Llevar la destrucci¨®n al espacio exterior
Mosc¨² hace 'casus belli' de la puesta a punto por Washington de la 'guerra de las galaxias'
En su reciente visita a Londres, el n¨²mero dos del Politbur¨® sovi¨¦tico, Mijail Gorbachov, explic¨® que las conversaciones de Ginebra podr¨ªan fracasar estrepitosamente si Estados Unidos sigue adelante con las pruebas, previstas para el pr¨®ximo mes de marzo, del misil antisat¨¦lite conocido como ASAT. Seg¨²n Gorbachov, si esas pruebas se llevan a cabo, Mosc¨² estar¨¢ obligado a colocarse al mismo nivel antes de sentarse en ning¨²n foro de negociaci¨®n. La amenaza es clara: una nueva carrera de armamentos, esta vez en el espacio, y la imposibilidad de discutir sobre nada m¨¢s.
La idea de utilizar el espacio con fines militares fue planteada por el presidente Ronald Reagan en su famoso discurso de marzo de 1983, en el que lanz¨® su Strategic Defense Initiative (SDI, Iniciativa de Defensa Estrat¨¦gica), uno de los pilares de la llamada guerra de las galaxias. La reacci¨®n no se hizo esperar. Los sovi¨¦ticos ofrecieron negociaciones, pero Washington las vincul¨® inicialmente a un avance en la reducci¨®n de armas nucleares de largo alcance. Cuando finalmente Estados Unidos acept¨® sentarse a discutir sin condiciones .previas, faltaban pocos meses para las elecciones y Mosc¨² declin¨® la oferta.La militarizaci¨®n del espacio ser¨¢ el punto clave de la entrevista Shultz-Gromiko. Los sovi¨¦ticos, atrasados desde el punto de vista tecnol¨®gico, quieren que se proh¨ªba inmediatamente todo tipo de pruebas. Los halcones del Pent¨¢gono, por el contrario, no quieren que se llegue a un acuerdo antes de haber podido poner a punto todo el sistema. Necesitan justamente lo que Gorbachov ya dijo que Mosc¨² no est¨¢ dispuesto a conceder: tiempo. Si los sovi¨¦ticos creen que Washington maniobra para lograr colocarse en una situaci¨®n de superioridad, todas las negociaciones de Ginebra sobre reducci¨®n de armas nucleares de largo y medio alcance estar¨¢n en peligro.
?Qu¨¦ es exactamente esa guerra de las galaxias capaz de congelar a¨²n m¨¢s las relaciones Este-Oeste y, tal vez, de provocar una nueva crisis en la Alianza Atl¨¢ntica?.
Antes que nada, la SDI -centrada en la destrucci¨®n de los misiles y cabezas nucleares enemigos, en diversas fases de su vuelo- puede significar el fin del Tratado denominado ABM, firmado en 1972, (por el que Washington y Mosc¨² se compromet¨ªan a no desplegar en el conjunto de su territorio sistemas de misiles antibal¨ªsticos), y considerado como uno de los m¨¢s efectivos y disuasorios. En esencia, dicho tratado asegura la destrucci¨®n mutua de las dos superpotencias: las grandes ciudades de Estados Unidos y de la Uni¨®n Sovi¨¦tica est¨¢n desprotegidas y es imposible lanzar un ataque nuclear estrat¨¦gico sin que la otra parte tenga tiempo para responder. El esquema viene a ser el siguiente: si la URSS lanza un ataque contra Estados Unidos, los sat¨¦lites esp¨ªas informan inmediatamente al Mando de la Defensa A¨¦rea de Am¨¦rica del Norte (Norad), instalado en Colorado, y Washington ordena que sean disparados sus propios misiles nucleares.
Aunque Mosc¨² hubiera lanzado su ataque en las mejores condiciones posibles, la respuesta norteamericana le costar¨ªa 100 millones de muertos y la destrucci¨®n del 75% de su industria.
Resulta obvio que para que este sistema de destrucci¨®n mutua funcione es imprescindible una red de sat¨¦lites capaces de detectar pr¨¢cticamente al minuto el lanzamiento de cualquier misil nuclear. Quien pueda destruir los sat¨¦lites del enemigo, le dejar¨ªa completamente ciego.
'Cegar' al enemigo
La guerra de las galaxias es, en parte, un proyecto seg¨²n el cual los sat¨¦lites enemigos quedan inutilizados por impacto, es decir, sin utilizar en el espacio armamento nuclear. Seg¨²n Washington, la Uni¨®n Sovi¨¦tica explor¨® a finales de los sesenta esa posibilidad, pero el misil antisat¨¦lite proyectado era disparado desde el suelo y ten¨ªa poca precisi¨®n. El proyecto actual ser¨ªa infinitamente superior, porque el proyectil partir¨ªa de un avi¨®n F-15 y la punter¨ªa ser¨ªa casi infalible. Seg¨²n Herbert Scoville, que fue director adjunto de la Agencia Norteamericana de Desarme y Control de Armamento, el proyecto sovi¨¦tico es t¨¦cnicamente rid¨ªculo, mientras que el norteamericano ser¨ªa mucho m¨¢s eficaz.
La posibilidad de utilizar el espacio con fines militares preocupa no s¨®lo a los sovi¨¦ticos, sino tambi¨¦n al propio Congreso norteamericano y a los restantes miembros de la Alianza Atl¨¢ntica. Para algunos expertos estadounidenses -como Robert Mac Namara, que fue ministro de Defensa con Kennedy-, la SDI es un proyecto enormemente caro, que no garantiza en absoluto la defensa de Estados Unidos contra un ataque nuclear. La URSS dispone de unas 8.000 cabezas nucleares "de largo alcance", y ning¨²n sistema podr¨ªa impedir que al menos 500 penetraran en el espacio a¨¦reo norteamericano. Quinientas son m¨¢s que suficientes para asegurar la destrucci¨®n del pa¨ªs. Por el contrario, la puesta a punto del SDI ser¨ªa un paso de consecuencias imprevisibles. Si la URSS cree en alg¨²n momento que puede quedar ciega o sus misiles destruidos antes de llegar al blanco, sus reacciones pueden ser precipitadas y el riesgo de un error fatal ser¨ªa mucho mayor.
Disensiones en EE UU
Mac Namara atac¨® muy duramente los proyectos de la Administraci¨®n Reagan. "El presidente", afirm¨®, "tiene que elegir entre seguir adelante con la guerra de las galaxias o lograr una reducci¨®n de armamento nuclear. Ambas cosas no ser¨¢n posibles". Otros expertos temen que las pruebas del misil ASAT, previstas para marzo, supongan un punto sin retorno. "Una mujer no puede estar un poco embarazada. Aqu¨ª tampoco se puede hablar de ambig¨¹edades: o poseemos la tecnolog¨ªa y el sistema para destruir los sat¨¦lites sovi¨¦ticos o no los poseemos", escribi¨® otro especialista estadounidense.
La primera reacci¨®n europea fue de sorpresa. Lawrence Freedman, profesor del King's College y uno de los mejores expertos brit¨¢nicos en el tema, se?ala que los aliados europeos creyeron que era una aberraci¨®n, pero que no pasar¨ªa nada. Poco a poco, los miembros de la OTAN comprendieron que los proyectos norteamericanos se iban convirtiendo en realidades y comenzaron a expresar p¨²blicamente su preocupaci¨®n y nerviosismo. La SDI, centrada en la defensa frente a misiles bal¨ªsticos, no proteger¨ªa, se afirma en Europa, a los aliados a este lado del Atl¨¢ntico y, por el contrario, dejar¨ªa sin sentido la fuerza nuclear de Francia y del Reino Unido, dos pa¨ªses que no pueden lanzarse a una carrera de armamentos tan sofisticada. La tensi¨®n entre los bloques se acrecentar¨ªa y la situaci¨®n internacional se convertir¨ªa en peligrosamente vol¨¢til. Adem¨¢s, una carrera de armamentos en el espacio obligar¨ªa a Estados Unidos a concentrar gran parte de sus recursos econ¨®micos, con el consiguiente riesgo de debilitar la OTAN.
Los aliados europeos temen que el uso militar del espacio se convierta en manzana de discordia en la Organizaci¨®n del Tratado del Atl¨¢ntico Norte, en unos momentos en que la cohesi¨®n interna ha sufrido algunos golpes. Temen adem¨¢s que la guerra de las galaxias inyecte nuevos ¨¢nimos al movimiento pacifista y favorezca una imagen de v¨ªctima de la Uni¨®n Sovi¨¦tica. Y sobre todo, la OTAN teme que el Tratado ABM sufra un golpe decisivo. Hasta ahora, los norteamericanos han insinuado que la construcci¨®n de un radar superpotente en la zona sovi¨¦tica de Krasnoyarsk pod¨ªa suponer una violaci¨®n de dicho tratado, pero las denuncias no se han formalizado y el ABM contin¨²a en vigor.
La un¨¢nime actitud europea, contraria a la guerra de las galaxias, pareci¨® resquebrajarse durante la reciente visita de la primera ministra brit¨¢nica, Margaret Thatcher, a Washington. Thatcher se mostr¨® comprensiva y defendi¨® el derecho norteamericano a poner a punto la SDI, pero muchos observadores estiman que la actitud de la primera ministra fue puramente t¨¢ctica: presentar una imagen de unidad con Estados Unidos pocos d¨ªas antes de que Shultz y Gromiko se entrevisten. Cualquier fisura en la Alianza Atl¨¢ntica puede ser aprovechada por la Uni¨®n Sovi¨¦tica para aumentar sus demandas.
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