Los esfuerzos recompensados
Desde Marruecos, he seguido d¨ªa a d¨ªa, con esperanza y con ilusi¨®n, los esfuerzos desplegados por nuestros negociadores en Madrid y en Bruselas y que han culminado con el ingreso de Espa?a en las Comunidades Europeas. La entrada en Europa supone para nosotros el final de un largo y penoso aislamiento. Espa?a no pudo formar parte de los pa¨ªses fundadores del Mercado Com¨²n en 1957. Y, sin embargo, nuestra vocaci¨®n pol¨ªtica y nuestra vida econ¨®mica estaban perfectamente sintonizadas con la vocaci¨®n europea de los firmantes del Tratado de Roma. Nuestra voluntad de adhesi¨®n estaba expresada en la carta que en 1962 dirigi¨® el ministro espa?ol de Asuntos Exteriores al presidente del Consejo de Ministros de las Comunidades Europeas. En la d¨¦cada de los sesenta se hizo un extraordinario esfuerzo para que el aislamiento no se consumase, esfuerzo que culmin¨® con el excelente acuerdo preferencial de 1970.
A partir del momento de la transici¨®n, la voluntad de integraci¨®n de Espa?a en Europa qued¨® claramente fijada desde el primer Gobierno de la monarqu¨ªa. La tenacidad y la constancia espa?olas ante la empresa europea han sido una caracter¨ªstica nacional no desmentida por los distintos hombres pol¨ªticos y Gobiernos que se han sucedido desde entonces. Mi recuerdo se dirige hoy hacia aquel 28 de julio de 1977 en que se present¨® oficialmente en Bruselas la candidatura espa?ola a la adhesi¨®n y a aquel 5 de febrero de 1979 en que se celebr¨®, tambi¨¦n en Bruselas, la primera sesi¨®n de la conferencia negociadora para la mencionada adhesi¨®n.
Poner a prueba
Desde entonces, el proceso negociador ha puesto a prueba a muchos hombres y ha dado lugar a grandes esfuerzos de imaginaci¨®n y a un gran despliegue de tenacidad. Los negociadores tuvieron que afrontar obst¨¢culos pol¨ªticos y econ¨®micos de naturaleza muy variada. Se enfrentaron con el delicado y dif¨ªcil equilibrio de conseguir la entrada sin pagar un precio irreal o excesivo; hubo que templar las ambiciones del exterior con las exigencias del interior y de nuestra econom¨ªa nacional. Todo fue posible porque la entrada en Europa se consider¨® un tema de Estado y prioritario en nuestra pol¨ªtica exterior. Con frecuencia se ha se?alado a los negociadores europeos desde 1977 que todos los partidos pol¨ªticos espa?oles con representaci¨®n en las Cortes apoyan el objetivo de nuestra entrada en Europa. Espa?a fue en ese sentir un¨¢nime, una experiencia que no se dio en ninguno de los pa¨ªses candidatos que se han adherido al Mercado Com¨²n desde 1972. Esta voluntad un¨¢nime de los sectores pol¨ªticos, empresariales y sindicales espa?oles ha sido fundamental para la larga batalla de nuestra adhesi¨®n al Mercado Com¨²n.
La sorpresa de Europa
Puedo asegurar que Europa contempl¨® con sorpresa y hasta con admiraci¨®n esa voluntad pr¨¢cticamente un¨¢nime, expresada, a?o tras a?o y sin fisuras significativas, por un pueblo que en tantos ¨®rdenes de la vida se ha mostrado profundamente individualista. La entrada en Europa se me antoja, al paso de los a?os, como una recompensa a la capacidad de acci¨®n colectiva que hemos sabido desarrollar en este punto los espa?oles.
Ahora que el objetivo est¨¢ ya en nuestras manos, entiendo que el tema sigue siendo de Estado y prioritario, y que todos nosotros, sin excepci¨®n, debemos estar dispuestos a que lo conseguido por nuestros negociadores tenga una feliz ejecuci¨®n.
No basta haber entrado en Europa. Es necesario que este patrimonio sea administrado con inteligencia y con cautela y que nuestra participaci¨®n est¨¦ a la altura de los intereses europeos y espa?oles que est¨¢n en juego.
Situar los esfuerzos
Por supuesto, la entrada de Espa?a en la Comunidad Econ¨®mica Europea no resolver¨¢ por s¨ª sola nuestros problemas, pero encuadrar¨¢ nuestros esfuerzos dentro de un marco amplio, moderno y probado del mundo occidental y europeo, al que Espa?a pertenece con vocaci¨®n clara. No faltar¨¢ quien examine con severidad y con rigor los eventuales o posibles defectos del nuevo acuerdo. Mi experiencia en este tema me hace pensar que, en una negociaci¨®n tan dura y dif¨ªcil y en un acuerdo tan complejo, es posible encontrar defectos. Cualquier negociador de buena fe lo entiende, pero tengamos presente que esta negociaci¨®n ha sido global y que por cada cesi¨®n espa?ola habremos arrancado con seguridad una confesi¨®n de la Comunidad Econ¨®mica Europea. Es as¨ª como deber¨ªa escribirse y entenderse la larga historia de la negociaci¨®n con sus claroscuros.
El penoso trabajo
Tal vez lo importante en estos momentos es que seamos conscientes del penoso trabajo realizado, del largo camino recorrido y de las ventajas obtenidas a corto y a medio plazo para los sectores m¨¢s diversos de nuestra econom¨ªa. La negociaci¨®n ha terminado, pero una buena e inteligente ejecuci¨®n del acuerdo de integraci¨®n puede aumentar las ventajas y disminuir los evidentes sacrificios. Me parece claro que al final hemos entrado en el futuro. Si en el pasado, y durante 10 largos a?os, aport¨¦ mi grano de arena a esta obra, parece leg¨ªtimo que hoy le d¨¦ la bienvenida ilusionadamente, como si la contemplase todav¨ªa desde Bruselas.
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