Reagan quiere desestabilizar Managua con apoyo del Congreso
![Francisco G. Basterra](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/https%3A%2F%2Fs3.amazonaws.com%2Farc-authors%2Fprisa%2F26f1666e-8865-4b38-9825-e308de656829.png?auth=690528c49e3824418e30ff3ed7a3e27b8e03b84858dbfba27dd43e81c6d4b120&width=100&height=100&smart=true)
Catorce millones de d¨®lares, poco m¨¢s de lo que cuesta un avi¨®n de combate F-16, han sido convertidos por Ronald Reagan en uno de los objetivos pol¨ªticos m¨¢s importantes de su segundo mandato. ?sta es la cantidad que el presidente solicita al Congreso para que contin¨²e la ayuda encubierta a los contras nicarag¨¹enses que luchan contra la Junta de Managua con el apoyo de la CIA. Reagan los llama "guerreros de la libertad" y los compara al Libertador, Sim¨®n Bol¨ªvar, y a los resistentes contra los nazis.La Administraci¨®n norteamericana equipara esta batalla para conseguir los fondos con la sostenida para lograr dinero para seguir construyendo el misil MX.
Reagan ha decidido volcarse personalmente en la cruzada para conseguir que el Congreso apruebe en las pr¨®ximas semanas esta ayuda a los rebeldes nicarag¨¹enses, a pesar de los riesgos que puede acarrearle un eventual fracaso.
No lo hace por su significado econ¨®mico concreto -los contras podr¨ªan recibir este dinero por v¨ªa de terceros pa¨ªses o mediante contribuciones privadas de c¨ªrculos derechistas norte americanos-, sino porque el presidente entiende que un s¨ª del Congreso constituir¨ªa una luz verde para su pol¨ªtica de acabar con el actual Gobierno sandinista.
Nuevas presiones
Fuentes de la Administraci¨®n, citadas por el peri¨®dico The New York Times, dijeron que, si el presidente consigue que el Congreso apruebe la ayuda encubierta, la Casa Blanca aumentar¨¢ la presi¨®n sobre Nicaragua. Los nuevos elementos de esa futura pol¨ªtica ser¨ªan la aplicaci¨®n de sanciones comerciales -EE UU a¨²n sigue comprando pl¨¢tanos, algod¨®n y carne al pa¨ªs centroamericano- y la reducci¨®n del nivel de las relaciones diplom¨¢ticas. Se ha llegado a hablar de la posibilidad de que Washington reconozca a los rebeldes como a un partido pol¨ªtico leg¨ªtimo, algo parecido al reconocimiento que algunos pa¨ªses hacen de la OLP o M¨¦xico y Francia hicieron de la guerrilla salvadore?a. Se tratar¨ªa de un paso menos al reconocimiento como Gobierno en el exilio de la Junta creada por los contras.
Estados Unidos necesita la uni¨®n de todos los grupos antisandinistas, algo que no acaba de conseguirse, bajo el liderazgo de Arturo Cruz, antiguo miembro de la Junta de Managua y ex embajador en Washington. El apoyo a los l¨ªderes militares de los rebeldes encuentra serios problemas de credibilidad en la opini¨®n p¨²blica.
Pocos norteamericanos creen que el comandante Tigrillo (Little Tiger) o Enrique Berm¨²dez, ex oficial de la guardia somocista, dos ejemplos de dirigentes militares de la Fuerza Democr¨¢tica Nicarag¨¹ense (FDN), "sean los equivalentes morales de nuestros padres fundadores", como ha afirmado el presidente Ronald Reagan.
Ambos personajes causaron una p¨¦sima impresi¨®n cuando se presentaron hace dos semanas en una conferencia de prensa en Washington. Tiggillo, vestido con camisa blanca y chaqueta gris y tocado con una gorra de camuflaje de la que colgaba un crucifijo, explic¨®, ante el asombro de los periodistas, que tom¨® las armas contra los sandinistas el d¨ªa en que un comandante se ri¨® de ¨¦l "porque dije que cre¨ªa en Dios".
D¨ªas despu¨¦s fueron presentados en Washington dos informes que denunciaban una serie de atrocidades cometidas por los contras en su lucha contra los sandinistas. Uno de estos informes, elaborado por la organizaci¨®n independiente Americas Watch, refer¨ªa tambi¨¦n algunas violaciones de los derechos humanos realizadas por el Ej¨¦rcito nicarag¨¹ense, pero se?alaba que hab¨ªan descendido desde 1982 y que eran inferiores a las cometidas por el bando contrario.
Las torpezas de la CIA
Reagan trata de convencer a la opini¨®n p¨²blica norteamericana de que abandonar a los contras ser¨ªa abandonar la causa de la libertad en el mundo. El Congreso ha advertido al presidente que la ayuda encubierta tiene muy pocas posibilidades de ser aprobada y que, de hacerse abiertamente, equivaldr¨ªa a una pr¨¢ctica declaraci¨®n de guerra contra un Gobierno con el que Washington mantiene relaciones diplom¨¢ticas.
A los congresistas les gustan los sandinistas casi tan poco como a la Administraci¨®n, pero no pueden aceptar la torpeza con que la Agencia Central de Inteligencia ha actuado en este asunto. El comit¨¦ del Congreso que sigue los temas de espionaje se enter¨® por los peri¨®dicos de la participaci¨®n de la agencia en el minado de los puertos nicaraguenses o de la existencia de un manual de la CIA para los contras que recomendaba el asesinato de sandinistas.
El Congreso aprob¨® en 1982 una enmienda por la que se proh¨ªbe la utilizaci¨®n de fondos norteamericanos para derrocar al Gobierno de Nicaragua. La Administraci¨®n afirma, sin embargo, ahora que esta ley ya no est¨¢ vigente y que s¨®lo se refer¨ªa al presupuesto de 1983.
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