"No se puede disparar contra el un que huye", dice un juez
J. V. El juez Andr¨¦s Mart¨ªnez Arrieta ha tenido una dura semana. Los problemas comenzaron cuando la polic¨ªa puso a su disposici¨®n a un hombre que el pasado domingo hab¨ªa intentado asaltar a un taxista con sus manos desnudas. El individuo, reducido sin mucha dificultad por el conductor, estuvo a punto de ser linchado por un numeroso grupo de compa?eros del asaltado. Los ¨¢nimos de los miembros del gremio madrile?o de taxistas estaban ese d¨ªa muy exaltados, despu¨¦s de que uno de los suyos, Fidel Hern¨¢ndez, hubiera sido gravemente herido por un cliente en la calle de Orense.
Y despu¨¦s, el juez se hizo cargo del caso del estanquero Enrique Tur¨¦gano, que el martes dispar¨® por la espalda contra un joven que le hab¨ªa robado unos cartones de cigarrillos. En ambos casos, seg¨²n el juez, "reacciones desmesuradas ante peque?os delitos, s¨ªntomas claros de que hay una psicosis latente de inseguridad ciudadana, un miedo real en la mayor¨ªa de las personas que regentan peque?os negocios". El juez ha reflexionado sobre lo que est¨¢ ocurriendo en Madrid en los ¨²ltimos d¨ªas y ha concluido que la mayor¨ªa de la gente es m¨¢s sensible a la falta de seguridad que a la falta de libertad".
El imperio de la ley ha de sostenerse firme, pese a todo, afirma el juez Mart¨ªnez Arrieta. El apartado cuarto del art¨ªculo 8 del C¨®digo Penal y la jurisprudencia sientan algunos principios s¨®lidos acerca de las circunstancias en que es leg¨ªtima la propia defensa. Padecer una agresi¨®n sin haberla provocado; corresponder con un medio semejante al empleado por el agresor, y responder defensivamente s¨®lo en tanto siga persistiendo la agresi¨®n son algunas de estas bases. Y si al juez se le pregunta si es leg¨ªtimo disparar con un arma de fuego contra alguien que ataca con sus manos desnudas, o si se puede abatir por la espalda a alguien que huye, responde con un rotundo "no".
La droga, al fondo
Pero el juez Mart¨ªnez Arrieta est¨¢ seriamente preocupado por el hecho de que muchos madrile?os se sienten indefensos; y aun le inquieta m¨¢s el saber que en cierta medida tienen raz¨®n. La puesta en libertad de numerosos presos preventivos con motivo de la reforma de la ley de Enjuiciamiento Criminal, en el verano de 1983, provoc¨®, seg¨²n Mart¨ªnez Arrieta, "un repentino y notable incremento del n¨²mero de delitos, que angusti¨® y angustia a los ciudadanos". Aunque peor, por m¨¢s permanente, le parece al titular del Juzgado de Instrucci¨®n n¨²mero 15 el hecho de que entre el 40% y el 60% de los detenidos que pasan por su juzgado son toxic¨®manos.
"La garant¨ªa principal del ciudadano", prosigue el juez, "no es la represi¨®n del delito, sino su prevenci¨®n. La justicia penal valora los hechos, con todas las garant¨ªas de acusaci¨®n y defensa, pero no puede impedir su comisi¨®n". La prevenci¨®n, cree el joven juez, presenta serias defic¨ªenc¨ªas en ciudades como Madrid, "porque hay que sancionar m¨¢s duramente las drogas y hay que crear establecimientos p¨²blicos para la rehabilitaci¨®n de los drogodependientes". "Eso sin contar con la necesidad de dar trabajo a: los j¨®venes", a?ade.
El juez remata sus reflexiones con una opini¨®n favorable a que la polic¨ªa dependa funcionalmente de la autoridad judicial. "La eficacia de sus investigaciones mejorar¨ªa de forma notable", dice.
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