Apuesta por Europa
El ingreso de Espa?a en la Comunidad Econ¨®mica Europea es un hecho trascendente que, independientemente del juicio que merezca el acuerdo alcanzado d¨ªas atr¨¢s en Bruselas entre Espa?a y los diez, y que habr¨¢ de formularse cuando se conozca con precisi¨®n su contenido, es objetivamente positivo para Espa?a, para las fuerzas de progreso de nuestro pa¨ªs, seg¨²n estima el autor.
Espa?a no pod¨ªa quedar marginada por m¨¢s tiempo del proceso lento, contradictorio pero cierto, de unidad europea, sin el cual el futuro de una parte de los pa¨ªses, que componen el viejo continente quedar¨ªa oscurecido y sin perspectivas. Europa, por el contrario, necesita ir alcanzando cotas cada vez m¨¢s precisas de unidad en los espacios econ¨®mico, social, cultural y pol¨ªtico -incluyendo en lo pol¨ªtico la defensas- pretende conquistar su independencia de la din¨¢mica bipolar de los bloques, desarrollar un papel aut¨®nomo y creativo ante los problemas de la paz y de la soluci¨®n de la crisis econ¨®mica, estableciendo unas nuevas relaciones: la solidaridad con los pa¨ªses del Tercer Mundo. Las naciones europeas -incluyendo a Espa?a-, aisladas no ser¨ªan m¨¢s que peones en el tablero atlantista controlado por Estados Unidos, sin ninguna posibilidad de salirse del mismo.En mi opini¨®n -y es una opini¨®n muy particular-, uno de los errores m¨¢s graves que ha- cometido -y sigue cometiendo una parte de la izquierda europea es no haber comprendido a tiempo que el proceso de unidad de Europa es objetivamente avanzado, pues hunde sus ra¨ªces en necesidades hist¨®ricas del desarrollo de las fuerzas productivas, de superaci¨®n de las viejas querellas intereuropeas de tan nefastas consecuencias para los pueblos de Europa. Colocarse, pues, en oposici¨®n a este proceso, que me resulta irreversible salvo un cataclismo poco visible, supone de hecho, al margen de las explicaciones que intenten buscarse, situarse a la defensiva y por tanto en la incapacidad m¨¢s absoluta de que las fuerzas trabajadoras y populares puedan hegemonizarlo.
El dominio internacional
Es bien cierto que hoy por hoy la Comunidad Econ¨®mica Europea est¨¢ dominada en lo sustancial por el capital internacional y enfeudada al atlantismo. Pero ¨¦sa no puede ser nunca una raz¨®n, desde una ¨®ptica marxista. y de izquierda, para eludir el reto que supone la unidad europea y para dejar de disputar a esas fuerzas de la derecha la hegemon¨ªa en un espacio, que ya existe, de lucha de clases en lo econ¨®mico y en lo pol¨ªtico. Lo que hay que plantearse, por el contrario, es c¨®mo hacer converger a las fuerzas de progreso que existen en Europa para transformar ¨¦sta en una nueva en todos los terrenos. Las perspectivas de una sociedad socialista y democr¨¢tica o se construye en el marco de Europa o no se dar¨¢, previsiblemente, aunque el proceso de cada pa¨ªs en esa direcci¨®n pueda ser desigual y alcanza variadas experiencias de democracia avanzada.
Es evidente que el ingreso en Europa no va a suponer ninguna panacea para nuestros males, pues es algo mucho m¨¢s concreto que una panacea: es una realidad en movimiento, y ante esa realidad la tarea de toda organizaci¨®n que sin ret¨®ricas quiera ser de verdad revolucionaria es transformarla, contando con las fuerzas sociales y pol¨ªticas que realmente existen y se mueven en ella.
Lo dem¨¢s ser¨ªa enrocarse, situar al movimiento obrero a la defensiva, al remolque de los acontecimientos, a la espera de no se sabe qu¨¦ santo advenimiento. Porque la experiencia demuestra que las posibilidades transformadoras de la sociedad no advienen de la noche a la ma?ana, sino que se van creando en el transcurso del tiempo y se van materializando a veces parcialmente.
La cuesti¨®n, por tanto, no es plantearse en abstracto si la Europa a la que nos adherimos nos gusta o no nos gusta, lo mismo que la cuesti¨®n no es si la Espa?a actual nos place m¨¢s o menos, pues ni con una ni con otra estamos satisfechos; el problema de fondo, por el contrario, es qu¨¦ hacemos para transformarlas, qu¨¦ fuerzas es necesario coordinar para lograrlo, qu¨¦ alternativas ofrecer a los problemas y necesidades que tienen sus ciudadanos, c¨®mo levantamos desde los partidos de izquierda, las organizaciones sindicales y los nuevos movimientos sociales una alternativa real de la izquierda que suponga un proyecto de construcci¨®n de Europa para los a?os venideros.
La Europa de la paz
Una Europa de paz, de justicia social, de democracia avanzada, de cultura generalizada, de participaci¨®n real de los ciudadanos, de reconstrucci¨®n del medio ambiente, habitable para las j¨®venes generaciones y de garant¨ªa efectiva de las libertades. Es decir, un gran proyecto popular y reformador que supere las limitaciones del reformismo incapaz de traspasar la vieja sociedad y tambi¨¦n de cualquier milenarismo veterocomunista que piense que en Europa se pueden plantear las cosas de forma similar a experiencias pasadas.
Nicol¨¢s Sartorius es abogado.
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