Dos grandes panor¨¢micas de Renoir y Chagall abiertas en Londres
La coincidencia de dos grandes exposiciones panor¨¢micas sobre Renoir y Chagall, como est¨¢ ocurriendo actualmente en Londres, ofrece la oportunidad de pulsar el term¨®metro de los r¨¦cords de la popularidad. Ambos pintores han gozado, en efecto, del favor del p¨²blico, lo que no ha sido la t¨®nica m¨¢s frecuente en general con casi ning¨²n gran artista, cuya eventual mitificaci¨®n alcanzaba s¨®lo a ¨¢reas de aficionados muy restringidas, pero en cualquier caso dicho favor roza lo ins¨®lito si se trata de creadores contempor¨¢neos. S¨ª, ya s¨¦ que ¨²ltimamente esta situaci¨®n est¨¢ cambiando sustancialmente e incluso que ha habido otros casos de aceptaci¨®n masiva adem¨¢s de los que ahora nos ocupan. Pero ?cu¨¢l de los impresionistas, excepci¨®n hecha de Renoir, consigui¨® ya en vida una popularidad parecida a la suya? ?Qui¨¦n si no Chagall, entre los vanguardistas hist¨®ricos, ha merecido ser adorado por el gran p¨²blico, incluso cuando ¨¦ste a¨²n permanec¨ªa mayoritariamente hostil a cualquier manifestaci¨®n pl¨¢stica de vanguardia?Confirmando estas expectativas, he de se?alar que personalmente jam¨¢s tuve la oportunidad de ver colas semejantes aguardan do poder entrar a la Hayward Gallery, donde desde el pasado 30 de enero est¨¢ abierta la muestra de Renoir, o a la Royal Academy donde desde el 11 de enero lo est¨¢ la de Chagall, lo que permite pronosticar que al respectivo cierre de las mismas, anunciado para los pr¨®ximos 21 de abril y 31 de marzo, las cifras de visitantes batir¨¢n probablemente todas las marcas establecidas en estas dos c¨¦lebres instituciones.
Masiva popularidad
?Por qu¨¦ esta tan persistente y masiva popularidad, sin parang¨®n en el arte contempor¨¢neo? Indudablemente, por el factor m¨¢s art¨ªsticamente antimoderno: el contenido. ?No fue esto mismo precisamente lo que tambi¨¦n elev¨® a Murillo por encima de cualquiera de sus contempor¨¢neos? Hay que reconocer que determinados temas -el ingenuismo sentimentaloide- y un cierto tratamiento edulcorado bordeando el kistch ganan de s¨²bito el coraz¨®n de las clases medias del presente y del pasado, incluso hacen perdonar esas extravagancias formales, el nervio del arte, ante las que retroceder¨ªa indignado cualquier hombre de orden.
?Estoy descalificando el valor art¨ªstico de Murillo, Renoir o Chagall? En absoluto por lo que se refiere a los dos primeros, que sit¨²o entre los maestros capitales de la historia de la pintura; pero he de confesar que la magn¨ªfica retrospectiva de Chagall, cuyo valor art¨ªstico comparativo juzgo notablemente inferior al de los dos anteriores, me ha servido para apreciar m¨¢s y mejor su calidad y significaci¨®n. No se trata, pues, de discutir a estas alturas m¨¦ritos justamente consagrados por el tiempo, sino de llamar la atenci¨®n sobre el fen¨®meno parad¨®jico de una cotizaci¨®n art¨ªstica basada en los factores menos art¨ªsticos que imaginarse pueda. Porque, en definitiva, Murillo es Murillo a pesar -y no por- de sus almibaradas escenas de ni?os y virgencitas adolescentes; Renoir es Renoir a pesar de sus rollizas y encantadoras mujeres, y Chagall es Chagall, aunque esto ¨²ltimo sigo resisti¨¦ndome a creerlo del todo, a pesar de sus novios voladores, Violinistas en tejados y amantes ectoplasm¨¢ticos apareciendo entre los ramos de peonias. Quiero decir que Murillo, Renoir o Chagall. deben su respectivo ¨¦xito a algo que nada o muy poco tiene que ver con el arte, lo cual resultar¨ªa deprimente si no cupiera el razonamiento consolador de estimar la cuesti¨®n desde otra perspectiva: que por estos rodeos a veces se consigue que alguien a quien jam¨¢s se le habr¨ªa ocurrido fijarse en un cuadro se ponga a mirar, y al fin y al cabo la visi¨®n es el principio de todo en el arte.
Basta ya, sin embargo, de consideraciones sociol¨®gicas, y vayamos al grano de las exposiciones en s¨ª. La de Renoir, por de pronto, consiste en una amplia revisi¨®n panor¨¢mica de todas las etapas fundamentales del maestro franc¨¦s, ilustradas con 127 cuadros de primer orden, elegidos entre los conservados por colecciones p¨²blicas y privadas de todo el mundo. Pierre-Auguste Renoir (1841-1919) tuvo una evoluci¨®n pict¨®rica susceptible de ser dividida en cinco per¨ªodos generales -los que M. S¨¦rullaz ha denominado como formaci¨®n (1854-1870), impresionista (1870-1883), agrio o ingresco (1883-1890), nacarado (1890-1897) y el de Essoyes-Cagnes (1898-1919)-, per¨ªodos que, de una manera m¨¢s cient¨ªfica y precisa, los organizadores de la muestra en la Hayward han ampliado a siete. La cita de los mismos viene ahora condicionada para poner de manifiesto la compleja y elaborada trayectoria de este pintor, que empez¨® siendo decorador industrial y que sufri¨® fascinaciones sucesivas por el rom¨¢ntico D¨¦lacroix, el realista Courbert y el precursor Manet, antes de convertirse en uno de los impresionistas fundamentales.
A pesar de los estereotipos, Renoir fue algo m¨¢s que un impresionista formulario. Ninguno de los considerados grandes en esta escuela de hecho lo fueron, pero Renoir, adem¨¢s, reacio a las doctrinas y apasionado gozador de los placeres de la vida, menos que ninguno. Esto se puede seguir muy de cerca en la exposici¨®n, donde cabe contemplar soberbias piezas tempranas, como el retrato de Romaine Lascaux, directamente inspirado por Vel¨¢zquez; el manetiano Cabaret de la 'm¨¦re Anthony', los courbetianos Verano (estudio) o 'La gitana', La familia Sisley, Ba?ista con un perro, etc¨¦tera. El Renoir de los a?os setenta est¨¢ representado por sus obras m¨¢s impresionistas fruto de su relaci¨®n con Monet, Pisarro y Sisley, como lo son en la presenta selecci¨®n las c¨¦lebres Parisinas vestidas de argelinas o la serie de luminosos paisajes del Chatou y Argenteuil, sin olvidarnos de sus m¨²ltiples retratos femeninos muchos en forma de sensuales desnudos, ni -claro- del archifamoso Baile del Moulin de la Galette.
Rumbo independiente
De los ochenta en adelante, Renoir, que ya era el ¨²nico pintor entre los impresionistas en ser favorecido por el ¨¦xito, toma rumbos independientes. Es cuando vuelve la mirada al pasado y particularmente se siente seducido por la probidad ingresca, lo que cabe ilustrar con cuadros como Los paraguas o ese par de desnudos rafaelescos de las dos versiones de la Ba?ista rubia. Tambi¨¦n a este momento pertenecen las encantadoras pinturas de El baile en el campo, El baile en la ciudad y El baile en Bougival. Los ¨²ltimos 20 a?os est¨¢n casi completamente volcados a una exaltaci¨®n apasionada del cuerpo desnudo femenino, cuya gracia y sensualidad embriaga por completo al viejo maestro. Ba?istas y odaliscas recostadas, en gran parte inspiradas en su postrer modelo Grabielle, son los temas mil veces repetidos con interpretaciones cada vez m¨¢s libres.
Aparte de estas muestras mayores Londres ofrece en la actualidad algunas otras exposiciones de inter¨¦s, que al menos merecen ser enumeradas: la del esteticista edwardiano Glyn Philpot (1884-1937), en la National Portrait Gallery; Esculturas y dibujos de Elisabeth Frink (Royal Academy); Pinturas de John Walker (Hayward Gallery); La edad de oro del arte anglosaj¨®n (British Museum); Los cincuenta revisitados: pintura y escultura de 42 artistas brit¨¢nicos (Serpentine Gallery); Frank Stella (Waddington Gallery); Red Grooms (Marlborough); Sigmar Polke (Anthony D'Offay); Georges Grosz (Galerie 39); Tim Head (ICA), etc¨¦tera.
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