Bernstein, un compositor de su tiempo
La Filarm¨®nica de Viena, bajo la direcci¨®n del m¨²sico norteamericano, y con Zimerman como solista, llega a Espa?a
El p¨²blico espa?ol va a ser testigo de un un extraordinario c¨®ctel musical compuesto por nombres como el de Leonard Bernstein, la Orquesta Filarm¨®nica de Viena y el pianista Krystian Zimerman. Un c¨®ctel por duplicado. El concierto de Madrid, en el teatro Real, comienza a las ocho de la tarde del martes, d¨ªa 30, con la Sinfon¨ªa n? 35, de Mozart, y Divertimento, de Bernstein. Concierto para piano y orquesta n? 2 en Si bemol mayor, op. 83, de Brahms forma la segunda parte. El concierto barcelon¨¦s, en el Palau de la M¨²sica, a las nueve de la noche del mi¨¦rcoles, d¨ªa 3 1, es diferente. En la primera parte, la Sinfon¨ªa concertante, op. 84, de Haydn, y el Divertimento. En la segunda, la Sinfon¨ªa n? 1, La Primavera, de Schumann.
La obra de Leonard Bernstein se escucha rara vez entre nosotros si exceptuamos, por supuesto, las bandas sonoras de On the town o West side story. La obertura de Candide fue programada por la Orquesta de RTVE en 1973 y mucho antes tuvimos ocasi¨®n de conocer, en la versi¨®n de sus creadores, Jer?me Robbins y su ballet, el mayor triunfo coreogr¨¢fico del compositor norteamericano: Fancy free, de 1944, un "perfecto ballet de car¨¢cter norteamericano" para Edwin Fenby en The Herald Tribune.
Dif¨ªcilmente se pondr¨¢n de acuerdo los cr¨ªticos y m¨²sicos serios a la hora de calibrar el talento del compositor Bernstein, tocados como est¨¢n del mal de la gravedad: la tan tra¨ªda, llevada y nunca explicada hondura. Sin embargo, Leonard Bernstein, un tanto al modo de Gershwin, acabar¨¢ representando con mayor fidelidad el esp¨ªritu de su tiempo y su pa¨ªs como muchos sinfonistas seudorom¨¢nticos y neovikingos, cuyas partituras engrosan los archivos de las editoriales.
La idea y el mismo t¨¦rmino de lo ecl¨¦ctico parecen inevitables al hablar de Leonard Bernstein. As¨ª, Gilbert Chase, en su M¨²sica en Estados Unidos, David Ewen (The world of twentieth century music) y tantos m¨¢s. Juan Carlos Paz prefiere apuntar al autor de West side story entre los cultivadores, a su modo, de la gebrauchmusik o m¨²sica utilitaria. Y la mayor¨ªa deciden perdonar la vida, m¨¢s o menos expl¨ªcitamente, a Bernstein en su condici¨®n de compositor scrio.
Quiz¨¢ el eclecticismo rr¨¢s que definitorio de Bernstein es condici¨®n natural de Estados Unidos en sus modos de vida y de cultura. Lo que Bernstein hace es no renunciar a ninguno de los componentes que condicionan su ideolog¨ªa, desde la herencia hebraica al jazz; desde el europe¨ªsmo centroeuropeo recibido de sus maestros -Reiner, Rodzinsky, Koussevitzky- hasta el jazz o el musical de Broadway; desde el amor por la ¨®pera hasta el entusiasm¨® por el cine y la televisi¨®n. En menos palabras, Bernstein es un hombre norteamericano de su tiempo dotado de un raro instinto y con una capacidad de liderazgo fuera de lo com¨²n. En sus pentagramas parecen entrar en conflicto valores religiosos (Jerem¨ªas, Misa para la inauguraci¨®n del Centro Kennedy de las Artes) y gestos deportivos.
Recuerdo un concierto de Bernstein con su orquesta neoyorquina en el Festival de Berl¨ªn el a?o 1960. Al d¨ªa siguiente de una de las habituales exaltaciones karajanianas, la aparici¨®n de Bernstein en el estrado suger¨ªa la de un jugador de rugby. Con ese esp¨ªritu toc¨® ¨¦l mismo al piano el Primer concierto de Beethoven. Cierta extra?eza ante la versi¨®n se convirti¨® en clamor despu¨¦s de su versi¨®n del Concierto para orquesta, de B¨¦la Bart¨®k.
Est¨¢bamos ante un hombre y un m¨²sico determinados por una nerviosa potencia y una imaginaci¨®n abierta y fascinante.
No otra cosa sucede al compositor. Dar con partituras como Fancy free, En la ciudad o West side story no es nada f¨¢cil. Ni tampoco articular, desde una emocionalidad que puede parecer convencional, pero que conmovi¨® a la mayor¨ªa, una Misa muy especial, como la que le encargara la Fundaci¨®n Kennedy.
Aunque no hubiera sido director -y director mitificado por el triunfo, la publicidad y la capacidad emprendedora-, Leonard Bernstein habr¨ªa hecho carrera de compositor: la suya y no otra, como todos -salvo los simuladores, que no faltan-. Impulsiva, azogada, vital; unificadora del ritmo, el color y las formas en un solo gesto; alegre y melodiosa como la de un Milhaud, y por,momentos, apesadumbrada como la de un Honegger, un Hindemith, un Bloch o un Shostakovitch.
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