Silencio obligado para Bof
NO ES la primera vez que la Iglesia cat¨®lica obliga a un te¨®logo famoso a callar voluntariamente. De todas maneras, los precedentes de la condena del franciscano Leonardo Boff, que no se ci?e a prohibirle redactar o difundir libros, sino que incluye hasta la negaci¨®n de su elemental derecho a hablar en p¨²blico, se tienen que buscar, por su contundencia, bastante atr¨¢s. Tampoco es la primera vez que frente a la incomprensi¨®n de Roma un te¨®logo elige el silencio a la fuerza. Detr¨¢s de la obediencia de Boff est¨¢ sin duda la coherencia con sus propias creencias, pero quiz¨¢ tambi¨¦n una estrategia de mayor alcance, de cara a una m¨¢s fecunda locuacidad futura, as¨ª como su voluntad de no abandonar para no ceder el terreno ganado dentro, pues en este caso abandonar era la ¨²nica alternativa al acatamiento.Ante la aceptaci¨®n de la purga, el Vaticano se ha tenido que limitar a decir que las medidas propuestas han sido aceptadas "con esp¨ªritu religioso". Pero nadie puede enga?arse: todo sigue igual, aunque con m¨¢s silencio. Para quienes gobiernan actualmente en Roma, un silencio que no puede tener otro horizonte que la reconversi¨®n de Boff o seguir sin devolverle la palabra. Y para el te¨®logo, la esperanza de tiempos mejores y toda la confianza que pueda proporcionarle la fe, tal como ¨¦l mismo la entiende. Y en este sentido ya fue muy significativo 'Uno de los p¨¢rrafos de su carta de contestaci¨®n al cardenal Ratzinger, en agosto del a?o pasado, cuando Roma inici¨® la descalificaci¨®n de su libro Iglesia, carisma y poder: "De una cosa estoy seguro: prefiero caminar con la Iglesia que ir solo con mi teolog¨ªa; la Iglesia permanece, 1,a teolog¨ªa pasa; la Iglesia es una realidad de fe que yo asumo; la teolog¨ªa es un producto de la raz¨®n que discuto; aqu¨¦lla es madre, con sus arrugas y sus manchas; ¨¦sta ¨¦l sierva, a pesar de su d¨¦bil luz y su claridad lunar".
Leonardo Boff es un te¨®logo que se ha esforzado en romper las barreras culturales e ideol¨®gicas, intentando suministrar argumentos inteligibles sobre las cuestiones m¨¢s profundas del esp¨ªritu humano. Junto a eso, ha puesto toda su capacidad de an¨¢lisis y reflexi¨®n al servicio de la idea de que la -religi¨®n no debe ser asumida como un elemento de alienaci¨®n o de sumisi¨®n, sino como una palanca liberadora del hombre y como un instrumento que contribuya activamente a que la justicia se imponga ya en este mundo. Este mensaje, que Boff deslinda expl¨ªcitamente del marxismo, resulta excesivo para quienes administran actualmente los poderes del Vaticano, en este tiempo de involuci¨®n en que se est¨¢ procediendo a la demolici¨®n de una buena parte del esp¨ªritu del ¨²ltimo concilio. Ante la profunda crisis que padece, y que ayer mismo qued¨® significativamente reflejada en los incidentes de religi¨®n que se vivieron en Holanda, el aparato de la Iglesia cat¨®lica est¨¢ buscando la salida por una direcci¨®n tangencialmente distinta a las del religioso franciscano, y el mismo acto de obligar a un silencio voluntario no es una an¨¦cdota, sino que forma parte del talante que Roma considera necesario restablecer.
Por otra parte, hay que tener tambi¨¦n presente la imagen que proyecta la decisi¨®n del Vaticano hacia los sectores de la opini¨®n p¨²blica mundial que sin ser creyentes se sienten comprometidos con las libertades. Con estas medidas, aunque los actuales responsables de la Iglesia cat¨®lica queden lejos de las condenas a la hoguera, ponen en entredicho el principio de libertad de expresi¨®n que ha sido predicado por los papas desde P¨ªo XII. Una mayor sensibilidad hacia los derechos humanos en sus propios temas ser¨ªa no s¨®lo deseable, sino que har¨ªa a la Iglesia cat¨®lica inmensamente m¨¢s cre¨ªble y coherente. El silencio impuesto a Leonardo Boff no se libra de la sospecha del miedo que parece atenazar a los actuales timoneles del Vaticano. Porque la que se acalla es una voz que, independientemente de la teolog¨ªa, estaba tambi¨¦n al servicio de la causa de los pobres.
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