Marginaci¨®n pol¨ªtica
Hay pobreza en Espa?a, reflexiona el autor de este trabajo, que se declara impresionado por una reciente emisi¨®n televisiva y la lectura de unas estad¨ªsticas sobre este problema. Se calcula que hay en nuestro pa¨ªs ocho millones de pobres, de los cuales la situaci¨®n de la mitad es grave.
Acabo de ver, en uno de los pocos espacios televisivos que merecen la pena, un informe sobre la pobreza, la marginaci¨®n y el abandono de tina zona de la provincia de Badajoz. Me ha puesto de punta los pelos del alma. Luego he devorado un n¨²mero extraordinario de la revista Documentaci¨®n Social, editada por C¨¢ritas Espa?ola, dedicado a 'Pobreza y marginaci¨®n. Es un estudio financiado por la Direcci¨®n General de Acci¨®n Social, del Ministerio de Trabajo. La intenci¨®n de fondo de la investigaci¨®n era la de cuantificar, medir y localizar el fen¨®meno de la pobreza y de la marginaci¨®n, tanto en las grandes ciudades como en las zonas rurales, con el fin de facilitar la planificaci¨®n de acciones contra esta lacra social.En las 16 ¨¢reas urbanas estudiadas, mientras un 10% de las familias acumula el 40% de la renta, un 21,6% de las familias m¨¢s pobres s¨®lo dispone de un 6,9% de la misma. Un 20% de familias tiene unos ingresos medios no superiores a las 12.500 pesetas mensuales por persona, y son todav¨ªa inferiores en las zonas rurales. Con un c¨¢lculo m¨¢s moderado puede afirmarse que alrededor de unos ocho millones de espa?oles se encuentran en situaci¨®n de pobreza, de los cuales aproximadamente la mitad, en situaci¨®n de pobreza severa, con unos ingresos mensuales inferiores a las 10.000 pesetas por persona.
Esta situaci¨®n, bien agravada por la crisis econ¨®mica y el desempleo de los ¨²ltimos a?os, es de car¨¢cter estructural. Con estudios anteriores en la mano podemos ver que unos salen de la pobreza y otros caen en ella, pero la pobreza se perpet¨²a como subproducto de la desigualdad. El nivel de pobreza en Espa?a es muy superior al del conjunto de los pa¨ªses de la Comunidad Econ¨®mica Europea, pues mientras en ¨¦sta se sit¨²a en el 11%, en Espa?a se aproxima al 25%, incluso por encima de Irlanda y de Italia.
Los desarraigados, parados, minusv¨¢lidos, ancianos, gitanos... viven situaciones de marginaci¨®n diferentes. Pero aparece un elemento com¨²n: su exclusi¨®n, no deseada, o su incapacidad e invalidez ante las relaciones laborales y de producci¨®n. No son ellos los que se marginan. Son causas estructurales, expresadas a trav¨¦s de las relaciones de producci¨®n, las que fomentan su pobreza y su marginaci¨®n.
El origen de esta exclusi¨®n s¨®lo puede ser abordado desde una reconsideraci¨®n del sentido y del valor de la producci¨®n. Las relaciones laborales y sociales no tienen un fin en s¨ª mismas, sino como enriquecedoras del hombre. Viejas gaitas humanistas, se me dir¨¢; ya lo s¨¦. Pero, aun en estos tiempos de tecnopol¨ªticos y de tecnopillos, sin estas viejas gaitas no hay socialismo ni humanismo posible. Qu¨¦ le vamos a hacer.
Como factores decisivos en esta situaci¨®n de pobreza, el estudio encuentra cinco variables: el bajo nivel cultural, la desocupaci¨®n, la baja cualificaci¨®n laboral, la falta de salud y la pertenencia a una minor¨ªa ¨¦tnica o cultural. La m¨¢s importante es el desempleo. De la poblaci¨®n activa de estos hogares pobres, un 48,5% est¨¢ en paro (cuando la tasa nacional, a la hora de hacer el trabajo, es del 19,5%).
Igualmente, com¨²n a las diversas formas de marginaci¨®n es su car¨¢cter predominantemente urbano. A las grandes ciudades llegaron las grandes corrientes migratorias propiciadas por el crudo desarrollismo de los a?os sesenta.
La situaci¨®n general es estacionaria, tirando ligeramente hacia peor. Mientras un 51,6% de la poblaci¨®n estudiada se encontraba hace un a?o igual que ahora, un 22,6% indica que su nivel era peor que el de la actualidad y un 24,2% que era mejor que el de ahora. Lo m¨¢s preocupante no es esto, sino la falta de perspectiva de mejora y la incertidumbre que manifiestan estas personas. Un 36,5% cree que seguir¨¢ igual de lo que est¨¢, un 16,2% no sabe c¨®mo evolucionar¨¢n las cosas, un 37% piensa que estar¨¢ peor y s¨®lo un 10,3% cree que mejorar¨¢. La falta de confianza es a¨²n peor que la evoluci¨®n objetiva.
La protecci¨®n social que reciben estas familias es del todo insuficiente. Si bien la mayor¨ªa de ellas tiene cartilla de la Seguridad Social, las prestaciones de ¨¦sta o de la asistencia social no pasan de 5.352 pesetas por persona en las ¨¢reas urbanas y de 3.297 en las rurales.
Adem¨¢s de la pobreza familiar y del bajo nivel de protecci¨®n social, en las zonas rurales deprimidas se suma el empobrecimiento sociocultural del entorno. La falta de servicios de todo tipo, unida a la falta de expectativas, hace que casi las tres cuartas partes de la poblaci¨®n de estas zonas de marginaci¨®n tengan una visi¨®n muy pesimista sobre su futuro. La dispersi¨®n, unida a la d¨¦bil conciencia e identidad de grupo -excepto en el caso de los gitanos-, impide la organizaci¨®n de los grupos marginados en tomo a sus intereses espec¨ªficos. Las posturas cr¨ªticas proceden m¨¢s de iniciativas individuales que grupales, y por eso no constituyen un rechazo radical y frontal del, sistema socioecon¨®mico vigente. As¨ª, el 36,4% de los pobres urbanos y el 51,8% de los rurales se inclinan por el fatalismo, frente a un 39,8% y un 37,3% en las ¨¢reas urbanas y rurales, respectivamente, que piensan en la injusticia y la desigualdad social como causas de su estado.
Claro que luego s¨®lo el 20% en las ciudades y el 15% en los pueblos pertenecen a alguna asociaci¨®n, y casi siempre de vecinos y padres de alumnos, siendo su falta de participaci¨®n sindical y pol¨ªtica muy acusada. Aparecen con frecuencia problemas familiares en el inicio o durante el curso y desarrollo de la marginaci¨®n, as¨ª como sentimientos de inseguridad, inutilidad y dependencia, problemas de soledad, alteraciones de conducta y situaciones de alcoholismo e iniciaci¨®n en la droga.
Tanto las instituciones sociales como los miembros de la sociedad que viven normalmente los valores dominantes adoptan ante la marginaci¨®n una postura de rechazo, de desinter¨¦s e ignorancia, cuando no de ocultaci¨®n y alejamiento, y en muchos casos, de sutiles y variadas formas de represi¨®n. Todo est¨¢ dispuesto, por lo que se ve, para que las condiciones de marginaci¨®n se renueven y perpet¨²en.
Aqu¨ª es donde los poderes p¨²blicos deben actuar decididamente, con toda la audacia e imaginaci¨®n posibles. Rompiendo el aislamiento de pueblos y aldeas. Desarrollando programas de animaci¨®n sociocultural encaminados al desbloqueo ideol¨®gico y psicol¨®gico de estas zonas de marginaci¨®n. Y teniendo presente en cualquiera de sus actuaciones esta lacerante realidad, que debiera ser referencia preocupante de cualquier hombre de gobierno.
es senador del PSOE por Navarra
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