El carro?ismo
Parte de los medios de comunicaci¨®n han tratado de construirle a Gerardo Iglesias un retrato hecho a medias entre Freud y Sautier Casaseca: el del hijo con complejo de castraci¨®n que trata de matar al padre con una quijada de burro (es un decir). Confieso que acog¨ª el nombramiento de Gerardo Iglesias con tanto escepticismo como don Ricardo de la Cierva emple¨® ante la designaci¨®n de Adolfo Su¨¢rez como heredero de Arias Navarro. Pero con el tiempo Gerardo Iglesias ha demostrado que aportaba nuevos usos y costumbres de agradecer dentro del marco cultural comunista. Para empezar, una paciencia con sus adversarios que no habr¨ªa existido de invertirse la situaci¨®n. De estar Carrillo donde est¨¢ Iglesias y viceversa, a estas horas Gerardo Iglesias estar¨ªa de minero en una mina siberiana (sigue siendo un decir).Gerardo Iglesias se ha cargado de raz¨®n al cargarse de paciencia. La rabieta personalista de sus adversarios no tiene ni nombre ni precedente en el seno del movimiento comunista e implica una concepci¨®n m¨¢s zool¨®gica que marxista del mundo. Si contemplamos esa tela de tar¨¢ntula que une todas las crisis del comunismo espa?ol desde el estallido del V Congreso del PSUC, comprobaremos un mismo empe?o original de imponer una hegemon¨ªa personalista, caiga quien caiga y lo que caiga. Los efectos de esa acci¨®n personalista han sido equivalentes a los de la bomba de neutrones: ha matado las personas y ha respetado los edificios... vac¨ªos. Hoy d¨ªa el comunismo espa?ol es un edificio hist¨®rico declarado de inter¨¦s nacional pero casi deshabitado, y Gerardo Iglesias ha hecho lo imposible para no seguir la dial¨¦ctica del ¨¢ngel expulsador, santo patr¨®n de la peor cultura comunista. Pero es falso que cuando uno no quiere dos no se pelean. Si uno de los dos quiere pelea, la escena goyesca de los garrotazos se hace inevitable y mucho me temo que esa escena haya empezado ya, ante el estupor angustiado de centenares de comunistas que perdieron los mejores a?os de su vida en los frentes y en las c¨¢rceles tratando de reconstruir una racionalidad que injustamente no los ha incluido. Carro?eros internos y externos presienten el fest¨ªn.
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