La agricultura y la CEE: precios y rentabilidad
La pol¨ªtica de precios y mercados, aspecto m¨¢s conflictivo de la pol¨ªtica agr¨ªcola com¨²n (PAC), se llev¨® a cabo con mayor prontitud que las previsiones establecidas en el Tratado de Roma; quiz¨¢ por esa rapidez en la configuraci¨®n del sistema ha sido la m¨¢s criticada de las decisiones comunitarias, contestaci¨®n que se ha originado no solamente en los pa¨ªses asociados sino en los que la han sufrido y padecido desde fuera de la comunidad. Los nuevos mecanismos establecidos han tenido importantes consecuencias en la evoluci¨®n de los sistemas productivos y en la distribuci¨®n de los beneficios derivados de las medidas de sostenimiento de precios, tanto a nivel de productos como de explotaciones agrarias o de simples consumidores, lo que ha producido importantes transferencias netas de rentas entre los pa¨ªses miembros.La importancia concedida a la pol¨ªtica de sostenimiento de precios ha determinado una distribuci¨®n de beneficios muy desequilibrada, tanto a nivel nacional como regional, provocando, en su momento, una fuerte llamada de atenci¨®n sobre la necesidad de coordinar la pol¨ªtica de precios y de estructuras, origen del c¨¦lebre informe Mansholt de 1968, que se tradujo en las directrices comunitarias de 1972. Sin embargo, la pol¨ªtica de precios acaba siempre por ganar la partida frente a la de rentas y estructuras, ya que es la forma m¨¢s simple para contentar moment¨¢neamente a los agricultores.
Las cr¨ªticas a la PAC (muy atenuadas al estallar la crisis alimenticia mundial de 1973, con su secuela de altos precios internacionales) vuelven a manifestarse con frecuencia tan pronto se superan las escaseces y aparecen los excedentes. A las dificultades naturales de origen que conllev¨® el proceso integrador de los seis pa¨ªses fundadores se han a?adido las derivadas de las nuevas incorporaciones: Inglaterra, Irlanda, Dinamarca y Grecia, cuyas semejanzas agrarias brillan por su ausencia.
Espa?a es diferente
"La vida en la comunidad", dijo recientemente el presidente de Grecia, Karamanlis, "es una negociaci¨®n permanente para cada pa¨ªs; los beneficios posibles son proporcionales a los esfuerzos realizados". Menci¨®n oportuna en estos momentos en que Grecia hace valer en Dubl¨ªn su reserva condicionada al logro de los programas integrados mediterr¨¢neos (PIM), que afectan -as¨ª se afirma-, "a su propia supervivencia".Si alguna vez se vendi¨® la imagen de que Espa?a es diferente, hoy, a las puertas del Mercado Com¨²n, en lucha continuada por vencer los ¨²ltimos obst¨¢culos, se puede afirmar, con mayor raz¨®n, que nuestra agricultura es esencialmente diferente y en cierto modo conflictiva, o, por decirlo de otra manera m¨¢s suave, complementaria de la europea. De ah¨ª y del juego de intereses, no s¨®lo pol¨ªticos como se pensaba antes, sino econ¨®micos como se argumentaba siempre, se derivan las dificultades que est¨¢n jalonando la recta final anterior a la verdadera negociaci¨®n con la Comunidad.
Nuestra agricultura es la propia de un pa¨ªs mediterr¨¢neo en el que los productos de este origen tienen una ponderaci¨®n muy superior en la producci¨®n final agraria a la del resto de los pa¨ªses miembros. No es por ello extra?o que surjan problemas de adaptaci¨®n de nuestras producciones t¨ªpicas (vino, aceite, frutas y hortalizas) a unos reglamentos y normas pensados para los pa¨ªses del centro de Europa, para un mercado de productos que no es el de nuestros productos agr¨ªcolas m¨¢s comunes e importantes. Con la entrada de Espa?a y Portugal en el concierto econ¨®mico europeo, el peso de las producciones mediterr¨¢neas tendr¨¢ que determinar modificaciones de cierta consideraci¨®n en el tratamiento de la PAC. La componente productiva de las pen¨ªnsulas ib¨¦rica, italiana y griega y la realidad agraria com¨²n de los cuatro pa¨ªses mediterr¨¢neos, adem¨¢s del Mediod¨ªa franc¨¦s, determinar¨¢n nuevos tratamientos y enfoques b¨¢sicos en las decisiones, hasta ahora pensadas exclusivamente para otros tipos de agriculturas y producciones (leche, carnes, cereales y az¨²car). Se necesita, pues, un gran esfuerzo para adaptar nuestra agricultura a la eutropea, pero tambi¨¦n la pol¨ªtica agr¨ªcola com¨²n en el futuro habr¨¢ de ser, para ser com¨²n y servir a la nueva Comunidad ampliada, muy diferente de la actual.
Quiz¨¢ para tener un car¨¢cter de mayor generalidad, para que las medidas sean m¨¢s comunes, habr¨¢ que buscar otro denominador com¨²n que complemente la pol¨ªtica de precios que siempre ha predominado dentro de la PAC.
Si en anteriores etapas el ¨¦nfasis se ha puesto en la pol¨ªtica de precios y mercados, en el futuro, para integrar agriculturas de problem¨¢tica tan diferente, pudiera ser m¨¢s conveniente poner el acento en la pol¨ªtica de rentas y estructuras. Esto ya lo intent¨® Mansholt con pocos resultados y mayores rechazos, pero es indudable que el tratamiento de los muchos problemas que en los pr¨®ximos a?os habr¨¢n de encontrarse en una comunidad tan diversificada agr¨ªcolamente como la de los doce pudiera ser menos costosa a la larga si se pensase en la rentabilidad de las empresas, de las agrupaciones o de las cooperativas de explotaci¨®n en com¨²n de las tierras que en las reglamentaciones de mercados y precios de unos productos que se obtienen sobre unas estructuras agrarias muy diferentes y con climatolog¨ªa tan diversificada como la del centro y sur de Europa.
Problemas estructurales
Al fin y al cabo, la llamada de atenci¨®n de los griegos en la cumbre de Dubl¨ªn debe hacernos pensar -adem¨¢s de en otras consideraciones de tipo coyuntural y pol¨ªtico- que existen muchos problemas estructurales y de desarrollo regional que pueden aparecer en un pr¨®ximo futuro en nuestro pa¨ªs, y que lo sensato ser¨ªa poner desde ya la mayor atenci¨®n para conseguir programas de adaptaci¨®n de las empresas inviables en empresas competitivas. No debemos ser tan c¨¢ndidos para dejarnos deslumbrar moment¨¢neamente por los precios de determinados productos, en los que, por una pol¨ªtica de igualaci¨®n de precios europeos, puedan salir determinados sectores moment¨¢neamente beneficiados pero que dejar¨¢n sin resolver los problemas del subdesarrollo regional o de la deliciente estructura empresarial, tanto a nivel de explotaci¨®n como de la industria agroalimentaria que canaliza las producciones hacia el mercado. Hay que ir a los resultados globales de la empresa como unidad de producci¨®n y al fomento de aquellas que puedan ser rentables en el futuro al introducir los nuevos costes de los factores y todos los nuevos mecanismos, obligaciones y fiscalidades que implican nuestra entrada en la Comunidad. Habr¨¢ que incitar a los agricultores al cambio -cuando ello sea necesario- de la orientaci¨®n productiva de sus explotaciones y a la baja de sus costes de producci¨®n, no al conservadurismo y a la ineficacia como muchas veces sucede en un abuso excesivo de la pol¨ªtica de sostenimiento de los precios.La igualaci¨®n de las rentas y la competitividad de las empresas puede ser el norte de racionalidad de una pol¨ªtica agr¨ªcola que evite a la Comunidad encontrarse al cabo de unos a?os con los costes insoportables que conllevan unos excedentes de imposible salida y de insostenible mantemimiento. Debe ser tarea de todos los pa¨ªses miembros el cuidar que la agricultura espa?ola y la europea sean cada vez m¨¢s competitivas. Es la ¨²nica manera de eviitar un mayor deterioro de la Comunidad, en la que, por fin, vamos a engancharnos con realismo y sin desconocer las dificultades que ello entra?a.
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