El tab¨² del incesto
El juez ha dado la libertad a Pablo ?lex Gonz¨¢lez despu¨¦s de 24 horas de detenci¨®n en la Modelo de Barcelona. Pablo ?lex estaba acusado de violar a sus dos hijos, una muchacha de 22 a?os y un chico de 12, y de abusar sexualmente de su tercera hija, de 14 a?os. Sistem¨¢ticamente, desde que Carmen, la mayor de las hijas, ten¨ªa 11 a?os, su padre la hab¨ªa obligado a sostener relaciones sexuales con ¨¦l tres veces por semana, en la propia casa, en presencia de sus hermanos menores. La joven Carmen es una muchacha de "constituci¨®n d¨¦bil y aspecto afligido que, seg¨²n sus vecinos, apenas habla". El padre les amenazaba constantemente con matarlos a todos si se atrev¨ªan a denunciarle, y para demostrar claramente sus intenciones, exhib¨ªa una navaja, un l¨¢tigo y hasta una pistola de fogueo.De la violaci¨®n de la hija pas¨® a la del hijo cuando ¨¦ste alcanz¨® la adolescencia, y no contento con ello, buscando siempre carne m¨¢s joven, hab¨ªa comenzado hac¨ªa pocos d¨ªas a hostigar sexualmente a su hija menor, de 14 a?os, cuando la esposa consider¨® que hab¨ªa llegado al l¨ªmite de su paciencia y, por fin, se atrevi¨® a denunciar a la polic¨ªa tan siniestra historia. No sabemos si se ha practicado ya alg¨²n peritaje m¨¦dico sobre el estado f¨ªsico de los ni?os y sobre la salud mental del acusado; pero lo que s¨ª ha sido notorio es que el juez, 24 horas m¨¢s tarde de su ingreso en prisi¨®n, decidi¨® otorgarle la libertad "al no encontrar indicios ni pruebas suficientes que corroboraran las acusaciones contra ¨¦l"*
?lex se present¨® en la casa a su salida de la c¨¢rcel, y despu¨¦s de "pedirle perd¨®n, de rodillas, a su mujer, ha desaparecido". Alex, de quien la polic¨ªa dice que es un maniaco sexual, no tiene tan perturbadas las facultades mentales que no entienda el peligro que corre de reintegrarse al hogar familiar, ni tampoco debe sentirse tan exonerado de toda culpa que le permita exigir nuevamente su puesto de esposo y padre en la familia. M¨¢s bien parece que, prudentemente aleccionado por su abogado, ha decidido poner tierra en medio antes de que el mismo u otro juez cambie de opini¨®n. Tampoco ha ca¨ªdo en la tentaci¨®n de vengarse de la familia cumpliendo las amenazas que durante tantos a?os la tuvo presa del p¨¢nico. Un asesinato, a veces, no se perdona tan f¨¢cilmente. Las violaciones, s¨ª, y el incesto, a¨²n m¨¢s, puesto que en Espa?a ni siquiera existe.
Espa?a es uno de los pocos pa¨ªses del mundo -y en este momento no recuerdo ninguno m¨¢s- que no ha establecido el incesto como delito en su c¨®digo penal. Las relaciones sexuales de un adulto con las mujeres o los ni?os de la propia familia s¨®lo son perseguibles si se consideran violaci¨®n o, en el m¨¢s improbable de los casos, abusos deshonestos. ?Por qu¨¦ una sociedad tan restrictiva hasta ahora en cuestiones religiosas y morales, tan reprimida en la libertad sexual, ha omitido considerar reprobables las relaciones incestuosas? Un an¨¢lisis psicol¨®gico de los legisladores y de los pol¨ªticos espa?oles dar¨ªa mucho juego. El tab¨² considerado m¨¢s universalmente aceptado es en Espa?a despreciado.
?Con qu¨¦ criterio se ha olvidado, omitido, quitado importancia al incesto? ?Cu¨¢l es la imagen que tal palabra ofrece al hombre espa?ol, a la clase rectora del pa¨ªs, formada por pol¨ªticos, por legisladores, por jueces, por fil¨®sofos, por soci¨®logos? ?La mitificada y tentadora escena peliculera de los hermanos, j¨®venes y hermosos, en plenos escarceos sexuales? ?Con qu¨¦ criterio se ven a s¨ª mismos los hombres que consienten con indiferencia que los padres, y los t¨ªos, y los hermanos mayores usen de su prepotencia familiar para agredir y ofender la m¨¢s ¨ªntima dignidad del ser humano, para humillar a sus propios hijos y sobrinos confiados a su educaci¨®n y cuidado" para depravar prematuramente a ni?os, que jam¨¢s se desarrollar¨¢n como hombres y mujeres normales?
Explicar a ciudadanos de pa¨ªses civilizados esta norma legal, que se traduce, como vemos en el ejemplo que hoy traigo a estas p¨¢ginas, en la pr¨¢ctica judicial como la impunidad del agresor incestuoso, es enfrentarse a la incomprensi¨®n y a la verg¨¹enza.
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El tab¨² del incesto
Pero no s¨®lo no causa inquietud tal cuesti¨®n a los hombres dirigentes del pa¨ªs, sino que tampoco leo preocupaci¨®n por ella en los art¨ªculos de los especialistas o en las cartas de los lectores y en las pol¨¦micas p¨²blicas que tantos dimes y diretes se preocupan en debatir. Escritores que dedican su tiempo y el de sus lectores en hacerse publicidad, record¨¢ndonos a todos sus innumerables m¨¦ritos nunca bien reconocidos por la sociedad, no gastar¨ªan un bol¨ªgrafo en protestar por los abusos sexuales contra los menores que todos los d¨ªas se producen en nuestro pa¨ªs. Soci¨®logos que conocen la sociedad a trav¨¦s de una cultura libresca y escol¨¢stica, y a los que no parece importar nada lo que realmente sucede en la sociedad que dicen estudiar, ni siquiera conocen el alcance de este problema. Profesores que padecen la conocida enfermedad del cretinismo universitario, que consiste en creer que todo el mundo piensa, vive y desea lo misnio que ellos, y que los temas que debaten en las juntas de la universidad son de vital inter¨¦s para todos y reflejan la vida misma, abren la boca con estupor cuando se les plantea las miserias que las mujeres y los ni?os sufren cotidianamente. A veces es s¨®lo el aburrimiento lo que les induce a estar boquiabiertos.En el mundo moderno, ese industrializado, computarizado, que investiga sociol¨®gicamente todos los matices de la conducta de sus ciudadanos, que cuenta la normalidad y la anormalidad mediante estad¨ªsticas continuamente renovadas, es del dominio p¨²blico que el sujeto activo del delito de violaci¨®n, en la mayor parte de los casos, es el propio padre, seguido del t¨ªo y de los hermanos varones, y que las v¨ªctimas son fundarnentalmente las ni?as y las j¨®venes de la misma familia. Los pa¨ªses industrializados y civilizados organizan y mantienen una estructura indispensable de ayuda a los menores para limitar la extensi¨®n de esta pr¨¢ctica, para intentar erradicarla, para castigarla. El incesto en esos pa¨ªses se considera una fea costumbre, un delito penalizable, un tab¨² no transgredible. En todos esos pa¨ªses, menos en Espa?a.
Las violaciones de hijos, sobrinos, hermanos, ni?os confiados al cuidado de adultos -hombres en su totalidad son los que cometen este delito- son una lacra social. Siguen constituyendo el sedimento de la cultura neol¨ªtica, del instinto animal no limitado por la sensibilidad y la inteligencia humanas. El valor del tab¨² del incesto se considera por los especialistas de gran utilidad para el avance de las sociedades en todos los aspectos. Yo dir¨ªa que adem¨¢s constituye una defensa -m¨¢s o menos eficaz- contra el abuso sexual y la violaci¨®n de las mujeres dentro de la propia familia. El repudio del incesto se observa entre algunos animales superiores, la mayor¨ªa de los antropoides y de los hom¨ªnidos lo mantienen, y su conculcaci¨®n resulta despreciable para bastantes sociedades primitivas. En Espa?a no.
En los ¨²ltimos meses, las noticias de violaciones de hijos por el propio padre se han publicado en la Prensa, pero no han constituido esc¨¢ndalo. La sociedad espa?ola no se escandaliza porque en Canarias un padre y un hijo violen y abusen sexualmente durante a?os de una hija y hermana, respectivamente, subnormal. La sociedad espa?ola no se estremece por esos ni?os, y esa madre, que han soportado las violac¨ªones y la depravaci¨®n de un padre que hoy est¨¢ disfrutando de la libertad concedida por un juez .muy liberal en la cuesti¨®n del incesto.
Hace unos pocos a?os tuve que batallar duramente contra varios jueces en un caso de separaci¨®n. El marido y padre, de 25 a?os, practicaba con sus dos hijas, una de cinco a?os desde que ten¨ªa seis meses y otra de 10 meses, diversas variantes sexuales, entre las que la fellatio era la m¨¢s usada. Las ni?as dorm¨ªan en postura coital y acostumbraban a manipular los genitales del padre apenas lo ve¨ªan aparecer en la casa. Los psic¨®logos que estudiaron a las ni?as estaban aterrados y, en consecuencia, emitieron un informe suficientemente claro y estremecedor. Consegu¨ª la separaci¨®n y la tutela de las hijas para la madre, pero el juez se neg¨® rotundamente a procesar y a encarcelar al padre, al que concedi¨® adem¨¢s un r¨¦gimen de visitas con sus hijas completamente normal.
Hoy, cuando leo en la Prensa que muchos presos por delitos contra la propiedad llevan dos y tres a?os en prisi¨®n preventiva sin libertad provisional, a la espera de juicio, pienso que si hubiesen violado a sus hijos no se ver¨ªan en tan penosa situaci¨®n, como puede atestiguar Pablo ?lex.
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