De las academias
De moda se ha puesto maltratar a la Academia Espa?ola. A menudo, la elecci¨®n de un nuevo miembro es juzgada con dureza, y cualquiera se siente, desde cualquier tribuna, capaz de inspirar m¨¢s acertadas elecciones. Plum¨ªfero ha habido que en una de las ¨²ltimas ocasiones ha pedido un sill¨®n acad¨¦mico para cierto pol¨ªtico que se distingue por un lenguaje en el que abundan plebeyas ordinarieces, como la de "ganarse los garbanzos", y groseras expresiones, como "bajarse los pantalones".La verdad es que, como dice una publicaci¨®n reciente que vamos a comentar, la Real Academia, con tantos y tan variopintos comentarios que le dedican, no es m¨¢s que una "bastante conocida desconocida". Los informadores se complacen m¨¢s en lo que estiman desaciertos en la cooptaci¨®n de nuevos miembros que en cualquier obra bien hecha de la Academia. Los periodistas esperan impacientes el resultado de una votaci¨®n, pero comentan mal¨¦volamente una nueva edici¨®n del Diccionario se?alando sus erratas, o desconocen, por ejemplo, la aparici¨®n de un fasc¨ªculo nuevo del Diccionario hist¨®rico, que ya va tocando, con sus 2.000 p¨¢ginas a tres columnas para la mitad de la letra A, los l¨ªmites de lo monumental.
Algunas publicaciones de no acad¨¦micos me llevan, con su visi¨®n m¨¢s lejana e independiente, a complacerme un poco en la historia de la Academia y a comentar aspectos laudables de su secular labor.
Vamos a fijarnos en la tesis de doctorado de una joven romanista alemana, Dagmar Fries, que, despu¨¦s de estudiar las publicaciones de la Academia e investigar en sus archivos, la ha presentado en Aquisgr¨¢n y la ha publicado bajo el t¨ªtulo de Sprachpflege in der Real Academia Espa?ola. En la primera palabra del t¨ªtulo se refleja el viejo lema acad¨¦mico "limpia, fija y da esplendor": el cuidado, hasta cierto punto normativo, de la lengua en sus diferentes respectos, desde la pronunciaci¨®n y la ortograf¨ªa hasta las reglas que establecen sus formas y gobiernan su sintaxis.
Si con el primer diccionario acad¨¦mico, que llamamos "de Autoridades" (1726-1739), se establecieron los cimientos sobre los que a¨²n descansa la lexicograrla de nuestra lengua, compuso y orden¨® a continuaci¨®n la Academia una Ortograf¨ªa (1741), a la vez que comenzaba un proyecto gramatical que tardar¨ªa en llegar a t¨¦rmino, hasta convertirse en la primera edici¨®n de la Gram¨¢tica de la lengua castellana, de 1771.
Debemos al profesor de una de las universidades madrile?as, Ram¨®n Sarmiento, un facs¨ªmile de esta primera edici¨®n, acompafiado del material necesario (Madrid, Editora Nacional, 1984), y otros estudios y publicaciones que no podemos pormenorizar aqu¨ª. Gracias a ello, estamos en condiciones de darnos cuenta de la labor realizada por la Academia.
Ante todo, en este pa¨ªs nuestro de las repetidas e insuficientes reformas, yo siento una satisfacci¨®n en sentirme incorporado en algo a la gran continuidad de la Academia. En el campo de la gram¨¢tica, fija desde el principio sin ninguna rigidez el sentido de sus normas: la correcci¨®n de errores y abusos y de las faltas contra la propiedad. Dagmar Fries nos lo se?ala en su tesis, y, oponi¨¦ndose a un t¨®pico que sigue repiti¨¦ndose, de que fue finalidad primera de la Academia oponerse al galicismo y terminar con los delirios del estilo barroco, se?ala una sorprendente falta, en las actas de la primera ¨¦poca de la Academia, de teor¨ªas y discusiones sobre cu¨¢l es la funci¨®n precisa del cuidado de la lengua. M¨¢s que de planes meditados, de consideraciones sobre posibilidades y m¨¦todos, la Academia act¨²a en su tarea como en un campo de fuerzas que resultan del peso de la tradici¨®n cl¨¢sica, de la competencia renacentista entre las distintas lenguas nacionales y de la idea de que las lenguas viven como determinadas por una especie de desarrollo org¨¢nico. As¨ª surge en Espa?a, como primero en Florencia y luego en Francia, una instituci¨®n dedicada a velar por la lengua. Los estatutos de la Academia, que se renovaron por real decreto de don Juan Carlos en 1978, siguen diciendo en estas cuestiones cosas muy semejantes a los primeros, como anota Dagmar Fries.
Desde la primera gram¨¢tica que Ram¨®n Sarmiento ha vuelto a poner en manos de los lectores, la Academia sigui¨® haciendo nuevas ediciones. El mismo estudioso ha se?alado en un art¨ªculo la importancia que tuvo como renovadora la gram¨¢tica de 1854. En ella se refuerza el elemento l¨®gico, as¨ª como el normativismo.
Por su parte, Dagmar Fries ha examinado las diversas ediciones de la gram¨¢tica acad¨¦mica buscando se?alar la manera como va acentuando, hasta 1933, el normativ¨ªsmo, para to-
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mar en su ¨²ltima forma, la del Esbozo de 1973, una actitud m¨¢s sutil y menos legalista. Lo prueba con algunos ejemplos bien escogidos. As¨ª, comparando desde 1771 las normas sobre el uso de los dos perfectos vi / he visto, se van precisando y volviendo m¨¢s r¨ªgidas en 1796, en 1854, en 1911, para, en el Esbozo de 1973 encontrarnos con ejemplos de la literatura espa?ola y americana, incluso moderna, con referencias al uso galaico y asturiano, que prefieren, como el del R¨ªo de la Plata, vi, y abandonan he visto. Todo colocado sobre el fondo arcaico de la construcci¨®n concertada: desfechos nos ha el Cid.
Tambi¨¦n recoge la misma autora que, con la p¨¦rdida del normativismo en la gram¨¢tica, la influencia de la Academia qued¨® gravemente comprometida. M¨¢s a¨²n cuando el Ep¨ªtome o gram¨¢tica abreviada hab¨ªa sido texto obligatorio en las escuelas. Esto mismo alej¨® siempre a las gram¨¢ticas acad¨¦micas de toda veleidad de filosofar y desarrollar teor¨ªas. Cierto que el pr¨®logo de la Gram¨¢tica de 1917 se hace eco de Ios positivos adelantos que en estos ¨²ltimos tiempos ha realizado la ciencia del lenguaje" y habla de reforma, y en el texto modifica mucho la sintaxis. Pero el Ep¨ªtome, que sirvi¨® con numeros¨ªsimas ediciones hasta 1928, tiene sus ¨²ltimas apariciones en 1931 y 1938, con un ef¨ªmero intento de renovarlo de 1941 a 1943. Una influencia social importante para la labor de vigilancia y direcci¨®n del lenguaje se perdi¨® as¨ª para la Academia. La Academia contempor¨¢nea, la de los maestros que yo he conocido, la de los ¨²ltimos historicistas, que a¨²n somos disc¨ªpulos de Meri¨¦ndez Pidal, no cre¨ªa demasiado en la pol¨ªtica ling¨¹¨ªstica. En esto no somos ya actuales. Cre¨ªamos, si no en el vitalismo de la lengua, que en s¨ª lleva el ciclo de nacimiento, desarrollo y decadencia, s¨ª en la idea rom¨¢ntica de que en el seno del alma popular nace, vive y pervive, sin que haya fuerza externa capaz de influir en ella. El Esbozo de 1973 -que escribieron S. Fern¨¢ndez Ram¨ªrez y S. Gili Gaya, y que, como se?ala Dagmar Fries, se basa en las mismas ideas te¨®ricas que en congresos de academias de la Lengua Espa?ola presentaron en 1956 y 1960 Rafael Lapesa y Fern¨¢ndez Ram¨ªrez- todav¨ªa es una continuaci¨®n renovada de la tradici¨®n gramatical que abri¨® la Academia en 1771.
Mas, como corresponde a las ideas de la Academia en la mitad central del siglo -y todav¨ªa-, el Esbozo hab¨ªa cambiado totalmente la orientaci¨®n. de autoridades. Con las estad¨ªsticas que ha hecho Dagmar Fries sobre un determinadocap¨ªtulo, vemos c¨®mo todav¨ªa la edici¨®n de 1771 ampl¨ªa considerablemente los ejemplos. Pero en 1931 todav¨ªa son ¨¦stos en su mayor¨ªa de los siglos XVI y XVIL El Esbozo cambi¨® totalmente la situaci¨®n: la gran mayor¨ªa de ejemplos citados es de los siglos XIX y XX, y una parte considerable de estas autoridades es americana. Ya no es el Siglo de Oro la norma predominante, y surge claramente, como lo formul¨® Lapesa, un ideal panhisp¨¢nico, en el que el uso de un lado del Atl¨¢ntico puede ser tan v¨¢lido como el del otro. Al final de la historia nos preguntamos, con la joven estudiosa alemana: "El Esbozo, y ?qu¨¦ viene luego? ?Renuncia la Academia a continuar su labor de reforma y modernizaci¨®n?" El Esbozo, me atrevo a responder, se llam¨® as¨ª esperando una discusi¨®n de las academias hispanoamericanas, y, como si fuera propuesta provisional que esperara confirmaci¨®n, no puede quedar como cosa terminada y entrada en jubilaci¨®n. Nada puede arrinconar el Esbozo, prudente reformador y renovador de dos siglos de ediciones de la Gram¨¢tica, con sus ejemplos y autoridades, que sirven, m¨¢s que las reglas y que todo otro m¨¦todo, para resolver eso que busca el que consulta la gram¨¢tica: la duda no resuelta.
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