La batalla de un estreno
Cuando Margarita Xirgu abri¨® su temporada en el teatro Espa?ol, en octubre de 1934, se liquidaban duramente las revoluciones populares que culminaron con la de Asturias. La Rep¨²blica atravesaba por el bienio negro del Gobierno de Lerroux: el ministro de la Guerra era el notario Diego Hidalgo, pero en realidad la represi¨®n la mandaba el general Franco, que se adiestraba para el futuro. Mientras se ensayaba Yerma, se celebraban consejos de guerra y se dictaban penas de muerte. Las c¨¢rceles estaban llenas de presos pol¨ªticos.El d¨ªa antes del estreno, el 28 de diciembre, se puso en libertad a Manuel Aza?a, que encontr¨® refugio en Barcelona en casa de Margarita Xirgu (que le hab¨ªa estrenado su obra La corona siendo jefe del Gobierno). Lorca hab¨ªa sido uno de los firmantes del manifiesto pidiendo su libertad. Y as¨ª sucedi¨® que Yerma se convirti¨® en un acontecimiento pol¨ªtico, y su estreno, en una batalla.
El pateo, las protestas, los gritos en contra hicieron intervenir a la fuerza p¨²blica, aunque se llegara al final a un apoteosis, del que no se puede descartar una reacci¨®n tambi¨¦n pol¨ªtica de la izquierda. La condici¨®n de Yerma como obra pol¨ªtica no aparece hoy, directamente, en su lectura. Sin embargo, en los gritos de protesta y en las cr¨ªticas de la derecha publicadas en los d¨ªas siguientes est¨¢n los argumentos para calificarla como una obra de la izquierda. Denunciaban inmoralidad, blasfemias, lenguaje soez y grosero, agresiones contra la religi¨®n y contra Espa?a, materialismo.
No es dif¨ªcil reconocer las mismas frases en las protestas, denuncias y prohibiciones que se est¨¢n haciendo en estos mismos d¨ªas contra algunas obras de teatro, como las de Els Comediants o Els Joglars. la derecha es tan eterna como tozuda. No puede sorprender que las mismas personas o medios que repiten esos argumentos contra obras actuales recuperen en cambio a Yerma y a Lorca y mantengan la idea de que est¨¢n fuera de la pol¨ªtica: forma parte del mismo cuadro. Una apropiaci¨®n hasta de sus mismas v¨ªctimas cuando ¨¦stas est¨¢n m¨¢s all¨¢ de la discusi¨®n; tratan de enriquecer su patrimonio y, al mismo tiempo, de disminuir el de la izquierda.
Ian Gibson, quiz¨¢ por su forma de ver Espa?a con la fecunda simultaneidad lejos-dentro, bi¨®grafo de la vida y de la muerte de Lorca, es una de las pocas personas que han sabido decir que el autor fue un hombre pol¨ªtico en su tiempo. Como fue pol¨ªtica Margarita Xirgu, y el hecho de que uno fuera asesinado y la otra no s¨®lo enviada al exilio, sino reiteradamente impedida de regresar a Espa?a, son hechos fuera de azar, y no se puede decir que estuvieran producidos por la represi¨®n indiscriminada o la oleada de pasiones irracionales de una guerra civil. Formaban parte de un designio, de una deliberaci¨®n, creados por la misma ideolog¨ªa de represi¨®n que se ensayaba en la temporada del estreno y que culminar¨ªa 17 meses despu¨¦s. Una pol¨ªtica.
Una obra pol¨ªtica
En cuanto a la idea de que Yerma pueda ser una obra pol¨ªtica en s¨ª misma, hay algunos rasgos que pueden definirla. En primer lugar, es pol¨ªtico todo aquel que tiene enemigos mortales pol¨ªticos, y ya se ha dicho c¨®mo fue la definici¨®n cr¨ªtica de la derecha. En segundo lugar, estaba abierta la brecha entre las dos Espa?as, que ya entonces ten¨ªan conatos de guerra civil: hab¨ªa una Espa?a tradicional, militante y luego triunfante, y una Espa?a que protestaba contra esa tradici¨®n que se convert¨ªa en opresora, en negativa, en concepto de clase. Parte de esa lucha estaba en el teatro, que entonces ten¨ªa un mayor valor de portavoz de ideas, y. no es ajeno a este enfrentamiento pol¨ªtico el hecho de que en 1933 Pem¨¢n hubiera estrenado El divino impaciente, y Marquina, Santa Teresa, y en 1934 tambi¨¦n Pem¨¢n hubiera dado Cisneros.
El teatro de Garc¨ªa Lorca, como el de Alberti o el de Casona (1934 fue tambi¨¦n el a?o de La sirena varada), formaban parte de esa batalla. En el enfrentamiento estaba tambi¨¦n una cuesti¨®n de est¨¦tica y de arte dram¨¢tico. Alguna vez se habl¨® de una Rep¨²blica de intelectuales, y efectivamente lo fue, y esa irrupci¨®n de intelectuales valios¨ªsimos y brillantes romp¨ªa una est¨¦tica atrasada: sobre todo, daba paso en el teatro a los escritores, en contra de la ley del c¨ªrculo sagrado, que lo reservaba a los autores de oficio y carpinter¨ªa.
Una gran parte de esa apertura se deb¨ªa personalmente a Margarita Xirgu, que es probablemente la persona que m¨¢s ha hecho por la renovaci¨®n inteligente del teatro espa?ol -otra mujer, otra catalana, ha intentado lo mismo en circunstancias mucho m¨¢s dif¨ªciles: N¨²ria Espert, protagonista de una Yerma renovadora y, el s¨¢bado, lectora de ese papel, con Aurora Bautista-, con la incorporaci¨®n de Valle-Incl¨¢n, de Unamuno, de Aza?a, de Lorca, de Raf¨¢el Alberti-. Todo esto formaba parte de una lucha que ten¨ªa caracter¨ªsticas muy pol¨ªticas.
No se puede decir en ese contexto que Yerma fuese una obra inocente. Por eso sobrevive y es universal. M¨¢s all¨¢ de su tema. La tragedia de la mujer est¨¦ril, la angustia de la hembra con vientre de sal, tienen hoy condiciones y consideraciones totalmente distintas: la forma tr¨¢gica de enfrentarse con el destino hasta quiz¨¢ dominarlo no basta tampoco ahora. En cambi¨®, trascienden de la obra un lenguaje y unas situaciones, y ¨¦sas no son inocentes: hay una impregnaci¨®n que es la que la hace eterna.
Una manera de enfrentarse con el sentido de la honra; con la masculinidad y con la herencia; una audacia frente a la religi¨®n como parte de un dominio de las costumbres, y frente a las costumbres descritas como opresi¨®n; un concepto de la sexualidad; una cr¨ªtica de la relaci¨®n hombre-mujer... Toda esta informaci¨®n continua sobre el fondo de una Espa?a caduca que no era el tema directo y teatral de la obra no pas¨® inadvertida entonces, y tiene hoy toda la viveza de una gran obra literaria: est¨¢n ah¨ª los antecedentes que ir¨ªan a formar la verdadera obra maestra de Lorca, La casa de Bernarda Alba, donde los valores de pol¨ªtica social tendr¨ªan toda su exaltaci¨®n. Todo ello iba a formar parte de la muerte de Lorca, del asesinato de la Rep¨²blica de intelectuales y del ahogo de una renovaci¨®n en los contextos espa?oles.
Babelia
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