El discreto encanto de lo familiar
Todo es como muy dom¨¦stico, familiar. Mar¨ªa Rosa ha eludido cualquier riesgo innovador refugi¨¢ndose en lo muy conocido, esas m¨²sicas que desde siempre vienen haciendo las compa?¨ªas de danza espa?ola: Rimsky Korsakof, Alb¨¦niz, Falla, Ruiz de Luna. Como en las coreograf¨ªas tampoco hay lugar para el sobresalto, todo discurre apaciblemente, en el cauce de un tono medio discretamente aceptable dentro del cual, naturalmente, hay considerables diferencias de calidad. En la primera parte del espect¨¢culo, la dedicada a la danza espa?ola, las dos jotas aragonesas alcanzaron un rango de excelencia. Me gust¨® sobre todo la primera, la del valle de Ans¨®, tan sobria, tan solemne, tan hermosa; la segunda, m¨¢s convencional, hecha con el br¨ªo y la garra que requiere, hizo vibrar al respetable, no faltando incluso alg¨²n grito de exaltaci¨®n patri¨®tica.Antes hab¨ªamos visto la Rapsodia h¨²ngara n¨²mero 6, de Liszt, en la que Mar¨ªa Rosa alcanz¨® seguramente su mejor momento como bailarina, escoltada por seis bailar¨ªnes, a contraluz que le pusieron un notable marco est¨¦tico. Puerta de tierra, de Alb¨¦niz, dio lugar asimismo a una hermosa estampa, con esa eficaz contraposici¨®n del desarrollo cl¨¢sico y el desarrollo flamenco de la danza. Lo dem¨¢s de esta parte -Capricho espa?ol, El Albaic¨ªn, La vida breve- se qued¨® en el lugar com¨²n, la vulgaridad, incluso lo mediocre.
Ballet Espa?ol de Mar¨ªa-Rosa
Con Eduardo Montero, bailarinas y bailarines, los cantaores Chaquet¨®n y Cuquito de Barbate y los guitarristas Manolo Sison, Antonio Amaya y Pepe Maya. Madrid. Teatro Monumental, 31 de mayo.
Emoci¨®n diluida
La segunda parte fue toda flamenca. Ya sabemos lo que ocurre con el flamenco interpretado por bailarines del cl¨¢sico espa?ol. Ocurre que es otra cosa. Hay como una incapacidad radical del que danza para traspasar la frontera entre dos formas de expresi¨®n por completo distintas. La emoci¨®n se diluye, lo que se nos ofrece carece de credibilidad.Eduardo Montero es todo lo contrario de un bailaor: su baile por romeras -que fue muy ovacionado, hay que decirlo- puede ser un ejemplo de c¨®mo no se debe bailar flamenco. Mar¨ªa Rosa introduce los palillos en su baile por sigiriyas, desvirtuando el quiz¨¢ m¨¢s dram¨¢tico y jondo de los bailes flamencos y quitando relieve al cante atr¨¢s, eminente, de Chaquet¨®n. Por serranas mimaron una historia de amor y bandoleros totalmente t¨®pica. Por buler¨ªas la cosa no pas¨® de un simulacro.
El espect¨¢culo est¨¢ muy bien vestido, con sobriedad y elegancia. Bailarines y bailarinas act¨²an con disciplina y eficacia. No hay grandes primeras figuras. Cuquito de Barbate canta bien al servicio del baile; Chaquet¨®n no tiene muchas ocasiones de ofrecer su gran clase de cantaor. Los guitarristas cumplen; la m¨²sica de orquesta es grabada. Mar¨ªa Rosa, magistral con las casta?uelas, correcta en el baile espa?ol y poco convincente como bailaora. El p¨²blico, la noche del estreno, aplaudi¨® con entusiamo.
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