Popper y los nuevos fil¨®sofos de la ciencia
Popper, que pas¨® tres d¨¦cadas de su vida intelectual recalcando sus distancias con los fil¨®sofos positivistas de la ciencia -con los que le confundieron un cierto aire de familia austriaco y el error de Carnap identificando su criterio de demarcaci¨®n con un criterio de significaci¨®n-, ha resultado, para las ¨²ltimas generaciones filos¨®ficas de los a?os setenta y ochenta, uno de los puntales m¨¢s firmes de la epistemolog¨ªa cl¨¢sica. Normativista frente a la reacci¨®n de los historiadores que s¨®lo creen posible describir el proceso real de desarrollo de las teor¨ªas cient¨ªficas, sin intentar imponerle reglas metodol¨®gicas; racionalista y empirista, convencido de que las teor¨ªas se aceptan o se rechazan mediante la cr¨ªtica y la confrontaci¨®n con hechos, no pod¨ªa aceptar la versi¨®n que dio Kuhn del paso de un paradigma cient¨ªfico a otro, como un proceso de conversi¨®n intelectual semejante a un cambio de moda literario o al abandono de la religi¨®n grecolatina por el cristianismo.De su amigo Carnap le separ¨® siempre la falta de deseo de considerar la metaf¨ªsica como un sinsentido, aunque ambos, a diferencia de Kuhn, Hanson o Feyerabend, creen posible distinguir claramente lo que es ciencia de las teor¨ªas no cient¨ªficas. Carnap fue debilitando sucesivamente sus criterios de demarcaci¨®n desde el principio de verificabilidad, pasando por la tesis de ser expresable en un lenguaje fisicalista, hasta llegar a la confirmabilidad por m¨¦todos inductivos y a la expresi¨®n del contenido emp¨ªrico de, una teor¨ªa por un enunciado de Ramsey. Popper, aun reconociendo que Carnap mejoraba con sus sucesivos criterios, no le acept¨® ninguno.
El principio de verificabilidad -propuesto primero por Wittgenstein- es, a la vez, excesivamente riguroso y excesivamente amplio: elimina interesantes programas metaf¨ªsicos de investigaci¨®n, pero debe admitir como significantes frases archimetaf¨ªsicas como "existe un esp¨ªritu personal omnisciente, omnipresente y omnipotente". Un lenguaje fisicalista ¨²nico para toda la ciencia no elimina, seg¨²n Popper, los enunciados metafisicos sobre existencia y adem¨¢s es necesariamente incompleto, como demostraron los teoremas de G?del. Por ¨²ltimo, la ciencia no busca proposiciones con un alto grado de probabilidad, determinado inductivarnente, sino hip¨®tesis muy ricas en contenido y, por tanto, muy improbables a priori, que resistan los intentos m¨¢s s¨¢dicos de refutarlas.
Trabajo demoledor
Estas actitudes, por las cuales Neurath consagr¨® amablemente al Popper de los primeros tiempos como la "leal oposici¨®n oficial al C¨ªrculo de Viena", le han hecho aparecer como un cl¨¢sico y le han ganado la desconsideraci¨®n de los historicistas y anarquistas metodol¨®gicos. Su ex disc¨ªpulo Feyerabend -que niega haberlo sido y dice que "s¨®lo asist¨ªa a sus clases"- pone en boca de quien le representa, en un di¨¢logo galileano: "Popper no es un fil¨®sofo, sino un maestro de escuela; por eso le quieren tanto los alemanes".
Los historiadores de la ciencia de los sesenta hicieron un trabajo demoledor para las concepciones de Carnap y Popper, pero no presentaron una alternativa que cumpliese las exigencias b¨¢sicas del racionalismo y del gusto por la precisi¨®n en el pensamiento filos¨®fico. Demostraron, con ejemplos de la pr¨¢ctica cient¨ªfica y dejando poco lugar a dudas, que la reducci¨®n de las teor¨ªas a una base observacional pura que hab¨ªa intentado Carnap, primero con su reconstrucci¨®n del mundo en un lenguaje fenomenalista o fisicalista y luego con la prestidigitaci¨®n debida a Ramsey, no es posible; adem¨¢s demostraron que incluso acumulaciones formidables de anomal¨ªas y refutaciones emp¨ªricas de una teor¨ªa no hacen que se la deseche, como exigir¨ªa el severo rigor del modus tollens de Popper.
Pero, a fin de cuentas, los historicistas resultaron bastante est¨¦riles -fuera, claro, de la historia-, abandonaron todo intento normativo y fueron interpretados como introductores de un sesgo irracionalista: los f¨ªsicos se convierten, sin que se pueda justificar por qu¨¦, de un paradigma a otro.
Kuhn mismo termin¨® por cansarse en 1978 -en su historia de la teor¨ªa del cuerpo negro y la discontinuidad cu¨¢ntica- de usar su propio aparato conceptual y terminol¨®gico, y Feyerabend se entreg¨® con fruici¨®n al dada¨ªsmo y al anarquismo filos¨®fico.
En los a?os sesenta y ochenta, la afici¨®n a la l¨®gica, a la precisi¨®n y al racionalismo en filosof¨ªa de la ciencia, introducida por Russell, Carnap y Popper, ha demostrado que se hab¨ªa asentado de manera muy profunda como ideal de la epistemolog¨ªa. La reacci¨®n a la breve reacci¨®n historicista ha emergido con una potencia impresionante, aunque no completa y acabada, como Atenea de la cabeza de J¨²piter, sino como un nuevo enfoque estimulante y prometedor para abordar los viejos problemas y los exagerados dilemas planteados por la confrontaci¨®n entre normativistas e historicistas. Como todo progreso, una gran parte de los fil¨®sofos de la nueva generaci¨®n, iniciada por Sneed y Stegm¨¹ller, y que cuenta con una vanguardia hisp¨¢nica con Ulises Moulines y J. Moster¨ªn, intenta una s¨ªntesis que incorpore lo m¨¢s original y profundo de las escuelas anteriores.
El modelo c¨®smico
Para los cl¨¢sicos como Popper, las teor¨ªas se aplican al universo entero (al modelo c¨®smico). En cuanto una aplicaci¨®n resulta falsa, la teor¨ªa queda refutada y debe sustituirse. La historia es un cementerio de teor¨ªas refutadas, y la pr¨¢ctica cient¨ªfica, una revoluci¨®n permanente. Todas las teor¨ªas pasadas son falsas y las presentes lo ser¨¢n veros¨ªmilmente; sin embargo, las m¨¢s modernas representan un progreso sobre las m¨¢s antiguas, en alg¨²n sentido dif¨ªcil de justificar, puesto que son todas igualmente falsas.
Esto choca con la idea, que todos mantenemos, de que teor¨ªas como la mec¨¢nica o el electromagnetismo cl¨¢sicos conservan permanentemente su validez en un dominio determinado para el cual fueron desarrollados y gozan de buena salud para las aplicaciones cotidianas. Adem¨¢s estamos convencidos de que hay un progreso acumulativo en la ciencia.
Para la nueva escuela de fil¨®sofos, una teor¨ªa debe siempre ir acompa?ada por un conjunto de modelos o aplicaciones propuestos. ?sta es la aportaci¨®n m¨¢s sustancial de Sneed, al lado de otras m¨¢s instrumentales o secundarias, como que es m¨¢s pr¨¢ctico y f¨¢cil reconstruir las proposiciones cient¨ªficas en el lenguaje de la teor¨ªa informal de conjuntos que en un lenguaje formalizado de primer orden, como quer¨ªa Carnap. Esto ¨²ltimo dar¨¢ a la filosof¨ªa de la ciencia m¨¢s el aspecto de la reconstrucci¨®n de la matem¨¢tica por el colectivo Bourbaki que el indigesto de los Principia mattem¨¢ticos o de la metamatem¨¢tica de Hilbert. Toda teor¨ªa pretende un dominio de validez limitado o, dicho de otro modo, es una aproximaci¨®n limitada a la realidad. Una vez que se desarrolla una teor¨ªa con aplicaciones v¨¢lidas retiene permanentemente un status de verdad limitada que progresos ulteriores no le arrebatar¨¢n ya. Vuelve a reivindicarse una idea de progreso acumulativo que las visiones rom¨¢nticas de la ciencia revolucio.naria hab¨ªan desacreditado, sin ofrecer una alternativa s¨®lida e instal¨¢ndose en contemplar una sucesi¨®n de teor¨ªas falsas, pero cada vez mejores.
Seg¨²n Sneed, una teor¨ªa se sustituye no cuando falla una de sus aplicaciones, sino cuando falla en el dominio paradigm¨¢tico o propio para el que fue inicialmente desarrollada -nada m¨¢s justo-, o cuando aparece otra con un dominio de aplicaciones m¨¢s amplio. Nada m¨¢s pr¨¢ctico y razonable.
Es todav¨ªa pronto para juzgar si la fecundidad todo gris de los sneedianos conseguir¨¢ disolver los viejos problemas a los que Popper ha dedicado su vida ?ntelectual. Que bastantes de ellos van a resistirse, parece evidente. Por ejemplo, el problema inductivista de qu¨¦ clase de confirmaci¨®n tienen las teor¨ªas que han resultado en el pasado aplicarse v¨¢lidamente a unos modelos determinados. O tambi¨¦n el de si Kuhn, sneedificado por Stegm¨¹ller, no ser¨¢ un intento vano de hacer preciso lo esencialmente vagoroso con una serie formidable de bautizos terminol¨®gicos.
Miguel Boyer es ministro de Econom¨ªa y Hacienda.
Babelia
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