La 'guerra de las galaxias' ignora las necesidades defensivas de Europa
Los aliados de Europa occidental parecen cada vez m¨¢s preocupados por los peligros militares y pol¨ªticos a los que la iniciativa de defensa estrag¨¦tica (SDI) del presidente Reagan, conocida popularmente como la guerra de las galaxias, expone a sus pa¨ªses.En p¨²blico, muchos dirigentes europeos alaban el proyecto, consider¨¢ndolo una potente fuerza que hizo que los sovi¨¦ticos regresaran a la mesa de negociaciones, y acogen su programa de investigaci¨®n de cinco a?os al menos como una cu?a contra los intentos de la URSS de desarrollar armamento defensivo instalado en el espacio. Sin embargo, docenas de entrevistas con expertos militares y con responsables gubernamentales europeos y un examen de los documentos y declaraciones oficiales muestran un profundo y extendido recelo en lo que el plan de la guerra de las galaxias afecta a Europa.
Algunos estrategas consideran v¨¢lida para Europa la idea de Reagan, expresada por primera vez en un discurso en marzo de 1983, en el que hizo la propuesta de creaci¨®n de un escudo defensivo espacial que convirtiera todo el armamento nuclear en "impotente y obsoleto". No obstante, la opini¨®n reinante es que el armamento espacial defensivo norteamericano no lograr¨ªa proteger a Europa occidental de un ataque de misiles sovi¨¦ticos, podr¨ªa provocar una amenazadora carrera de armamentos convencionales y podr¨ªa muy bien dividir la OTAN y aumentar el riesgo de guerra.
En, el centro de las preocupaciones europeas subyace una consideraci¨®n t¨¦cnica fundamental: el corto espacio de tiempo en el que las cabezas nucleares sovi¨¦ticas pueden llegar a Europa, as¨ª como que muchas de ellas se colar¨ªan por debajo del elaborad¨ªsimo escudo defensivo que los norteamericanos pudieran instalar en el espacio.
"El tiempo de vuelo de los misiles entre la URS S y Europa occidental es inferior a la mitad del tiempo necesario para llegar a Estados Unidos", dijo Lawrence Freedman, destacado estratega brit¨¢nico, director del departamento de Estudios de Guerra del King's College, de la universidad de Londres. "En el caso de misiles lanzados desde la Europa del Este, el tiempo de vuelo es a¨²n menor. La tarea de interceptar los misiles es, consecuentemente, proporcionalmente mayor".
Un funcionario del Ministerio de Asuntos Exteriores franc¨¦s recalc¨® que esto demostraba la inutilidad de una defensa instalada en el espacio. "Las ventajas militares para Europa son inexistentes", dijo. "No creemos ni por un momento que resulte ¨²til".
Expresando un mismo punto de vista, el coronel Jonathan Alford, vicedirector del Instituto Internacional de Estudios Estrat¨¦gicos de Londres, dijo: "Por muy bueno que sea el sistema, nuestra vulnerabilidad ser¨¢ mayor". El instituto es una organizaci¨®n privada conocida por sus evaluaciones anuales del equilibrio militar global.
Para Estados Unidos, las armas espaciales tendr¨ªan como objetivo principal contrarrestar los misiles sovi¨¦ticos SS-18, que poseen un radio de acci¨®n de unos 11.000 kil¨®metros y pueden transportar hasta 10 cabezas nucleares. Seg¨²n responsables norteamericanos, las defensas espaciales podr¨ªan destruir tambi¨¦n los S S-20, con un radio de acci¨®n de unos 4.800 kil¨®metros, y que representan una amenaza para Europa occidental.
Pero a los estrategas de Europa occidental, debido a la proximidad de los pa¨ªses del Pacto de Varsovia, les preocupa m¨¢s un tipo diferente de armas sovi¨¦ticas: los bombarderos y otros aviones m¨¢s peque?os con armamento nuclear, los misiles de crucero, la artiller¨ªa y diversos misiles de vuelo bajo. Entre estos misiles est¨¢n los S S-21 (con un radio de acci¨®n de unos 1.300 kil¨®metros), los SS-22 (900 kil¨®metros) y los SS-23 (480 kil¨®metros).
"Europa siempre ser¨¢ vulnerable", dijo Yves Boyer, investigador del Instituto de Relaciones Internacionales de Par¨ªs. "Puede que derribemos al bombardero, pero el caza, la artiller¨ªa y el misil t¨¢ctico llegar¨¢n a su objetivo".
Defensa con 'goteras'
Una cuesti¨®n que est¨¢ empezando a surgir en Europa es si ser¨ªa posible detener estas armas sovi¨¦ticas mediante la creaci¨®n de una nueva generaci¨®n de misiles antit¨¢cticos. Instalados en tierra y no en el espacio, estas armas defensivas podr¨ªan ponerse r¨¢pidamente en vuelo para destruir las cabezas nucleares sovi¨¦ticas pr¨®ximas a sus objetivos. Un posible misil antit¨¢ctico podr¨ªa ser una versi¨®n avanzada del Patriot, actualmente desplegado con las tropas norteamericanas destacadas en Europa, como defensa contra aviones enemigos.
El Pent¨¢gono ha estudiado la posibilidad de crear nuevas defensas contra los misiles sovi¨¦ticos de corto alcance. Meses despu¨¦s del discurso en el que Reagan mencion¨® la guerra de las galaxias, un grupo de expertos, encabezado por el estratega norteamericano Fred S. Hoffman, dijo que tales investigaciones "deber¨ªan eliminar las preocupaciones de los aliados, en el sentido de que nuestro mayor ¨¦nfasis en las defensas podr¨ªa indicar un debilitamiento de nuestro compromiso con la defensa de Europa".
Las respuestas europeas han sido esc¨¦pticas en su mayor¨ªa. Se teme que los misiles antit¨¢cticos instalados en tierra pudieran ser f¨¢cilmente neutralizados. Otro temor es que una defensa con goteras, si bien te¨®ricamente v¨¢lida para Estados Unidos, tendr¨ªa pocas ventajas para Europa.
Para algunos analistas europeos, las dificultades t¨¦cnicas de la defensa de Europa no merman para nada el atractivo de las defensas espaciales para la destrucci¨®n de los misiles sovi¨¦ticos de largo alcance. Seg¨²n ellos, la protecci¨®n de Estados Unidos basta por s¨ª sola para aumentar la seguridad de Europa, ya que Estados Unidos estar¨ªa m¨¢s dispuesto a ayudar a sus aliados en caso de guerra. Seg¨²n esta opini¨®n, la actual garant¨ªa nuclear norteamericana es, como mucho, una promesa pobre: ning¨²n presidente norteamericano ordenar¨ªa un ataque nuclear para defender Bonn o Par¨ªs siempre que esto supusiera la destrucci¨®n de ciudades norteamericanas.
M¨¢s all¨¢ de la cuesti¨®n t¨¦cnica de si resulta posible defender su tierra, existe otro punto de disputa para los europeos: los escudos espaciales defensivos norteamericanos y sovi¨¦ticos convertir¨ªan en impotentes y obsoletos no s¨®lo los misiles nucleares norteamericanos y sovi¨¦ticos, sino tambi¨¦n los europeos. La cuesti¨®n cobra especial importancia para el Reino Unido y Francia, que cuentan con arsenales nucleares propios.
En este punto se consideran cruciales los simples n¨²meros. La URSS, con su gran n¨²mero de misiles y cabezas nucleares, podr¨ªa neutralizar f¨¢cilmente las defensas de tierra europeas, al tiempo que el armamento, m¨¢s limitado, de franceses y brit¨¢nicos representar¨ªa una amenaza m¨¢s bien pobre,
Est¨¢n en juego el orgullo y el prestigio, adem¨¢s del poder militar. Franceses y brit¨¢nicos temen perder su posici¨®n como potencias mundiales si se produjera el cambio a unos sistemas de defensa costosos, instalados en el espacio, que est¨¢n por encima de las posibilidades de sus presupuestos nacionales.
"A los europeos les gustan en realidad las armas nucleares", dijo Alford, del Instituto Internacional de Estudios Estrat¨¦gicos. "No dicen que quieran m¨¢s, pero dicen que son las armas nucleares en conjunto, su existencia, el miedo que producen lo que ha hecho que sea imposible vislumbrar la posibilidad de una guerra". A lo largo de los a?os, Europa ha ido creando una reserva de armas nucleares con el objetivo principal de contrarrestar la superioridad num¨¦rica de fuerzas convencionales de los pa¨ªses del Pacto de Varsovia, si bien otro objetivo reciente ha sido la res puesta al despliegue de los SS-20 sovi¨¦ticos. M¨¢s recientemente, los pa¨ªses de la OTAN han comenzado a desplegar los misiles de crucero y los Pershing 2, mientras que brit¨¢nicos y franceses se han embarcado en programas costosos para aumentar su nivel de misiles nucleares instalados a bordo de submarinos.
Esc¨¦pticos acerca de las defensas espaciales, los dirigentes europeos, por lo general, han respaldado precavidamente las investigaciones, al tiempo que se oponen a las pruebas y al despliegue de armas defensivas. En octubre de 1983, la Asamblea del Tratado del Atl¨¢ntico Norte, formada por legisladores de los pa¨ªses miembros de la OTAN, respald¨® de mala gana la propuesta de investigaci¨®n de Reagan. "Por muy indeseable que resulte para algunos un sistema de defensa mediante misiles bal¨ªsticos norte americanos", le¨ªa su declaraci¨®n, "ser¨ªa a¨²n menos deseable la presencia de un ¨²nico sistema sovi¨¦tico. Por tanto, mientras contin¨²en las investigaciones sovi¨¦ticas sobre la defensa antimisiles resulta totalmente razonable que contin¨²en las investigaciones norteamericanas".
Reservas europeas
Pero a la primavera siguiente, Francia menospreci¨® p¨²blicamente tanto los objetivos estrat¨¦gicos como las investigaciones. En la Conferencia de Desarme de las Naciones Unidas en Ginebra, el embajador franc¨¦s, Fran?ois de la Gorce, dijo que el armamento defensivo instalado en el espacio "podr¨ªa amenazar la estabilidad, y con ello la paz, que se ha logrado hasta ahora gracias a la invulnerabilidad de los medios de respuesta nucleares". A?adi¨® que el anuncio de Reagan, por s¨ª solo, de su intenci¨®n de ir adelante con las investigaciones "constituye en s¨ª mismo un acicate para redoblar los esfuerzos de creaci¨®n de sistemas ofensivos" como medio para intentar derrotar cualquier posible defensa.
La reacci¨®n brit¨¢nica fue tibia y legalista. En compensaci¨®n, Margaret Thatcher acept¨® apoyar las investigaciones siempre que Reagan aceptara los cuatro puntos siguientes: el objetivo de Occidente no debe ser la consecuci¨®n de una situaci¨®n de superioridad; el despliegue de un sistema defensivo espacial deber¨¢ discutirse; el objetivo global debe ser la intensificaci¨®n, no la reducci¨®n, de la estrategia de la disuasi¨®n, y las negociaciones EsteOeste deben perseguir la reducci¨®n de armas ofensivas.
En Alemania Occidental, la reacci¨®n inicial al plan de la guerra de las galaxias fue negativa. En abril, el ministro de Defensa, Manfred Worner, dijo que los objetivos estrat¨¦gicos "no conducir¨ªan a la estabilidad, sino a todo lo contrario". Sin embargo, Kohl, en un discurso efectuado ante el Parlamento de la RFA, dio un caluroso respaldo a las investigaciones de la guerra de las galaxias. Dijo que su Gobierno "no permitir¨ªa que le hicieran tomar una decisi¨®n apresurada", si bien, en l¨ªneas generales, estaba a favor de participar en el programa. "Acogemos con una actitud positiva la sugerencia norteamericana", dijo al Parlamento.
La 'guerra de las galaxias' ignora las necesidades defensivas de Europa
El 26 de marzo, el secretario de Defensa norteamericano, Caspar W. Weinberger, invit¨® formalmente a los aliados a participar en las investigaciones de la guerra de las galaxias. Puso un l¨ªmite de 60 d¨ªas para una respuesta. Funcionarios gubernamentales de la Europa occidental consideraron globalmente tal oferta como un ultim¨¢tum, y los responsables de la alianza, como una prueba de lealtad. "Su pa¨ªs puede hacer todo el trabajo solo", dijo un funcionario de la RFA; "consecuentemente, lo que realmente busca es apoyo pol¨ªtico".Finalmente, Weinberger dio marcha atr¨¢s respecto al plazo, aunque el debate sobre el tema de la cooperaci¨®n se ha acalorado. La raz¨®n principal es que Europa siente que va por detr¨¢s en alta tecnolog¨ªa y considera las investigaciones sobre la guerra de las galaxias como la ¨²nica forma de ponerse al d¨ªa. Entre las ¨¢reas de aplicaci¨®n de las investigaciones est¨¢n la electr¨®nica, la metalurgia, la tecnolog¨ªa de materiales y el transporte espacial.
De hecho, algunas compa?¨ªas europeas han dicho que est¨¢n interesadas en colaborar. "Los norteamericanos tienen la audacia necesaria para adentrarse en nuevos campos, y a nosotros siempre nos interesa el desarrollo de nuevas tecnolog¨ªas", dijo Wolf Wehran, portavoz de Carl Zeiss, una gran empresa ¨®ptica de Alemania Occidental. "Pero nosotros no tenemos necesidad de la iniciativa de defensa estrat¨¦gica para completar nuestra capacidad de producci¨®n o para iniciar un programa de investigaci¨®n innovador para el pr¨®ximo siglo. Podemos pasarnos sin la SDI".
Si bien se muestran interesadas, muchas compa?¨ªas de Europa occidental han expresado asimismo sus reservas. Temen, entre otras cosas, una fuga de cerebros cient¨ªficos a Estados Unidos, as¨ª como el control por parte del Pent¨¢gono del movimiento de tecnolog¨ªas relacionadas con la guerra de las galaxias. Seg¨²n responsables empresariales, podr¨ªa darse que el Pent¨¢gono quisiera limitar el intercambio de t¨¦cnicas entre investigadores norteamericanos y europeos, as¨ª como impedir la exportaci¨®n de tecnolog¨ªa militar desde Europa. No hace mucho, la Administraci¨®n Reagan ya reforz¨® tales controles en un intento de detener el traspaso de alta tecnolog¨ªa al bloque sovi¨¦tico.
Seg¨²n Fran?ois Heisbourg, antiguo asesor de seguridad internacional del ministro de Defensa franc¨¦s, una forma en la que los pa¨ªses europeos pueden superar las barreras que temen es mediante la formaci¨®n de un consorcio. "No es tan desagradable ser subcontratistas", afirm¨®, "pero no resulta tan interesante como trabajar en primera l¨ªnea de una gran aventura industrial".
En parte como respuesta a tales preocupaciones, el Gobierno franc¨¦s propuso en abril la fundaci¨®n de una agencia europea de colaboraci¨®n investigadora, apodada Eureka. La agencia llevar¨ªa a cabo investigaciones cient¨ªficas para fines pac¨ªficos en campos similares a los de la guerra de las galaxias. Algunos responsables gubernamentales franceses lo consideran una alternativa pol¨ªtica y econ¨®mica al programa de investigaci¨®n norteamericano, mientras otros lo consideran como una forma de conseguir mejores contratos para el programa de la guerra de las galaxias, al tiempo que se evita dar un apoyo pol¨ªtico directo al programa norteamericano. Hasta ahora la propuesta francesa no ha recibido un gran apoyo por parte de otros pa¨ªses europeos.
Una alternativa europea a la guerra de las galaxias es lo ¨²ltimo que desean los responsables gubernamentales norteamericanos, que se han recorrido Europa de arriba abajo este a?o intentando conseguir apoyo para las defensas espaciales. En un principio, esperaban que en la cumbre de Bonn se diera un firme respaldo a sus planes de investigaci¨®n. Acosados por preguntas y dudas, sobre todo de brit¨¢nicos y franceses, los responsables norteamericanos dijeron que se contentaban con un p¨¢rrafo impreciso de apoyo en el comunicado final.
Pero no se produjo tal p¨¢rrafo, y el presidente franc¨¦s, Fran?ois Mitterrand, aprovech¨® la ocasi¨®n para rechazar la invitaci¨®n norteamericana a participar en las investigaciones. En una conferencia de prensa, Mitterrand dijo que los europeos deber¨ªan concentrarse en un programa de investigaci¨®n propio en lugar de "desperdiciar su talento" en una empresa no europea.
Resulta dif¨ªcil afirmar con seguridad qu¨¦ es lo que el futuro deparar¨¢ a la guerra de las galaxias en Europa. La cuesti¨®n inmediata para todos los pa¨ªses, con excepci¨®n de Francia, es si aceptan o no la invitaci¨®n norteamericana. Se considera que Alemania Occidental probablemente participar¨¢. Explicando por qu¨¦ estaba a favor de la colaboraci¨®n, Kohl dijo ante el Parlamento que su participaci¨®n en las investigaciones pod¨ªa aumentar la influencia de Bonn en cuestiones de despliegue y estrategia.
Sin embargo, Karsten Voigt, portavoz de pol¨ªtica internacional de la oposici¨®n socialdem¨®crata, calific¨® la postura de Kohl de ingenua. "Participar en las investigaciones supone apoyar su trasfondo pol¨ªtico", afirm¨® en el curso de una entrevista. "Nosotros decimos que no hay que participar en la SDI con recursos p¨²blicos. No tenemos nada contra la participaci¨®n de tipo privado, entre compa?¨ªas. Pero pensar que puede conseguirse cierta influencia mediante la participaci¨®n en el programa de investigaci¨®n es totalmente ilusorio. Y si se colabora en la investigaci¨®n, se entra tambi¨¦n a formar parte de los posibles conflictos Este-Oeste que surjan".
Armas costosas e in¨²tiles
Tras los debates sobre las conversaciones de armamento y su oportunidad pol¨ªtica subyace un aparente consenso fundamental. Todo parece indicar que los responsables europeos no quieren tener nada que ver con el despliegue real de las defensas espaciales. Los Gobiernos temen que, para Europa, las armas espaciales sean in¨²tiles y costosas.
"La dificultad reside en que el presidente norteamericano contin¨²a insistiendo en su visi¨®n", dijo Freedman, del King's College. "No existe la menor duda sobre su sinceridad. Por eso resulta todo tan dif¨ªcil. Pero ofrece una visi¨®n que incomoda a los europeos. No creemos en ella". "La ¨²nica forma en que puede resultar da?ado su pa¨ªs es con armas nucleares", nos dice. "Pero esto no es cierto en el caso de Europa. Si estallara una guerra dominar¨ªa el bando que empleara armas convencionales. Y para bien o para mal, las armas nucleares han sido uno de los medios que han detenido tal amenaza".
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