Perplejidad y experimentaci¨®n / 1
A pesar de la precariedad del mensaje de izquierdas, el autor de este art¨ªculo intenta asir el problema por otro lado: ?qu¨¦ ofrecen realmente los gobiernos de derechas? Desde esta perspectiva, sin escatimar cr¨ªticas al gobierno socialista, asegura que nunca Espa?a hab¨ªa tenido un ejecutivo m¨¢s progresista que el actual.
Si Sartre dec¨ªa en los a?os cincuenta que si no pod¨ªa ser comunista, no pod¨ªa tampoco no ser comunista, hoy los intelectuales progresistas occidentales se declaran en su mayor¨ªa anticomunistas y ejercen activamente el antisovietismo. El socialismo democr¨¢tico gobernante en una Europa en crisis y en unas sociedades que se hab¨ªan acostumbrado a la abundancia, rotas ahora por mil corporativismos, ha renunciado a promover grandes cambios y opta por gestionar lo que queda de los felices sesenta como puede. ?Qu¨¦ es, para qu¨¦ sirve, entonces, la izquierda? No queremos ni sabemos probablemente contestar. Nos gustar¨ªa colocarnos en otra perspectiva. ?Qu¨¦ es, qu¨¦ ofrece la derecha? Ya est¨¢ bien de sentirse acusado, de situarse a la defensiva, de culpabilizarse por el pasado, de angustiarse por el futuro, de acomplejarse cuando se asume con realismo y responsabilidad el presente. O, dicho de otra forma: cuando el delirio imperialista religioso de Reagan amenaza el ejemplo de dignidad que es el pueblo de Nicaragua, cuando Pinochet encarcela y deporta a los mejores ciudadanos chilenos 11 a?os despu¨¦s de asesinar a Allende, y cuando en Polonia se persigue a los trabajadores y a los intelectuales por ejercer los derechos m¨¢s elementales, en todos estos casos sabemos que todo esto es la derecha. Ser de izquierda es combatirlo con todas sus fuerzas.La derecha critica duramente la experiencia socialista francesa. ?Cu¨¢l es la alternativa? En el Reino Unido la pol¨ªtica conservadora de la se?ora Thatcher ha producido m¨¢s de tres millones de parados y no ha dudado en matar fr¨ªa e in¨²tilmente en las Malvinas. ?Qu¨¦ har¨¢ la derecha en Francia si vence en las pr¨®ximas elecciones? Presumiblemente, si nos atenemos a lo que sus l¨ªderes declaran, restablecer la pena de muerte, liberar los precios y los despidos, disminuir las prestaciones de la Seguridad Social, devolver al sector privado aquella parte del sector p¨²blico que sea rentable, apoyar a la escuela religiosa y estimular las actitudes m¨¢s insolidarias (el acuerdo creciente del centro y de la derecha con la extrema derecha racista es m¨¢s que revelador). Lo m¨¢s curioso es que en nombre del liberalismo se ataca en el pa¨ªs vecino una pol¨ªtica que ha sido y es liberal en el mejor sentido: desarrollo de las libertades y de los derechos civiles (por ejemplo, sobre la mujer), descentralizaci¨®n, mayor pluralismo radiotelevisivo, apoyo a la econom¨ªa social, etc¨¦tera. Y se las ataca con una agresividad que no presagia nada bueno, hasta tal punto que un centrista sensato ha dicho: "Frente a un Gobierno socialista que se ha convertido en razonable se corre el riesgo de que lo sustituyan un centro y una derecha que est¨¢n dejando de serlo".
?Y en Espa?a? La moda intelectual es descalificar al Gobierno socialista: o bien porque no hace una pol¨ªtica de izquierda, o bien porque la izquierda es necesariamente de oposici¨®n. Ante todo es necesario, recordar que nunca Espa?a hab¨ªa tenido un Gobierno m¨¢s progresista que el actual, que hoy la democracia aparece m¨¢s consolidada que antes y que, pensando en el pr¨®ximo futuro, cualquier alternativa posible aparece como m¨¢s retr¨®gada y m¨¢s desestabilizadora. Dicho esto, por elemental principio de realidad hay que a?adir que la gente de izquierda no estamos contentos. Y, creo yo, tenemos raz¨®n en no estarlo.
La desaz¨®n de la gente de izquierda no es algo espec¨ªfico de los espa?oles ni de los intelectuales. Es m¨¢s general y m¨¢s grave. Son las grandes mayor¨ªas las que, en el mundo occidental, parecen insatisfechas o desconfiadas ante las propuestas y las opciones electorales de izquierda. Hay algunas excepciones (Suecia, Austria), pero nada puede hacemos olvidar la aplastante victoria de Reagan; la consolidaci¨®n, a pesar de todo, de la Thatcher; el que de nuevo los democristianos gobiernen en la Rep¨²blica Federal de Alemania (RFA); la imposibilidad de construir una alternativa de izquierda en Italia (a pesar de que el PCI haya alcanzado la mayor¨ªa relativa); y la unidad que se respira en Francia a la hora de vaticinar el triunfo del centro y de la derecha en las pr¨®ximas elecciones. El caso franc¨¦s resulta dram¨¢tico para la izquierda. Hagan lo que hagan, retroceden. Primero fue la uni¨®n de la izquierda, con una pol¨ªtica econ¨®mica expansiva y redistributiva. Luego se opt¨® por el rigor econ¨®mico. El nuevo Gobierno Fabius, modernista, tecnocr¨¢tico abierto hacia el centro, con los comunistas pr¨¢cticamente en la oposici¨®n. No importa. El Gobierno y los socialistas retroceden; los comunistas, tambi¨¦n. ?Qu¨¦ hacer, Dios m¨ªo, qu¨¦ quiere la gente?
En Espa?a no ocurre lo mismo. El electorado no est¨¢ para bromas demasiado parecidas al neofranquismo, ni para combinaciones entre el hombre de negocios y el catalanismo. No hay, pues, alternativa, pero hay descr¨¦dito de la pol¨ªtica, desinter¨¦s respecto a la acci¨®n del Gobierno, pasividad social. Si ya los fundadores de la Rey
p¨²blica americana dec¨ªan que "la inercia de un pueblo es la principal debilidad de la democracia", hoy habr¨ªa que a?adir que sin su participaci¨®n activa no parece probable salir del actual embrollo, ni imponer una pol¨ªtica de paz en el mundo, ni salir de la crisis econ¨®mica en cada pa¨ªs. Y si ahora a¨²n no hay alternativa a la derecha, si no se hace algo m¨¢s, acabar¨¢ habi¨¦ndola. ?Qu¨¦ nos hace falta entonces? Ser¨ªa presuntuoso y casi rid¨ªculo ofrecer el proyecto salvador, pero uno ya est¨¢ cansado de los art¨ªculos que siempre terminan donde deber¨ªan empezar. Para concluir que hay que reflexionar y debatir no vale la pena escribir nada. A la izquierda le hace falta la reflexi¨®n y el debate, lo cual requiere capacidad de propuesta y disponibilidad para la experimentaci¨®n. Ya que hoy vuelve la moda del empresario (por cierto, nos parece muy bien que la izquierda valorice la figura del emprendedor, no la del rentista), recu¨¦rdese que el empresario es el que tiene proyectos y empuje para tirarlos adelante, no el poseedor del capital. Y como tampoco se trata de dejarse llevar por la ola de irracionalidad en la que se refugian tantos antiguos izquierdistas, optemos por el camino cient¨ªfico de la experimentaci¨®n. La izquierda gobernante sondea la opini¨®n y gestiona la realidad. Ella misma quiz¨¢ debe proponer proyectos innovadores y experimentar nuevos modos pol¨ªticos. Se impone crear una nueva cultura de la izquierda para finales de siglo; conviene practicar una pol¨ªtica que no defraude ni aleje a la ciudadan¨ªa; se requiere una organizaci¨®n que sea algo m¨¢s que un aparato electoral y el inevitable purgatorio de cargos pasados o futuros.
es teniente de alcalde y vicepresidente de la comisi¨®n de Descentralizaci¨®n Municipal y Participaci¨®n Ciudadana del ayuntamiento de Barcelona. Milita en el PSUC.
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