Los 'nuevos hijos'
LOS DIVORCISTAS espa?oles empiezan a notar una tenue tendencia de inversi¨®n en la cuesti¨®n de los hijos: antes hab¨ªa una pugna por conservar la guarda y custodia; se pas¨¦ luego a una aceptaci¨®n m¨¢s indiferente, y ahora hay quienes, francamente, tratan de colocar los hijos a la otra parte. Les fastidian.El car¨¢cter emblem¨¢tico de la paternidad est¨¢ cambiando. El tema coincide con el ¨¦xito en Francia del libro de Christiane Collange Yo, tu madre (v¨¦ase EL PAIS del 12 de abril), que viene a ser un manifiesto contra la culpabilidad que sobre las madres arrojan viciosamente los hijos con objeto de obtener algunos beneficios materiales. CoHange lo relaciona con el problema global de la mujer, que ha conseguido librarse del "infierno de la pareja" (dice ella) o de la enorme frustraci¨®n arrojada por el var¨®n sobre la que fue su compa?era, pero no se zafa del "aplastamiento" ejercido por los hijos. Basta una leve y modesta reflexi¨®n neutral para saber hasta qu¨¦ punto el hombre est¨¢ seriamente incluido en estas torturas.
Los nuevos hijos -aunque sean s¨®lo la vanguardia de una enorme mesnada confusa- no rompen el cord¨®n umbilical. Han ganado una libertad de costumbres, exhiben una resistencia heroica al aprendizaje y alegan la impermeabilidad de la sociedad a lo que podr¨ªa ser su trabajo. El antiguo rito de la entrega de la llave de la casa se produce hoy a edades miserables, y los nuevos hijos utilizan esta libertad mucho m¨¢s all¨¢ de lo que se hab¨ªa calculado; incluso en lo que aparece contra ellos. En el momento oportuno de la madrugada se arrastran por las calles tirando del cord¨®n umbilical que les conducir¨¢ infaliblemente al hogar, donde velan los padres angustiados, para recibir el lecho tibio, el vasito de leche y la caricia l¨ªrica. Acab¨® la tr¨¢gica ¨¦poca de las fugas cantada en falsete por los Beatles (She's leaving home) y comienza la de la predaci¨®n del hogar y los padres.
Uno de los monumentos literarios en que se apoya esta actitud es la Carta al padre, de Kafka, donde se plantea el modelo del hijo v¨ªctima de la represi¨®n; aparecen en lo cient¨ªfico Freud y la larga escuela del psicoan¨¢lisis. El padre arquetipo del represor violento; la madre, en el papel de la transmisora promiscua del f¨¦retro de acero de la tradici¨®n y las buenas costumbres, han ido hoy transform¨¢ndose en las sociedades occidentales en tolerantes, permisivos y, ¨²ltimamente, acobardados y arrinconados creadores de v¨ªctimas, sin haber ganado nada en ello. En los casos extremos -que son los que aqu¨ª se comentan, como ¨ªndice de un movimiento social m¨¢s profundo- tienen que pagar durante toda su vida la marginaci¨®n deliberada de los hijos. En los casos m¨¢s moderados se miran a s¨ª mismos como resultado de esta nueva opresi¨®n: con sus vidas frustradas y sin acceso ya a estas libertades que los hijos exigen a costa de que alguien las pierda. No son s¨®lo estos peque?os y r¨ªgidos catones quienes acusan: los doctrinos de la sociedad antigua siguen volcando sobre los padres la culpa de la desintegraci¨®n de la familia, acus¨¢ndoles de la ruptura de la sociedad tradicional. Ahora ya no hay ni siquiera actitudes a tomar: el control se ha escapado de las manos, y no hay modelos de padres. Ni la energ¨ªa, ni la tolerancia, ni el ejemplo, ni la cordura.
Lo que Christiane Collange propone es el desprendimiento moral, la nueva actitud de defensa, una especie de s¨¢lvese quien pueda. Un psicoan¨¢lisis dom¨¦stico que no acepte la carga de culpabilidad, que limpie el aire del hogar y que permita que los padres y las madres tambi¨¦n vivan. La realidad, en una sociedad como la espa?ola, y aplic¨¢ndola a la inmensidad y no a la vanguardia rupturista, es que hoy se ha ganado mucho en franqueza, en sinceridad de relaciones, y que la lenta retirada de mitos antiguos o de papeles glorificados y el reconocimiento de necesidades vitales de cada grupo de edad pueden llegar a permitir un tejido mucho m¨¢s positivo que el anterior. No es preciso entonces ser apocal¨ªptico y suponer que la ley del p¨¦ndulo es un hecho y que hemos pasado en nuestras culturas urbanas de la represi¨®n de los hijos por los padres a la de los padres por los hijos. En cualquier caso, este es un buen tema para la reflexi¨®n sobre nuestro comportamiento social, pero no para la desesperaci¨®n de nadie.
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