Publicada la versi¨®n ¨ªntegra de un informe censurado sobre la colonizaci¨®n de Am¨¦rica
El jesuita Jos¨¦ de Acosta describe los excesos de los espa?oles
El informe del misionero espa?ol Jos¨¦ de Acosta, De Procuranda Indorum Salute, sobre la colonizaci¨®n de Am¨¦rica por los espa?oles ha sido publicado por primera vez con los textos censurados en su d¨ªa por Roma y la Compa?¨ªa de Jes¨²s. El libro, escrito en 1576, describe algunas crueldades a las une eran sometidos los indios, aunque los historiadores que hallaron el manuscrito en la universidad de Salamanca advierten que "Acosta no pretende ofender ni denigrar a Espa?a".
La publicaci¨®n de este libro forma parte de un programa de tres colecciones de investigaciones sobre el descubrimiento, conquista y colonizaci¨®n espa?ola de Am¨¦rica, con el que el Consejo Superior de Investigaciones Cient¨ªficas (CSIC) conmemorar¨¢ el V centenario. Acosta s¨®lo "trata de repartir responsabilidades entre conquistadores y conquistados y saca las ¨²ltimas consecuencias para una nueva pol¨ªtica colonial", explica un miembro del equipo que ha dirigido el historiador Luciano Pere?a, investigador del CSIC. Ciertos actos de los indios eran considerados abominaciones por los espa?oles. "Nuestros soldados" -arguye en su texto Acosta- "se indignaban y sublevaban cuando o¨ªan referir estas monstruosidades o las ve¨ªan con sus propios ojos. Se cre¨ªan a s¨ª mismos vengadores just¨ªsimos de tales cr¨ªmenes y se gloriaban de haberse mostrado crueles con la espada, a sangre y fuego, contra los abominables violadores de la naturaleza"."Todo el mundo est¨¢ de acuerdo en que los indios que m¨¢s tratan con los espa?oles son los que tienen costumbres m¨¢s depravadas", dice el texto de Acosta. "Es voz com¨²n que los llamados yanaconas, educados en las casas y al estilo de los espa?oles, aventajan a los dem¨¢s en todo g¨¦nero de maldades. ?Qu¨¦ decir cuando a los propios encomenderos, a cuya confianza y cuidados se ha encomendado a los indios, se les ha prohibido a veces por ley que no vivan mucho tiempo entre sus indios?".
Tanta crueldad
"De todos es sabido", a?ade, "que cuando se env¨ªan jueces y visitadores de trabajo, tambi¨¦n ellos se aprestan a expoliar a estos desgraciados, y que m¨¢s se preocupan de su propia bolsa que de protegerlos. De tal manera estos hombres indefensos est¨¢n siendo presa de todos, que da la impresi¨®n de que no se trata tanto de restituirles lo que es suyo cuanto de decidir qui¨¦n tiene m¨¢s derecho a saquearles".En el cap¨ªtulo La violencia, grave perjuicio para La fe, uno de los m¨¢s mutilados por la censura, el jesuita se muestra muy preocupado por aqu¨¦lla: "Es justamente lo que ocurre con la naci¨®n india: como no ha recibido el Evangelio con sinceridad y libertad, sino bajo coacci¨®n y fraude, puesto que se ha pretendido persuadir m¨¢s con la espada que con la palabra; no con la inocencia y -doctrina de los predicadores, sino con la crueldad y temor de los soldados, no hay palabras para expresar cu¨¢nto se ha endurecido en su infidelidad, hasta qu¨¦ punto es pura apariencia y barniz el nombre de religi¨®n cristiana que ostenta. En consecuencia, tan pronto como piensan que nadie les ve, se vuelven a las vanas tradiciones de sus antepasados".
De Procuranda Indorum Salute es uno de los 15 libros publicados en la colecci¨®n Corpus Hispanorum de Pace. Las otras dos colecciones son una Monumenta hispano indiana, y Tierra nueva e cielo nuevo. Jos¨¦ de Acosta redact¨® De Procuranda Indorum Salute en 1576, cuando era superior provincial de la Compa?¨ªa de Jes¨²s en Per¨². Despu¨¦s de pasar all¨ª quince a?os y dos en M¨¦xico e islas del Caribe, present¨® su libro a Felipe II, en 1588. El libro hab¨ªa sido sometido a censura, primero, por un profesor de teolog¨ªa en el Colegio Romano, y luego por el provincial de la Compa?¨ªa en Toledo, por expresa recomendaci¨®n del general de los jesuitas, Claudio Aquaviva.
Madres torturan hijos
El padre Acosta relata c¨®mo en Per¨², durante la guerra contra los incas, "se acostumbraba a exponer en la plaza p¨²blica a las mujeres en lo alto, que sosten¨ªan a sus propios beb¨¦s, asimismo colgados de sus pechos taladrados, para que en el mismo suplicio las madres estranguladas se vieran obligadas a ser la horca de sus hijos. ?Ejemplo inaudito de crueldad!". Un compa?ero del sacerdote encontr¨® una suerte de cueva con abundantes huesos humanos: eran los restos de los indios muertos en los a?os anteriores. Grupos de hasta cien indios o m¨¢s se agruparon all¨ª, temerosos de los espa?oles, y se dejaron morir.El sacerdote cita a un cargo espa?ol en Am¨¦rica que se lamentaba de que los peninsulares que cruzaban el oc¨¦ano eran quienes no hab¨ªan encontrado mejor acomodo: "Nos tenemos que conformar con los cargos de ac¨¢ como la ¨²ltima y m¨¢s despreciable posibilidad de promoci¨®n".
Aunque el padre Acosta considera que "es evidente que los nuestros pueden exigir tributos a los indios", critica a quienes se jactan de ello. "Semejante estolidez no puede haberse debido m¨¢s que a la incapacidad e ignorancia de los sacerdotes unida a la insolencia de los soldados". El sacerdote se conmueve ante los gemidos de los indios, que "se lamentaban, llorando amargamente, de que se les impon¨ªan mayores tributos y, a la vez, se les exig¨ªa trabajar en la construcci¨®n de fortalezas y suministrar vituallas abundantes a los directores e inspectores de las obras. Se les quitaban a la fuerz¨¢ sus ovejitas y hasta sus m¨¢s andrajosas vestiduras y se les impon¨ªan otras cargas tan amargas que sus situaci¨®n conmover¨ªa incluso a los esp¨ªritus m¨¢s duros e inhumanos. Ve¨ªamos c¨®mo incluso los m¨¢s principales de su pueblo recib¨ªan palizas y se les azotaba p¨²blicamente con varas en presencia de los suyos". Y el sacerdote se lamenta: "?Espa?oles! Trat¨¢is inicuamente a vuestros siervos, incluso aunque teng¨¢is a gala decir que no son siervos".
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