La ecolog¨ªa pol¨ªtica
Una ciencia muy seria que da origen a unos movimientos de masas, a unos nuevos comportamientos sociales y morales, as¨ª como a unos partidos pol¨ªticos que la invocan como bandera: tal es el extra?o destino de la ecolog¨ªa. Su caso es ¨²nico entre las disciplinas cient¨ªficas. ?Podemos imaginarnos manifestaciones de un movimiento astron¨®mico o una militancia matem¨¢tica?Cuando en 1866 el bi¨®logo alem¨¢n Haeckel cre¨® el t¨¦rmino ecolog¨ªa a partir de dos palabras griegas -oikos (la casa) y logos (el discurso, la ciencia)-, seguramente no present¨ªa el porvenir de su concepto. Para este naturalista, disc¨ªpulo de Darwin, la ecolog¨ªa es una rama de la biolog¨ªa que estudia la relaci¨®n de los seres vivos entre s¨ª y con el medio f¨ªsico en el que evolucionan. Desde su origen, esta nueva ciencia se articula alrededor de dos ideas-fuerza del darwinismo: el medio exterior influye sobre las especies vivientes; la especie humana pertenece al medio natural. He aqu¨ª con qu¨¦ volver a cuestionar profundamente la visi¨®n antropoc¨¦ntrica del mundo, dominante en Occidente en la segunda mitad del siglo XIX y en la primera del siglo XX.
Sin embargo, durante m¨¢s de 100 a?os, la ecolog¨ªa va a seguir siendo una ciencia muy discreta, cuyo mismo nombre es ignorado por el gran p¨²blico. Da lugar, ante todo, a la creaci¨®n de activas sociedades de protecci¨®n de la naturaleza (en Francia, la Sociedad Imperial Ecol¨®gica de Aclimataci¨®n se fund¨® incluso en 1854), que imponen el establecimiento de reservas y parques naturales. La primera preocupaci¨®n de los ec¨®logos (as¨ª puede denominarse a los cient¨ªficos especializados en la ecolog¨ªa) se centra en la defensa de la naturaleza salvaje.
LA REVUELTA DE LOS A?OS 60
Hubo que esperar, sin embargo, a finales de los a?os sesenta para que la ecolog¨ªa hiciera irrupci¨®n avasalladoramente en la escena p¨²blica. Esta s¨²bita explosi¨®n se explica, en primer lugar, por una r¨¢pida agravaci¨®n de la situaci¨®n planetaria: la industrializaci¨®n de la posguerra aceler¨® la destrucci¨®n de los medios naturales y trajo consigo un inquietante aumento de las contaminaciones. Desaparici¨®n de especies animales y vegetales, desertizaci¨®n, hambre, agotamiento de determinados recursos naturales, riesgos nuclear y qu¨ªmico, superpoblaci¨®n... La se?al de alarma sobre todos estos problemas se dio por cient¨ªficos tales como Jean Rostand, Jean Dorst, Barry Commoner o Paul Ehrlich.
Fue el momento de las primeras haza?as del naciente movimiento ecologista: la campa?a para la salvaguardia del parque de La Vanoise, en 1969-1970; el d¨ªa de la tierra en la primavera de 1970, en Estados Unidos; la reuni¨®n antinuclear de Bugey, en julio de 197 1; la Conferencia Internacional sobre el Medio Ambiente en Estocolmo, en junio de 1972. Sin embargo, por muy importante que sea, la denuncia efectuada por los ec¨®logos y los bi¨®logos dista mucho de ser la ¨²nica causa de este despegue experimentado por la ecolog¨ªa. Porque este movimiento en gestaci¨®n bebe en otras fuentes muy variadas, especialmente en el aliento contestatario de Mayo del 68 y la corriente hippy contestataria de comienzos de los a?os setenta.
En su pensamiento y en su acci¨®n, los ecologistas se inspiran no s¨®lo en los trabajos de los ec¨®logos cient¨ªficos, sino tambi¨¦n de los agr¨®nomos (Ren¨¦ Dumont), de los soci¨®logos (Herbert Marcuse, Ivan Illich), de los psic¨®logos (Serge Moscovici), de los economistas (E. F. Schumacher, Andr¨¦ Gorz), de los etn¨®logos (Robert Jaulin), etc¨¦tera. La ecolog¨ªa-movimiento (o ecologismo) no puede resumirse, por consiguiente, como una transposici¨®n mec¨¢nica al plano social de los principios y observaciones de la ecolog¨ªa-ciencia. Y ello tanto m¨¢s cuanto que se trata de una corriente compleja y multiforme, en la que cohabitan (a menudo de manera conflictiva) personas y grupos con opciones filos¨®ficas, sociales y pol¨ªticas de lo m¨¢s diversas.
Algunos temas directamente tomados de la ecolog¨ªa cient¨ªfica inspiran, sin embargo, a veces sin que ellos se den cuenta, el comportamiento de ciertos ecologistas militantes. Entre ¨¦stos, una primera categor¨ªa privilegiada en el seno de ese gran modelo que es la naturaleza: las nociones de orden y de jerarqu¨ªa. Estos apologistas del orden natural abundan especialmente en los grupos de la alimentaci¨®n sana y de las medicinas inofensivas. Se trata de corrientes que tienen con frecuencia una antig¨¹edad de m¨¢s de un siglo y que conocen una nueva popularidad gracias al boom ecologista de comienzos de los a?os setenta.
El culto de lo sano y de la tierra, incluso a la manera nazi "de la sangre y del sol" (Blut und Boden); la denuncia hechiceril de la qu¨ªmica y lo artificial: el conservacionismo conservador se apoya en un biologismo primario, pr¨®ximo a las tesis de los sociobi¨®logos. Aun cuando muchos de los partidarios modernos y moderados de la agricultura biol¨®gica, de la diet¨¦tica o de las medicinas diferentes se han desmarcado claramente de ellas, estas tesis todav¨ªa contin¨²an di fundi¨¦ndose hoy en la pr¨¢ctica cotidiana de los modos de vida ecol¨®gicos. Y motivan las conclusiones de los que, como el ecologista franco-ingl¨¦s Edouard Goldsmith, conside ran que la gravedad de la crisis ecol¨®gica hace necesarias soluciones sociales autoritarias. En los ant¨ªpodas aparentes de estas tendencias ecofascistoides, otros ecologistas, como el norteamericano Murray Boockchin, parten, por el contrario, del modelo natural para justificar una estructura social descentralizada y autogestionada. En el funcionamiento de los ecosistemas naturales privilegian la autorregulaci¨®n, la adaptaci¨®n flexible y permanente a unas condiciones cambiantes, la multiplicidad de los centros de decisi¨®n. Este biologismo libertario, que a comienzos de los a?os setenta inspira a numerosos militantes de grupos -como Sobrevivir y Vivir o Amigos de la Tierra-, parece, sin lugar a dudas, m¨¢s simp¨¢tico que el conservadurismo.
No obstante, puede consider¨¢rsele como uno de los principales desencadenantes de la deriva que al borde de los a?os ochenta va a transformar el ecologismo -o, m¨¢s exactamente, uno de sus componentes, la corriente fundamentalista de los partidos verdes- en un movimiento sectario que defiende una ideolog¨ªa cerrada. Tratemos de explicar estos deslizamientos progresivos, cuyo rigor l¨®gico no siempre resulta evidente. Para estos ecologistas, la opci¨®n de una sociedad hiperdescentralizada, incluso sin Estado, se asienta de alguna manera en una necesidad biol¨®gica. ¨²nicamente esta sociedad ecologista ut¨®pica permite instaurar (o restaurar) unas relaciones hombre-naturaleza aptas para asegurar a largo plazo la supervivencia del planeta y de la especie
La ecolog¨ªa pol¨ªtica
humana. Esta sociedad ecol¨®gica es, pues, buena y la ¨²nica que puede serlo. A la inversa, todas las sociedades actualmente existentes son consideradas como integralmente malas. "?Nada es bueno en ellas, hay que desechar todo!", podr¨ªan cantar los ecofundamentalistas a la manera de Brassens.A partir de estos postulados de base se deducen las principales caracter¨ªsticas del fundamentalismo verde:- - El moralismo naturalista. El bien y el mal son juzgados con la vara de medir -a veces exclusiva- del criterio ecologista. La ecolog¨ªa es el ¨²nico refugio del bien, confrontado con un imperio del mal tentacular. Este discurso se aproxima mucho al del jomeinismo iran¨ª.
- El milenarismo rastrero. A partir de una lectura superficial y simplificadora de las denuncias de los ec¨®logos cient¨ªficos, los verdes llegan a la conclusi¨®n de una degradaci¨®n masiva, r¨¢pida e irreversible de las condiciones de vida sobre el planeta. De ello se sigue, pues, como lo proclama un reciente cartel del partido verde franc¨¦s, que "la sociedad ser¨¢ ecol¨®gica o no existir¨¢" Esto seduce a la vez a ciertos cristianos que ven en un cataclismo ecol¨®gico planetario el Apocalipsis anunciado por los textos b¨ªblicos, y a numerosos ex izquierdistas o criptocomunistas, para quienes la gran crisis ecol¨®gica no es m¨¢s que una versi¨®n mejorada de la "crisis final del capitalismo" anunciada por muchos marxistas. Testigos de la fe y hu¨¦rfanos del marxismo: tal es la conflictiva alianza que funda los partidos verdes, tanto en Francia como en Alemania
- La desautorizaci¨®n simult¨¢nea de las democracias y de los reg¨ªmenes totalitarios. En la medida en que todas las sociedades del mundo actual son antiecol¨®gicas, productivistas y centralizadas, no hay lugar para introducir entre ellas unas diferencias serias. Pura y simplemente, el Este y el Oeste son puestos en pie de igualdad. De ah¨ª las tomas de posici¨®n de los verdes a favor del pacifismo y del desarme nuclear unilateral de los pa¨ªses de Europa occidental.
- La pretensi¨®n de reconstruir el conjunto de la filosof¨ªa y la cultura a partir del ecologismo. Esto est¨¢ considerado por algunos verdes como la teor¨ªa sint¨¦tica que unificar¨ªa los sistemas espiritualistas y materialistas. El ecologismo -o, m¨¢s exactamente, el partido que pretende ejercer el monopolio del mismo- tiene autom¨¢ticamente respuesta para todo, ?comprendida la crisis actual de Nueva Caledonia!
LA ECOLOG?A ABIERTA
Al lado de este integrismo verde existe tambi¨¦n, sin embargo, una ecolog¨ªa abierta fundada en el pragmatismo y el rechazo de las ideas preconcebidas. Esta ecolog¨ªa se nutre de los conocimientos cient¨ªficos aportados por los ec¨®logos, pero se niega a caricaturizarlos en un ideal simplificado biologizante y catastrofista. Sin esperar el hipot¨¦tico advenimiento de una sociedad ecol¨®gica perfecta, trata de obtener victorias inmediatas sobre puntos concretos.
Las recientes campa?as de las grandes asociaciones ecol¨®gicas no pol¨ªticas se sit¨²an en esta perspectiva: la prohibici¨®n de la caza de las ballenas (Federaci¨®n Francesa de Sociedades de Protecci¨®n de la Naturaleza, Greenpeace), la defensa de los parques nacionales, la lucha contra el plomo en la gasolina y contra las lluvias ¨¢cidas (Amigos de la Tierra). Rechazando la pol¨ªtica del todo o nada, estos ecologistas pragm¨¢ticos buscan no s¨®lo limitar los estragos, sino tambi¨¦n encaminar progresivamente a la sociedad actual hacia una direcci¨®n m¨¢s ecol¨®gica, lo que, con toda naturalidad, les lleva a preferir los reg¨ªmenes democr¨¢ticos, susceptibles de evolucionar y cuestionar, a los reg¨ªmenes totalitarios, en los que el cambio est¨¢ bloqueado y es en gran medida imposible.
EL PROGRESO COMO HERRAMIENTA
Para los ecologistas pragm¨¢ticos, la defensa de la naturaleza no conduce a un rechazo global de las t¨¦cnicas modernas, de la industria, de la democracia representativa y del Estado. Muy al contrario, el progreso puede ser una herramienta valiosa para resolver la crisis, con una condici¨®n, sin embargo: que est¨¦ dominado y controlado por la poblaci¨®n. Por esto es por lo que los ecologistas abiertos son firmes partidarios de una democratizaci¨®n de las opciones t¨¦cnicas y de una extensi¨®n de los procedimientos de democracia directa, tales como el refer¨¦ndum de iniciativa popular. De ah¨ª tambi¨¦n la opci¨®n pol¨ªtica liberal-libertaria de muchos de ellos en favor de un reagrupamiento sin exclusivas de todas las fuerzas no totalitarias favorables a una democracia de lo cotidiano.
Como se ve, pues, claramente, seg¨²n consideren la ecolog¨ªa cient¨ªfica como un fundamento te¨®rico absoluto o como un dato esencial a considerar con relatividad, los ecologistas est¨¢n tomando actualmente v¨ªas muy distintas (?sin hablar de los votos electorales!). Pero al menos todos estar¨¢n de acuerdo en un punto: la necesidad de tener cuidadosamente en cuenta las adquisiciones y los descubrimientos realizados desde hace un siglo por los ec¨®logos.
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