Importante para todos los hombres
Maim¨®nides, espa?ol universal, que siempre record¨® su origen sefard¨ª aunque viviera fuera de Espa?a, aparece en su tiempo, el siglo XII, como el gran dirigente de su pueblo en medio de dos fuertes contradicciones: la intolerancia y el redescubrimiento de la raz¨®n. A ambas hizo frente desde una profunda fe judaica y desde un trabajo de investigaci¨®n que, especialmente en el campo de la medicina, le acreditan como sabio excepcional.Cuando, recientemente, se han traducido al ingl¨¦s sus obras m¨¦dicas, se ha visto con sorpresa que ¨¦l hab¨ªa hecho dos descubrimientos que parec¨ªan monopolio de nuestros d¨ªas: la interacci¨®n de cuerpo y esp¨ªritu, de higiene y conducta, en la conservaci¨®n de la salud, y la conciencia de que la labor del m¨¦dico consiste ante todo en prevenir la enfermedad siendo la curaci¨®n de la misma un remedio al que se acude en caso de derrota.
No es, sin embargo, la medicina la ¨²nica, ni tan siquiera la principal obra intelectual de Maim¨®nides: en sus escritos, que tienen siempre como gu¨ªa la preservaci¨®n, explicaci¨®n y simplificaci¨®n del legado religioso de su pueblo no encontramos las divisiones compartimentadas de la ciencia moderna, sino que teor¨ªa del conocimiento, moral, metaf¨ªsica, astronom¨ªa, pol¨ªtica e historia aparecen ensambladas para forma un conjunto.
Nostalgia de Jerusal¨¦n
Mosh¨¦ ben Maim¨®n, hijo de un rabino, es decir, maestro de la Ley, naci¨® en C¨®rdoba, pero estudi¨® en Lucena, bajo la direcci¨®n de otro maestro, Josef Levita ibn M¨ªguez, precisamente por los a?os en que en una ciudad pr¨®xima, si bien al otro lado de la frontera, Toledo, se estaba realizando el gran esfuerzo de rescate del saber cl¨¢sico, y en especial de las categor¨ªas de Arist¨®teles, que provocar¨ªa en la Europa cristiana una revoluci¨®n de los m¨¦todos cient¨ªficos. En Lucena, Maim¨®nides entr¨® en contacto con estas mismas fuentes de saber, pero sobre todo con otras: los grandes pensadores hebreos espa?oles del siglo anterior, Jehuda Halevi, Paquda o lbn Gabirol. ?stos hab¨ªan hecho algunos importantes descubrimientos que el gran pensador jud¨ªo har¨¢ suyos, como por ejemplo la capacidad que el hombre tiene para llegar al conocimiento de la naturaleza, la convicci¨®n de que la Ley de Dios, entregada a su pueblo, descubre tambi¨¦n el sentido moral de que depende la conservaci¨®n de esa misma naturaleza, y la conciencia de que, cumpliendo la tarea impuesta, de preservar y obedecer la Ley, Israel sirve a toda la humanidad. Entre los sefard¨ªes era, adem¨¢s, sentimiento arraigado, en especial desde la ¨¦poca de Halev¨ª, la nostalgia por Jerusal¨¦n, la ciudad en donde se debe cumplir el destino del pueblo: all¨ª y no en otra parte.
Sobre esta comunidad hebrea se desencadena en 1148 una tormenta. Los almohades, inclinados al shiismo y m¨¢s rigurosos en la exigencia del Islam, se apoderan de C¨®rdoba e impiden la pr¨¢ctica y ense?anza en sus dominios tanto del juda¨ªsmo como del cristianismo. Es un terrible salto atr¨¢s en las tareas de convivencia que durante los tres siglos anteriores, con dificultades y esfuerzos, sin duda, hab¨ªan progresado. Maim¨®nides tiene en estos momentos 13 a?os. Su familia huye de C¨®rdoba, se refugia en Almer¨ªa y durante 12 a?os traslada continuamente su residencia, hurtando el cuerpo a la persecuci¨®n. Para sobrevivir a la tormenta, los jud¨ªos se fingen musulmanes. Maim¨®nides tambi¨¦n en ciertos momentos, aunque no deja de ense?ar y sostener a su pueblo. En 1160 llega a Fez en este errabundo existir: con 25 a?os es reputado ya como un maestro. Ni ¨¦l ni los suyos quisieran abandonar la comunidad a la que sus ra¨ªces pertenecen, pero las dificultades crecen sin descanso. En 1165, amenazado ya de muerte, se resigna a abandonar los dominios almohades.
?l lo hab¨ªa dicho. Cuando ciertos maestros jud¨ªos de otros pa¨ªses criticaron la conducta de quienes se fing¨ªan musulmanes, escribi¨® la primera de sus obras importantes, la Carta del consuelo: la apostas¨ªa no se produce en las formas externas -advirti¨®-, sino en lo profundo del coraz¨®n; ah¨ª es en donde reside la fe, el nombre de Dios, y mientras se conserve, se mantendr¨¢ tambi¨¦n la ¨ªntima libertad del hombre. Pero tambi¨¦n dijo que nadie debe empe?arse en luchar contra una excesiva adversidad; llegado cierto momento, existe la obligaci¨®n de ir a alguna parte en donde ese mismo nombre de Dios pueda ser p¨²blicamente alabado.
El camino
?A d¨®nde ir? Pregunta ociosa para un sefard¨ª. Maim¨®nides emprende el camino de Jerusal¨¦n y un d¨ªa desembarca en San Juan de Acre, la gran fortaleza de los cruzados. Atravesando con salvoconducto el territorio cristiano hace la peregrinaci¨®n a Jesural¨¦n Pero esa Tierra Santa -santa para las tres religiones que invocan la herencia de Abraham- se ha convertido ahora en campo de batalla y muy pocas familias jud¨ªas viven dispersas. Maim¨®nides, que rechazar¨¢ la propuesta de Ricardo I de Inglaterra para convertirse en su m¨¦dico, acabar¨¢ escogiendo una residencia definitiva en Egipto, que ya no abandonar¨¢ hasta su muerte. Es probable que este trasvase desde la nueva Misraim, como algunos jud¨ªos llamaban a Espa?a, a la antigua Misraim, que es Egipto, posea una especial significaci¨®n. La di¨¢spora (gallut) no ha terminado, y, en su visi¨®n hist¨®rica, ¨¦sa es a¨²n la etapa en la que a Maim¨®nides le corresponde vivir. Se firmar¨¢ sefard¨ª, muy significativamente.
Desde 1187 Saladino le reconoce como regente de la comunidad jud¨ªa (naguib): aqu¨ª no hay persecuci¨®n, sino tolerancia. Lo que no significa en modo alguno libertad religiosa. Treinta y nueve a?os transcurrir¨¢n todav¨ªa, a?os de un trabajo agotador, porque Maim¨®nides no se consinti¨® a s¨ª mismo nunca descanso. Es ahora cuando se enfrenta con el problema de la perplejidad de sus disc¨ªpulos jud¨ªos. Perplejidad que obedece a ciertas preguntas clave. ?Por qu¨¦ la persecuci¨®n? ?No ser¨¢ que estamos equivocados? ?Es que Dios abandona a su pueblo? ?Cu¨¢les deben ser las relaciones entre la fe y el conocimiento racional? ?Hemos de despojarnos de la herencia adquirida, a trav¨¦s del Talmud, o hemos de rechazar ese mismo conocimiento para encerrarnos en una piedad a ultranza, ¨ªntegra y quietista?
La respuesta que ofrece Maim¨®nides a trav¨¦s de tres obras -El libro de la claridad, la Mishn¨¦ Tor¨¢ (Segunda Ley, ¨²nica escrita en hebreo) y la Gu¨ªa de perplejos sigue mostrando perfiles claros y precisos para cualquier mentalidad religiosa. Cuando Santo Tom¨¢s de Aquino, que hubo de realizar en la Iglesia una tarea bastante semejante a la de Maim¨®nides, escribe la Surnma Teol¨®gica, uno de los libros que tiene delante es el Dux neutrorum seu dubiorum, versi¨®n latina de la Gu¨ªa de perplejos.
Maim¨®nides, seguro de su fe -es un profundo conocedor de la tradici¨®n de su pueblo-, rechaz¨® los dos extremos: el de los cara¨ªtas, que pretend¨ªan despojarse del Talmud para reclamar una especie de interpretaci¨®n literaria y directa de la ley, y el de los pietistas, que negaban todo valor a la racionalidad. Dios es ¨²nico, y ¨²nico es, por tanto, el camino. ?l ha dispensado a los hombres la verdad, pero a ella se llega por dos medios: el de la fe, que proporciona certeza y da seguridad en la conducta, y el del conocimiento racional, que da evidencia. De este modo, la ley dispensada por Dios necesita de un trabajo de iluminaci¨®n continuo, y ¨¦sta es la tarea de los sabios de Israel. Sus resultados se contienen en el Talmud. Por eso Maim¨®nides se propuso acercar el Talmud, liberado de su gran aparato de erudici¨®n, al conocimiento del pueblo.
Equilibrio
El resultado ser¨¢ lo que ¨¦l llama "camino de oro", norma de la conducta, equilibrio de la existencia, que obliga al hombre en primer t¨¦rmino a cuidar de su cuerpo. Maim¨®nides rechaz¨® abiertamente el criterio de Arist¨®teles de que la sociedad es el principio de autoridad: ¨¦sta se asienta sobre un orden de valores morales que proceden de Dios, que Dios ha mostrado al hombre y que constituyen como el sustento esencial de la vida. Por eso las normas morales no dependen de la voluntad de los hombres ni de los preceptos legales ni de las normas sociales, ni siquiera de la l¨®gica, porque son anteriores a todos estos, y la voluntad, los preceptos y las normas quedan sujetas a la Ley. Pero no sujetas con la obligaci¨®n ineludible de la mec¨¢nica, sino a trav¨¦s de la libertad. Maim¨®nides defendi¨® radicalmente la libertad humana, como condici¨®n inherente a su naturaleza de criatura y no como independencia: es la libertad la que hace al hombre responsable de sus acciones; es ella tambi¨¦n la que transforma el ejercicio de la moral desde un simple cumplimiento de virtudes hasta un "h¨¢bito de la virtud". ?se es el "camino de oro".
La obra de Malm¨®nides ha sido, para el juda¨ªsmo, de mayor importancia que la de ning¨²n fundador de imperios. Pero es tambi¨¦n, por la claridad de su doctrina, de gran importancia para todos los hombres. Cualquier cristiano puede hoy experimentar la sorpresa de encontrar ra¨ªces s¨®lidas de su propio pensamiento al asomarse a las p¨¢ginas de la Gu¨ªa de perplejos.
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