materializado.
Cualquier analista gubernarriental de cualquier pa¨ªs de la Alianza que conociese la escena espa?e la ha entendido sin dificultad que tras el 28-O al Gobierno socialista se le abr¨ªan dos estrategias posibles:
a) Asumir el tenor literal de las declaraciones previas y convocar inmediatamente el refer¨¦ndum.
b) Sin renunciar a los compromisos adquiridos ante el electorado, adoptar una posici¨®n cautelosa imbricando el tema OTAN dentro de los objetivos que el nuevo Gabinete perseguir¨¢ en la relaci¨®n con el exterior y, singularmente, con el resto de los pa¨ªses europeos occidentales.
En ning¨²n momento el nuevo Gobierno y la opini¨®n p¨²blica spa?ola pudieron desconocer, desde luego, que varios miembros de la Alianza ten¨ªan y tienen un inter¨¦s eminente en que Espa?a no denuncie el Tratado del Atl¨¢ntico Norte.
En una ¨¦poca en que las relaciones Este-Oeste atravesaban por una fase cr¨ªtica, en que la contestaci¨®n interna al previsto despliegue de sistemas nucleares de avance intermedio arreciaba en diversos pa¨ªses miembros de la OTAN, en que la cohesi¨®n intraaliancista parec¨ªa m¨¢s necesaria que nunca (a pesar de las intensas divergencias de inter¨¦s en otros planos de las relaciones euro-norteamericanas) y, en que los Gobiernos europeos no vacilaban en exponerse al riesgo pol¨ªtico de la pol¨¦mica interior (y en algunos casos, como el alem¨¢n, brit¨¢nico e italiano) de nuevas y anticipadas elecciones generales, los dirigentes espa?oles habr¨ªan de plantear su actuaci¨®n en la perspectiva del coste pol¨ªtico que arrastrase una miedida como la redefinici¨®n de la relaci¨®n con la Alianza, hecho que no dejar¨ªa de tener importantes efectas internacionales.
La moderaci¨®n oficial no ha impedido que el tema OTAN gravitase sobre la discusi¨®n interna. El Gobierno ha sido duramente criticado por la oposici¨®n. Una gran parte de la Prensa ha dirigido ataques descalificadores al ministro de Asuntos Exteriores. La controversia se ha reencendido dentro del PSOE en espera de la celebraci¨®n del 30? Congreso. Declaraciones contradictorias y a veces contrarias a los compromisos del programa electoral han sido expresadas por destadados dirigentes socialistas. Pero, como la evidencia muestra, tras la paralizaci¨®n de las conversaciones tendentes a preparar la participaci¨®n espa?ola en el mando militar integrado, la postura del Gobierno de Madrid ha seguido dos l¨ªneas de actuaci¨®n:
1. Se ha mantenido la cooperaci¨®n con la Alianza en numerosos ¨¢mbitos. Expertos espa?oles acuden constantemente a Bruselas, y Espa?a recibe informaci¨®n. clasificada muy importante en virtud de su condici¨®n de pa¨ªs signatario del Tratado del Atl¨¢ntico Norte.
2. Se han mantenido los lazos bilaterales con Estados Unidos, una vez que el acuerdo negociado en 1982 por el Gobierno de UCD se viera adicionado de un protocolo que lo desvinculaba de una forma determinada de permanencia en la Alianza.
Consecuencias
De ning¨²n modo puede caracterizarse hoy a Espa?a como pa¨ªs neutral. Espa?a est¨¢ obligada a cooperar en la defensa com¨²n por raz¨®n de la relaci¨®n bilateral con Estados Unidos, y, en el supuesto deque el Tratado del Atl¨¢ntico Norte entrase en acci¨®n a ra¨ªz de la agresi¨®n contra alguno de sus signatarios, no podr¨ªa sustraerse a los efectos de dicha activaci¨®n. En principio, su postura no perjudica gravemente a los intereses de seguridad del resto de los pa¨ªses miembros de la Alianza, aunque muchos de ¨¦stos desear¨ªan que la cooperaci¨®n espa?ola fuese m¨¢s intensa y se tradujera claramente en la plena participaci¨®n org¨¢nica y funcional en las actividades del mando militar integrado. A ello se opone, en principio, el compromiso electoral, reiteradamente repetido, de celebraci¨®n del refer¨¦ndum. En los a?os 1982 a 1984, el mantenimiento de este compromiso ha cumplido ciertas flaciones objetivas, con independencia del agrado o desagrado con que diversos segmentos de la opini¨®n p¨²blica espa?ola lo han contemplado. Estas funciones objetivas pueden ser ubicadas en dos categor¨ªas: internas y externas. Entre las funciones internas destacan:
1. Expresa la voluntad del Gobierno, de no abdicar de las responsabilidades contra¨ªdas con el electorado.
2. Mantiene un m¨ªnimo de credibilidad gubernamental no desde?able en un pa¨ªs que s¨®lo recientemente ha accedido a la democracia y en el que la clase pol¨ªtica es todav¨ªa incipiente y est¨¢ insuficientemente prestigiada.
3. Contribuye a contener las posibles presiones de ciertos sectores de las Fuerzas Armadas, en las cuales parece haberse operado un cambio de perspectiva fundamental. Si antes divisaban su funci¨®n esencial en el desarrollo de un papel de seguridad interna, varios art¨ªculos de procedencia militar apuntan hacia una reconducci¨®n en t¨¦rminos del conflicto Este-Oeste.
4. Tiende a asegurar que el Gobierno obtenga respaldo popular para orientar en el futuro su pol¨ªtica de seguridad. Condici¨®n necesaria para ello es, claro est¨¢, que los socialistas orienten a la opini¨®n p¨²blica en tal sentido y que ganen el refer¨¦ndum. Por importantes que sean las funciones objetivas internas de dicho compromiso, tienen mayor significaci¨®n las funciones externas. Un an¨¢lisis desapasionado de las n¨²smas subrayar¨ªa las siguientes:
1. Ha permitido al Gobierno ganar tiempo para apuntalar el despliegue de una pol¨ªtica exterior que se pretende novedosa y cuyo esp¨ªritu discrepa, ciertamente, del aplicado en los a?os anteriores. Todav¨ªa hoy, hombres, mecanismos e instituciones est¨¢n fuertemente impregnados de los efectos generados por una pol¨ªtica asustadiza y de repliegue como la del franquismo.
2. Ha incorporado el peso de la opini¨®n p¨²blica espa?ola a la determinaci¨®n de las grandes opciones en materia de la relaci¨®n con el exterior.
3. Ha reducido la eventualidad que desde el entorno hubieran podido hacerse presiones sobre el Gobierno socialista. La posibilidad de una huida hacia adelante, apelando a una opini¨®n p¨²blica f¨¢cilmente excitable en un sentido nacionalista antialiancista es algo con lo que han debido contar los dirigentes de un partido de izquierdas que no ha tenido experiencia del poder gubemamental y que se ve abrumado por el peso de la lucha contra las consecuencias, internas y externas, de la crisis internacional, en un contexto de resistencia a los efectos de las medidas modernizadoras que chocan contra intereses s¨²bitamente establecidos.
Evaluaci¨®n
Al reservarse tenazmente la posibilidad de celebrar el refer¨¦ndum, el Gobierno socialista ha establecido un v¨ªnculo objetivo, en t¨¦rminos de opini¨®n p¨²blica, entre la permanencia en la Alianza Atl¨¢ntica y la defensa de otros intereses sentidos como prioritarios. Dif¨ªcilmente, en efecto, a la opini¨®n p¨²blica apoyar la pol¨ªtica gubernarnental si no percibe como factible la obstaculizada integraci¨®n en otros esquemas de cooperaci¨®n europea occidental. Por ejemplo, un desaire a la aspiraci¨®n espa?ola de ingreso en la CEE tendr¨ªa consecuencias devastadoras sobre las actitudes, ya de por s¨ª negativas, con respecto a la Alianza Atl¨¢ntica. En este sentido, el refer¨¦ndum puede jugar el papel de mecanismo que, en condiciones muy cambiadas con respecto a 1977, permita pasar de la alternativa por la que opt¨® el Gobierno Calvo Sotelo a la que no pudo seguir el Gobierno Su¨¢rez. El Gobierno espa?ol no puede, sin embargo, reconocer ligaz¨®n de principio alguna -y es dif¨ªcil que la reconozca- entre ambos polos de la integraci¨®n europea por, entre otras, las siguientes razones:
a) Espa?a es un pa¨ªs democr¨¢tico que cumple todas y cada una de las condiciones del Tratado de Roma y de la praxis comunitaria en materia de ampliaci¨®n.
b) Establecer una relaci¨®n entre OTAN y CEE implicar¨ªa una desvirtuaci¨®n de dos procesos jur¨ªdicamente muy diferentes que podr¨ªa tener efectos muy perjudiciales para el futuro.
c) Se anular¨ªa buena parte de los deseos espa?oles de salir del gueto emocional e ideol¨®gico en que se ha gestionado la relaci¨®n con el exterior, fuertemente condicionada por la tradici¨®n franquista.
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