Poder y debilidad de una superpotencia
CASI CINCO a?os despu¨¦s del regreso de Am¨¦rica, simbolizado en el triunfo electoral del republicano Ronald Reagan sobre la Administraci¨®n dem¨®crata saliente, la diplomacia norteamericana atraviesa estos d¨ªas por uno de los momentos m¨¢s dif¨ªciles de los ¨²ltimos tiempos. Una concatenaci¨®n de acontecimientos, desde el secuestro del Boeing 727 de la TWA por terroristas shi¨ªes a la muerte de cuatro marines y dos ciudadanos norteamericanos en El Salvador, ha puesto en tela de juicio la capacidad de reacci¨®n de un presidente que en otros tiempos bien cercanos ofrec¨ªa la firmeza como el remedio a pr¨¢cticamente todos los males. En frentes tan distintos como son la cr¨®nica crisis de Oriente Pr¨®ximo y el volc¨¢n centroamericano, la Administraci¨®n norteamericana da ahora se?ales de cierta inseguridad ante la acci¨®n de grupos insurgentes dispares, pero que act¨²an tambi¨¦n bajo el denominador com¨²n del antinorteamericanismo.En la primera parte de la era Reagan el rearme fue una de las caracter¨ªsticas de la Administraci¨®n republicana, obsesionada fundamentalmente en recuperar el terreno perdido y en negociar con la Uni¨®n Sovi¨¦tica s¨®lo desde una posici¨®n de fuerza. Dicho de otro modo: la pol¨ªtica puesta en pr¨¢ctica entonces habr¨ªa tenido como principal objetivo, en opini¨®n de los sectores m¨¢s conservadores, lograr un cambio de signo en la tendencia a la baja que el poder¨ªo norteamericano habr¨ªa comenzado a experimentar desde la presidencia del dem¨®crata Lyndon B. Johnson. As¨ª, los ¨²ltimos cuatro a?os han estado presididos tanto por el resurgir de un nuevo sentimiento nacionalista, cuando no patriotero, como por el esfuerzo armament¨ªstico, que no s¨®lo se ha traducido en el despliegue de los primeros euromisiles en Europa occidental, en respuesta a la instalaci¨®n a los SS-20 sovi¨¦ticos, sino en decisiones m¨¢s convencionales como puede ser el resurgir de la CIA, que en el mandato de Carter pas¨® a un estado aparentemente larvario.
Seis a?os despu¨¦s de la ocupaci¨®n de la Embajada de Estados Unidos en Teher¨¢n, el presidente Ronald Reagan, pese a las cr¨ªticas que entonces dirigi¨® a su antecesor, ha descubierto tambi¨¦n sus limitaciones y se ve obligado a utilizar, como finalmente hiciera Carter, medidas diplom¨¢ticas para resolver la crisis. El senador dem¨®crata por Nueva York Daniel Patrick Moynihan declaraba esta semana que, tras cuatro a?os de informar deformadamente sobre la realidad, el presidente ha terminado acept¨¢ndola.
En Occidente se sigue subrayando la tendencia norteamericana hacia la presidencia imperial, tras la superaci¨®n del s¨ªndrome de Vietnam y cuando la URSS no parece en condiciones de asumir su gran designio estrat¨¦gico; pero la realidad del mundo actual es imposible resumirla en la confrontaci¨®n sovi¨¦tico-norteamericana, sin tener en cuenta los conflictos perif¨¦ricos, que en principio se rigen principalmente por la l¨®gica de los intereses de los directamente implicados. El armamento nuclear ha modificado el sentido de la guerra hasta desembocar en un mundo bipolar regido por la disuasi¨®n, pero, a pesar de que el poder¨ªo de las dos superpotencias menoscaba a los Estados, tambi¨¦n parece cierto que existen conflictos, como el irano-iraqu¨ª, que siguen poniendo de manifiesto cierta incapacidad de sovi¨¦ticos y norteamericanos por controlarlos. A este tipo de conflictos hay que a?adir, sin duda, el de L¨ªbano. En Beirut, los norteamericanos ya conocieron el fracaso hace poco m¨¢s de un a?o, cuando abandonaron el pa¨ªs despu¨¦s del atentado suicida contra el cuartel general de sus fuerzas pacificadoras destacadas en L¨ªbano, que caus¨® una viva emoci¨®n en la opini¨®n p¨²blica estadounidense.
La mayor¨ªa de los conflictos regionales ha sido incapaz hasta el momento de quedar al margen del enfrentamiento Este-Oeste. Es m¨¢s, cuando el enfrentamiento ideol¨®gico se acent¨²a, como ocurre ahora, la primera consecuencia es, sin duda, el fortalecimiento de los bloques, que cierran filas. Pero, aun as¨ª, tambi¨¦n es l¨®gico pensar que en un mundo m¨²ltiple, en el que la geograf¨ªa escapa a la voluntad de los hombres, lo imprevisible hace palidecer tambi¨¦n el poder de los grandes, para los que cada d¨ªa resulta m¨¢s dif¨ªcil desempe?ar su antiguo papel de gendarmes.
La Administraci¨®n Reagan argumenta, para justificar su pasividad ante el secuestro del avi¨®n de la TWA, que a diferencia de la crisis de Teher¨¢n, su Gobierno debe entend¨¦rselas ahora con un grupo guerrillero y no con un Gobierno. Sin embargo, todo hace suponer que el vac¨ªo de poder y la irracionalidad existentes en Beirut son muy semejantes a los exist¨ªan durante los primeros tiempos de la revoluci¨®n jomeinista. Sea como sea, la crisis de Beirut debe mover a la reflexi¨®n, sobre todo cuando la comunidad internacional se ve cada vez m¨¢s sometida al dictado de la irracionalidad. Y, en ¨²ltimo t¨¦rmino, lo incontestable es que mientras Reagan promete un futuro seguro y sin armamento nuclear ofensivo con su Iniciativa de Defensa Estret¨¦gica (SDI), m¨¢s conocida popularmente como guerra de las galaxias, un secuestro a¨¦reo sigue provocando una grave crisis en Washington.
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