El sueco que ama a los babuinos
El Safari Park de San Roque se cerr¨® en 1982 y desde entonces nadie sabe qu¨¦ hacer con los monos
Dos familias de babuinos que campan por sus respetos; un avestruz que dibuja su pintoresca silueta entre los toros retintos, y un sueco, Claes Linden, que sufre, o cree sufrir, persecuciones que mueven a espanto, se han dado cita en el Campo de Gibraltar, cerca de San Roque. El origen de la historia est¨¢ en la clausura, hace m¨¢s de dos a?os, del Safari Park de San Roque, que, al cerrarse, dej¨® en libertad a 80 babuinos y 3 avestruces
ALFREDO RELA?OEl Safari Park de San Roque cerr¨® hace algo m¨¢s de dos a?os. Fue montado por la sociedad La Alcaidesa, SA, a medias con una empresa alemana llamada Ruhe, SA, y estaba emplazado en la finca de 2.000 hect¨¢reas que lleva por nombre precisamente La Alcaidesa, propiedad de la familia Urquijo. Era, al tiempo que un safari park, un centro de cr¨ªa y aclimataci¨®n de animales africanos, que posteriormente eran vendidos a zool¨®gicos o a otros safari park.
Liquidar un safari park no debe de ser cosa f¨¢cil, o quiz¨¢ es que no se hizo con el inter¨¦s suficiente, pero el caso es que no todos los animales pudieron ser capturados. Tres avestruces y unos 80 babuinos quedaron en libertad, campando por sus respetos por la finca de la familia Urquijo y extendi¨¦ndose por los alrededores.
Al cabo de dos a?os y medio de aquello queda vivo uno de los tres avestruces, que pasea su extravagante figura por las lomas de la comarca, entre los toros retintos andaluces y las vacas charolesas, cruce del que los ganaderos de la zona obtienen excelentes resultados, pero cuyos mestizos no alcanzan la esbeltez, la gracia y el exotismo del ocioso paseante. De los otros dos nadie sabe a ciencia cierta qu¨¦ ha sido. Quiz¨¢ aparezcan cualquier d¨ªa en cualquier parte.
Y quedan tambi¨¦n 41 babuinos, en dos familias perfectamente identificadas, una de 15 miembros, y la otra, de 26. En un principio eran 80, pero, a pesar de su perfecta adaptaci¨®n al medio, que les ha permitido procrear numerosa prole, han sufrido el azote de la caza. Algunos se dispersaron, y en Ubrique aseguran haberlos visto en las proximidades del pueblo. Pero Ubrique es una ciudad con 3.000 escopetas de caza, as¨ª que no es extra?o que all¨ª terminen sus correr¨ªas. En toda la zona hay afici¨®n a la caza, y miembros de Ia asociaci¨®n ecologista AGADEN aseguraron a este peri¨®dico que en una sola monter¨ªa cayeron 16. La monter¨ªa fue autorizada por el ICONA, pero AGADEN piensa que exist¨ªa la intenci¨®n encubierta de perseguir a los monos, cosa que el ICONA niega rotundamente en voz de su delegado regional, Germ¨¢n Garc¨ªa.
Salvar a los chimpanc¨¦s
En estos dos a?os y medio, los babuinos se han ganado la en enemistad de sus convecinos. Han entrado en huertas en busca de comida, y cuando un perro les ha hecho frente lo han matado. Los ecologistas tambi¨¦n los temen, parque una mancha creciente de babuinos es una distorsi¨®n incalculable en el biotopo, y de hecho, en, la zona en que ahora, tras varias peripecias, est¨¢n agrupados, ya han desaparecido los p¨¢jaros, pues los huevos constituyen una parte valiosa de su dieta. Tambi¨¦n se les acusa de da?ar los pinos j¨®venes, de transmitir contagios a las vacas e incluso existe el temor de que en alg¨²n momento puedan atacar al hombre.
Para completar el extra?o panorama apareci¨® no hace mucho en la zona un ciudadano sueco, de nombre Claes Linden, de 53 a?os de edad y con una obsesi¨®n: salvar a los chimpanc¨¦s del acoso que sufren en sus h¨¢bitats naturales. Claes Linden explica a quien le quiere escuchar que hace algunos a?os la carne de mono era tab¨² para los negros, pero desde un tiempo ac¨¢ no lo es, que se caza y que su carne sale por un precio cinco veces m¨¢s barato que el de la de vaca. Que entre los blancos se ha puesto de moda comer las manos del chimpanc¨¦ ahumadas. Claes Linden, ingeniero forestal en Suecia y especializado en silvicultura, ha trabajado profesionalmente en este campo en varios pa¨ªses centroafricanos y del cabo de Guinea, y lleg¨® a ser director general de la Universidad de Agricultura en Zaire. De forma algo confusa, porque no domina perfectamente el espa?ol y porque los acontecimientos de los ¨²ltimos meses parecen haberle afectado, explica su historia, que le ha llevado, arrastrado por un sublime amor a los chimpanc¨¦s, a degradar su vida hasta el punto actual, en el que se le encuentra viviendo como un mendigo, en una caseta sin luz ni agua, sufriendo lo que parecen claros s¨ªntomas del escorbuto, con se?ales de p¨¦rdida de memoria y acosado por enemigos que desconoce.
Claes Linden se asent¨® en La Alcaidesa, con autorizaci¨®n del administrador de la misma, que quiz¨¢ pens¨® que era bueno que un especialista tratara de controlar las correr¨ªas de los babuinos. Se le permit¨ªa vivir con su familia de chimpanc¨¦s en la antigua caseta del guarda del Safari Park, pero nada m¨¢s. Sus ahorros se fueron consumiendo, porque son seis a comer, ¨¦l y sus monos. Asegura que estuvo dos meses y medio comiendo pan mojado en agua. Pan duro, mendrugos que compra a 100 pesetas el medio saco, para ¨¦l y sus monos, y lleg¨® a sufrir claros s¨ªntomas de escorbuto.
Perros de paja
La situaci¨®n mejor¨® levemente para el cient¨ªfico sueco cuando el administrador de la finca, Jos¨¦ Rufino, le concedi¨® un peque?o presupuesto, 7.000 pesetas al mes, para alimento de los babuinos, a fin de que con el cebo de la comida consiguiera agruparlos con vistas a capturarlos. Era un acuerdo por 17 semanas. Linden cumpli¨® con su compromiso y lleg¨® a concentrar a los babuinos.
Pero el acuerdo entre Linden y el administrador de la finca se rompi¨® cuando Linden supo que
El sueco que ama a los babuinos
¨¦ste proyectaba entregar a los babuinos para investigaci¨®n. Linden comunic¨® su negativa a capturar los monos si iban a acabar en laboratorios o quir¨®fanos para sufrir experimentos. Jos¨¦ Rufino, a la vista de ello, le anunci¨® que le negar¨ªa la ayuda econ¨®mica. La ruptura se produjo hace unos 10 d¨ªas.Paralelamente, Claes Linden ha empezado a sufrir lo que parece una espantosa persecuci¨®n, cuyo relato hace evocar escalofriantes escenas de aquella pel¨ªcula de Sam Peckinpah titulada Perros de paja. Hace tres meses su invernadero, en el que cultivaba plantas para vender y as¨ª subsistir, fue incendiado por siete puntos distintos. Otro d¨ªa, cuando circulaba por una de las pistas del antiguo Safari Park en su desvencijado 4 L, un disparo, que ¨¦l no piensa que fuera casual, alcanz¨® al coche; finalmente, hace menos de una semana, y al regreso de su faena cotidiana de alimentar a los babuinos, encontr¨® ahorcado al favorito de sus chimpanc¨¦s, una hembra de nombre Leleth.
En los ¨²ltimos tiempos tambi¨¦n han pasado cosas extra?as en la finca La Alcaidesa, que ha presentado un proyecto de urbanizaci¨®n en el Ayuntamiento de San Roque, que incluye la solicitud de permiso al ICONA para cortar un buen n¨²mero de pinos. El ayuntamiento tiene parado el proyecto, y este verano, aunque en la zona se ha sufrido menos el azote del fuego que en otras ocasiones, varios peque?os incendios han castigado la finca La Alcaidesa y destruido un importante n¨²mero de pinos. Al tiempo, el despido por distintas causas de los varios guardas de la finca ha supuesto una fuerte intensificaci¨®n de la presencia de furtivos, con la consiguiente presi¨®n sobre la caza. ?sta es numerosa. Corzos, muflones y otras piezas de caza mayor constituyen la reserva de la zona, utilizada con frecuencia en los fines de semana como lugar de descanso y de caza por los propietarios.
Babuinos dispersos
Los trabajadores de la finca remitieron a este peri¨®dico a Jos¨¦ Rufino a la hora de obtener alguna informaci¨®n sobre la postura de La Alcaidesa, SA. ?ste explic¨® que el Banco Urquijo s¨®lo hace un a?o que compr¨® la finca y que ha intentado encontrar soluciones, pero sin respuesta por parte de las instituciones a las que ha pedido ayuda. La situaci¨®n, desagradable de por s¨ª, parece en camino de su definitiva degradaci¨®n por la ruptura del acuerdo entre Linden y la empresa. Los babuinos han comenzado a dispersarse de nuevo. Linden llora la ausencia de su chimpanc¨¦ preferido y se consume de soledad y desesperaci¨®n en su casucha, sin agua y sin luz, rodeado de los cuatro chimpanc¨¦s que le quedan, amenazado de desnutrici¨®n, sin vivero en el que apoyarse econ¨®micamente, so?ando con la forma de salir de ese agujero y recuperar su equipaje, depositado en Amsterdam (necesita 400.000 pesetas para ello). No sabe explicar si le ha sido o no renovado el permiso de residencia y la propia degradaci¨®n material en que est¨¢ sumido parece afectarle seriamente.
AGADEN, y en especial su hombre en Ubrique, Jos¨¦ Arroyo, constituyen ya el ¨²nico contacto de Linden y, por ende, de los babuinos, con el mundo exterior. Jos¨¦ Arroyo ha obtenido del Safari Park Vergel, de Alicante, la promesa de hacerse cargo de los babuinos, pero si antes alguien se encarga de su captura. En conversaci¨®n con este peri¨®dico, un representante del Safari Park Vergel se reafirm¨® en la oferta de hacerse cargo de los babuinos, e incluso del traslado, pero insisti¨® en carecer de medios para capturarlos.
El alcalde de San Roque desea que el tema se solucione, pero no tiene medios; el senador Jos¨¦ P¨¦rez Llorca, con sincero afecto personal hacia Linden, tampoco sabe por d¨®nde entrarle ya al tema. El ICONA, por boca de Germ¨¢n Garc¨ªa, afirma que ha hecho lo posible (habr¨ªa que a?adir que sin mucho acierto) y que ya no es competente. La recientemente creada Agencia de Medio Ambiente de la Junta de Andaluc¨ªa, AMA, es la ¨²ltima tabla de salvaci¨®n que parece quedar, pero la AMA acaba de crearse y a¨²n est¨¢ en fase de organizaci¨®n administrativa. Para cuando pueda intervenir, los babuinos podr¨¢n haberse dispersado de nuevo y qui¨¦n sabe qu¨¦ habr¨¢ sido de Linden, acosado por la indigencia y por los extra?os temores que le acechan.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.