La rebeli¨®n de la piel
No se puede saber todav¨ªa si Chester Himes quedar¨¢ en la historia de la literatura universal. ?l mismo dec¨ªa que escrib¨ªa por dinero, pero tal vez esta afirmaci¨®n pudiera ser contrarrestada por los hechos de sus dif¨ªciles principios, cuando empezaba a escribir en el presidio, con la ambici¨®n no tanto de conseguir su libertad como de testimoniar la injusticia que all¨ª se le hab¨ªa perpetrado. No la de la violencia inicial de sus atracos frustrados, sino la de la desproporci¨®n de la condena que as¨ª ven¨ªa a testimoniar el injusto lugar donde su piel le hab¨ªa colocado.As¨ª, sus primeras novelas segu¨ªan la pauta de la rebeli¨®n de los escritores negros norteamericanos, lejos ya de la blandura ternurista y falsamente justiciera de La caba?a del t¨ªo Tom, y cerca de las protestas de un Langston Hughes y sobre todo del gran rebelde Richard Wright. Eran los a?os en los que Jean-Paul Sartre elevaba la figura de Wright a paradigma de la literatura universal, cuando con Si grita, d¨¦jale, la autobiograf¨ªa de La tercera generaci¨®n, el erotismo de El primitivo y Pinktoes y el sindicalismo in¨²til de La cruzada solitaria, Chester Himes recobraba la desdichada conciencia de s¨ª mismo.
Himes comprob¨® personalmente el fracaso de Richard Wright, ya en Par¨ªs, y s¨®lo el hallazgo de Marcel Duhamel le encamin¨® hacia los senderos de la novela de g¨¦nero, creando un apocalipsis policial entre negros y blancos donde apenas queda t¨ªtere con cabeza, con las figuras de Ata¨²d y el Sepulturero, dos inspectores negros en Harlem, que acabar¨¢n muriendo, desfigurados y cicatrizados, poco antes de que lo haga su propio autor. Pero antes, retirado durante tres lustros en Alicante, Himes nos habr¨¢ concedido una autobiograf¨ªa excepcional, que el escaso olfato de nuestos editores ha dejado virgen en castellano, en torno a este escritor medianamente conocido en nuestro pa¨ªs, que se autocalificaba como "el primer escritor franc¨¦s que no sab¨ªa franc¨¦s". Pues Francia le otorg¨® la fama y Espa?a el refugio, mientras su propio pa¨ªs, los Estados Unidos, le expulsaba de su seno. Por la piel.
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