La URSS acab¨®, a base de canastas de tres puntos y con su poder¨ªo reboteador, con la resistencia del Real Madrid
La sombra de Sabonis es larga y afilada. La de Tchatchenko es una sombra abrupta. La de Sabonis te hace pensar en un estilete, una acci¨®n r¨¢pida e hiriente, un corte seguro y mortal. La de Tchatchenko simula el paso de un elefante, un muro inamovible que se te echa encima y que te pisar¨¢ como se mata a una hormiga, sin piedad. As¨ª debi¨® pensar Fernando Mart¨ªn cuando, en acciones f¨¢ciles, cerca del tablero, esperaba un par de segundos antes de lanzar el disparo. ?Qu¨¦ hace Mart¨ªn que no tira?. Mart¨ªn miraba de reojo la llegada de una sombra, de cualquier sombra, afilada o no. Finalmente, Sabonis salt¨® limpiamente para machacar un tanto y en su mate son¨® el ruido de un flash y el tablero cristaliz¨®. Sensacional. F¨ªlmico.Como un estilete, Sabonis hizo el corte y sus compa?eros abrieron la herida para que el Real Madrid se desangrara. Todo fue r¨¢pido y a borbotones, los que semejan una sangr¨ªa a base de cinco canastas de tres puntos consecutivas. 15 puntos donde hubo que haber sumado 10 y gracias. Entretanto, Fernando Mart¨ªn hab¨ªa fallado tres tiros relativamente c¨®modos por actuar sobrecogido. En dos minutos, la selecci¨®n sovi¨¦tica rebas¨® los 10 tantos de diferencia y el Real Madrid qued¨® aplastado, con el rostro de Corbal¨¢n y sus compa?eros fiel reflejo del determinismo.
Ante unos tiros tan infalibles y la contundencia reboteadora de Sabonis y Tchatchenko, no hab¨ªa nada que hacer. S¨®lo unos minutos despu¨¦s, una aparente lesi¨®n de Sabonis movi¨® al t¨¦cnico Gomelski a sustituirle por Bellosteni, otro gigante pero de aparencia m¨¢s humana, dir¨ªase que incluso bondadosa. Bellosteni acostumbra a perdonar, pero sus colegas sovi¨¦ticos en la zona, no. Entonces, Corbal¨¢n dio gritos de ¨¢nimo y pareci¨® pensar en intentar remontar. Pero la esperanza dur¨® s¨®lo dos minutos, porque Gomelski volvi¨® a sacar a Sabonis, se?al ¨¦sta de que la URSS se tom¨® el encuentro muy en serio. Tchatchenko jug¨® los 40 minutos y eso no es normal. Indica, al menos, mucho respeto al rival.
El Real Madrid dur¨® 20 minutos a base de una buena defensa y un juego de ataque muy estudiado. Robinson brill¨® por su movilidad y contribuy¨® a cortar pases y robar algunos balones. Gomelski fue poniendo a sus tiradores en juego hasta encontrar la f¨®rmula ideal, es decir, no cej¨® un s¨®lo instante de poner toda su artiller¨ªa a punto y Iovasisha, Enden, Tarakanov, Kurtinaitis y Khomithius fueron altern¨¢ndose en la cancha.
Enfrente, Iturriaga quedaba en el banquillo ligeramente lesionado del encuentro ante el New Jersey y Biriukov le sustitu¨ªa en un buen partido. Los pases a los p¨ªvots se hac¨ªan por bajo y desde la l¨ªnea lateral, para motivar un segundo pase, provocar una personal o intentar el tiro. Siempre exist¨ªa el peligro de un tap¨®n represivo y hasta humillante, como alguno de los dos que recibi¨® Robinson, pero se mantuvo el tipo en el marcador, lo que parec¨ªa suficiente. Un descuido ingenuo a falta de seis segundos motiv¨® que no se llegara al descanso con empate (43-45) cuando el Madrid se sent¨ªa vencedor moral en ese per¨ªodo porque hab¨ªa incluso acortado diferencias en algunos momentos, mostrando capacidad de reacci¨®n. La defensa funcion¨® muy bien con el coste ejemplar de s¨®lo seis personales, de las cuales tres correspondieron a Mart¨ªn.
Pero, en el segundo tiempo todo acab¨® cuando, en unos momentos de cierto relajamiento, se produjeron tres fallos casi consecutivos en ataque, tres errores hasta cierto punto f¨¢ciles, que coincidieron con un per¨ªodo de milim¨¦trica exactitud en el lanzamiento de los sovi¨¦ticos. Sabonis y Tchatchenko no intervinieron en esa fase, y el p¨²blico ovacion¨® boquiabierto un tap¨®n de Romay a Tchatchenko.
Sut¨ªlmente, Iovaisha tir¨® dos veces desde casi 7 metros con tranquilidad y meti¨® la pelota, Enden hizo lo mismo unos segundos despu¨¦s, Valters no quiso perderse esa peque?a fiesta y Komithius redonde¨® el asunto. La URSS se march¨® en el marcador irremediablemente, sin posible contestaci¨®n, ante la impotencia de los jugadores madridistas que dieron ya el partido por sentenciado.
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