?Adelantar o retrasar la edad de jubilaci¨®n?
Una medida fundamental en el mercado de trabajo en muchos pa¨ªses occidentales durante estos ¨²ltimos a?os ha sido adelantar la edad legal de jubilaci¨®n o propiciar la jubilaci¨®n anticipada. En dicha actuaci¨®n, los interlocutores sociales y los Gobiernos parec¨ªan estar de acuerdo. Para los sindicatos se configuraba como un mecanismo para la creaci¨®n de empleo, ya que los puestos de trabajo liberados se cubrir¨ªan con nuevos empleos; los empresarios, porque daban de baja a trabajadores de escasa productividad y con un coste muy elevado por antig¨¹edad y los sustitu¨ªan por otros m¨¢s receptores a los cambios tecnol¨®gicos y con m¨¢s bajas retribuciones, y los Gobiernos, porque: sin un excesivo coste aparente para el sector p¨²blico, los resultados eran que las cifras de paro bajar¨ªan y las de ocupados se mantendr¨ªan.Pero la crisis econ¨®mica y el marco laboral en algunos pa¨ªses como Espa?a parecen haber dado al traste con las ilusiones puestas por los interlocutores sociales y los Gobiernos. Por un lado, los sindicatos ve¨ªan c¨®mo las jubilaciones anticipadas o el adelantamiento de la edad ole jubilaci¨®n no s¨®lo no generaban. empleo en las empresas -porque se amortizaban los puestos de: trabajo que se liberaban-, sino que, adem¨¢s, los compromisos financieros asumidos por aqu¨¦llas para sus jubilados (indemnizaciones, complementos, pago de cotizaciones a la Seguridad Social) acentuaban las dificultades econ¨®micas de muchas empresas, incidiendo negativamente sobre los asalariados que quedaban en las mismas. Por otro lado, los empresarios, ante una ca¨ªda de la demanda y unas plantillas sobredimensionadas, decid¨ªan que la mejor inversi¨®n era indemnizar a los excedentes.
Entre la plantilla eran elegidos aquellos que, por sus retribuciones relativas m¨¢s altas y la menor oposici¨®n sindical, estaban cercanos a la jubilaci¨®n; mientras, los puestos de trabajo liberados -ante la rigidez del marco laboral- no se cubr¨ªan. Finalmente, los Gobiernos ve¨ªan desilusionadamente c¨®mo con esta medida las cifras de ocupados descend¨ªan y las de paro crec¨ªan, elev¨¢ndose adem¨¢s el d¨¦ficit de las administraciones p¨²blicas (menores pagos por cotizaciones e impuestos y mayores gastos sociales).
Seguir manteniendo la postura de adelantar la edad de jubilaci¨®n como mecanismo para la creaci¨®n de empleo s¨®lo puede ser un acto reflejo del pasado, y debe cambiarse lo m¨¢s r¨¢pidamente posible, sobre todo cuando, para los sistemas de pensiones de la Seguridad Social de todos los pa¨ªses, y en especial de Espa?a, ¨¦sta puede ser la gota que desborde el equilibrio financiero.
M¨¢s pensionistas
En Espa?a, en los pr¨®ximos ocho a?os, aumentar¨¢ -seg¨²n la tendencia- el n¨²mero de pensionistas en dos millones -sin modificar la edad legal de jubilaci¨®n-, y los gastos en pensiones en t¨¦rminos del PIB pasar¨¢n de un 7,8% en 1985 a un 9,9% en 1993.
Por tanto, habr¨ªa que aminorar los gastos de pensiones ante la imposibilidad de su financiaci¨®n por parte de mayores cotizaciones -no deseables desde el punto de vista de costes y empleo- o de un incremento desmesurado de las transferencias estatales (¨¦stas deber¨¢n alcanzar en 1993 el 45% del total de gastos de la Seguridad Social), lo cual es incompatible con incrementos moderados de la presi¨®n fiscal y de reducci¨®n del d¨¦ficit p¨²blico. Ello pasa por modificar algunos de los tres componentes que presionan sobre el gasto en pensiones: n¨²mero creciente de altas, pensiones medias cada vez m¨¢s elevadas y coste en ascenso de las actualizaciones.
Deteni¨¦ndose en el primero de los tres aspectos, cabe apuntar que no s¨®lo crece el n¨²mero de altas netas (personas que se jubilan menos aquellos que dejan de cobrar su pensi¨®n), sino que, adem¨¢s, los pensionistas perciben su pensi¨®n por m¨¢s tiempo. Ello es el resultado del aumento de la esperanza de vida a ritmos espectaculares (en las ¨²ltimas dos d¨¦cadas ha aumentado cuatro a?os).
Las actuaciones posibles pasan por exigir un per¨ªodo de carencia mayor para tener derecho a generar pensi¨®n (actualmente est¨¢ en 10 a?os). Ya que con el sistema actual con ese per¨ªodo m¨ªnimo se tiene derecho a una pensi¨®n por importe del 50% calculada sobre la base de los dos ¨²ltimos a?os de cotizaci¨®n. Esta cuant¨ªa se actualiza cada a?o por el per¨ªodo medio de ocho a?os de vida de un jubilado. Esta situaci¨®n es insostenible para la Seguridad Social, si adem¨¢s se tiene en cuenta que con esa cotizaci¨®n se cubren otras contingencias: asistencia sanitaria, viudedad, invalidez, incapacidad laboral transitoria.
F¨®rmulas flexibles
Asimismo se puede decidir el alargamiento de la edad legal de jubilaci¨®n. Actualmente, en Espa?a, la edad legal de jubilaci¨®n est¨¢ en 65 a?os, al igual que en la mayor¨ªa de los pa¨ªses de la OCDE, con la excepci¨®n de Francia -que la adelant¨® en 1981 a los 60 a?os, con efectos desastrosos desde el punto de vista del empleo y de la situaci¨®n financiera de las cajas de retiro-, y de Jap¨®n, que la tiene establecida en 60 a?os para los hombres y en 55 a?os para las mujeres. Por el contrario, en los pa¨ªses n¨®rdicos, la edad legal para la jubilaci¨®n est¨¢ fijada en los 67 a?os.
En los ¨²ltimos a?os -salvo Francia-, ning¨²n pa¨ªs ha adelantado la edad legal de jubilaci¨®n, y EE UU y Jap¨®n han decidido posponerla a medio plazo. D¨¢ndose el caso curioso de que Espa?a tiene ya una esperanza de vida -73 a?os- superior a algunos de los pa¨ªses que han decidido posponer la edad legal de jubilaci¨®n. Proseguir con la idea de adelantar la edad de jubilaci¨®n como medio para la creaci¨®n de empleo no parece muy acertado. Lo mejor que se podr¨ªa hacer es buscar f¨®rmulas flexibles para la jubilaci¨®n: adelantarla para determinados colectivos con actividades penosas e insalubres, y retrasarla a medio plazo para el resto.
Asegurar las pensiones de nuestros mayores, y de los que en el futuro lo sean, exige meditar seriamente esta medida. Cerrar los ojos y pensar que la Seguridad Social p¨²blica pueda seguir sin enterarse de que existe una fuerte crisis econ¨®mica, que cae el n¨²mero de cotizantes y que la esperanza de vida aumenta, es un ejercicio ¨¢rriesgado del que s¨®lo pueden salir beneficiados aquellos que no creen -o desean que exista- en un sistema p¨²blico de pensiones.
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