La ruptura democr¨¢tica / 2
Cuando se trata de elegir entre dos modos de acci¨®n pol¨ªtica entre s¨ª incompatibles, como efectivamente lo eran la ruptura y la reforma, la historia y la l¨®gica tienen demostrado que es imposible un entendimiento intelectual entre los defensores de uno u otro modelo. Los criterios de racionalidad y de moralidad intr¨ªnsecos a cada uno de ellos ni siquiera son intercomunicables, porque falta la referencia com¨²n a un mismo fin que proporcione el criterio de la mayor o menor adecuaci¨®n o coherencia de los medios propuestos. En el dilema entre reforma o ruptura surge, pues, indefectiblemente, el problema de su inconmensurabilidad.Si se produce un consenso o pacto entre los partidarios de la reforma y los partidarios de la ruptura, las bases de este pacto sobre lo inconmensurable han de ser forzosamente de naturaleza metaintelectual y meta¨¦tica. Por ello es tan dif¨ªcil explicarlo en t¨¦rminos racionales o morales.
A falta de una instancia suprainstitucional a quien someter el conflicto inconmensurable, ¨¦ste no puede ser superado m¨¢s que por la v¨ªa de la sucesi¨®n temporal o por la v¨ªa de la persuasi¨®n.
A la primera v¨ªa acude, por ejemplo, Rosa Luxemburgo, cuando transforma el dilema revoluci¨®n o reforma en la consigna reforma y revoluci¨®n. Lo caracter¨ªstico de esta v¨ªa es que los partidarios de la revoluci¨®n no combaten la reforma, pero tampoco participan en ella. Es evidente que los defensores de la ruptura democr¨¢tica no tomaron esta v¨ªa, al entregarse de lleno a la reforma y al renunciar a los objetivos ¨²ltimos de la ruptura: elecci¨®n democr¨¢tica de la forma del Estado y de la forma de gobierno.
La segunda v¨ªa de resoluci¨®n del conflicto, la v¨ªa de la persuasi¨®n, es la m¨¢s habitual cuando la crisis pol¨ªtica no va acompa?ada de una crisis social m¨¢s profunda. Esta v¨ªa conoce hist¨®ricamente dos variantes: la persuasi¨®n de los dirigentes y la persuasi¨®n de las masas.
Los partidarios de la reforma, al estar situados en las instituciones del poder en crisis, pueden persuadir a los dirigentes de la ruptura, pero no a las masas. Los partidarios de la ruptura, sin poder burocr¨¢tico, no pueden persuadir a los defensores institucionales de la reforma, pero s¨ª a las masas que anhelan el cambio. En las negociaciones de pasillo persuaden siempre los reformistas.
Aparentemente, la originalidad de la transici¨®n pol¨ªtica espa?ola ha consistido en la hibridaci¨®n de las dos persuasiones: el Gobierno persuade a los dirigentes de la oposici¨®n en favor de la reforma, y ¨¦stos persuaden a las masas de que se trata de una ruptura pactada. Digo aparentemente, porque esta es la opini¨®n generalizada, pero la verdad hist¨®rica es otra.
Como la causa y la t¨¦cnica de estas dos persuasiones han sido distintas, conviene tratarlas por separado. Y, a pesar de que en el orden temporal fue primera la persuasi¨®n de los dirigentes y luego la de las masas, en el orden intencional la persuasi¨®n de las masas fue un prius, un presupuesto de la persuasi¨®n de los dirigentes. Por ello la explicar¨¦ en primer lugar.
Persuasi¨®n de las masas
Las masas pudieron ser persuadidas a favor de la reforma por una causa fundamental y por una raz¨®n t¨¦cnica. La causa: su falta de informaci¨®n sobre el m¨¦todo y las finalidades concretas de la ruptura democr¨¢tica. La raz¨®n t¨¦cnica: que fueron llamadas a las urnas antes de haber experimentado las libertades pol¨ªticas. La ignorancia pol¨ªtica de las masas populares, e incluso de sectores sociales cualificados por su preparaci¨®n t¨¦cnica, fen¨®meno inherente a todas las dictaduras, fue aprovechada con habilidad por la propaganda reformista de los medios de comunicaci¨®n estatal y privados para difamar a la ruptura present¨¢ndola como un proyecto puramente destructivo del partido comunista.Frente a esta manipulaci¨®n de la opini¨®n, las masas y los cuadros profesionales, que se hab¨ªan movilizado por la ruptura democr¨¢tica, carec¨ªan de respuestas constructivas, porque sus dirigentes no les hab¨ªan transmitido el programa alternativo que conten¨ªa esa consigna, m¨¢s all¨¢ de la idea general de libertades y de Gobierno provisional.
La propaganda de los reformistas fue facilitada, adem¨¢s, por la propia estructura sem¨¢ntica de la f¨®rmula ruptura democr¨¢tica. En ella, el ¨¦nfasis est¨¢ en el modo democr¨¢tico de realizar la destrucci¨®n de las instituciones existentes, y no en el modo, tambi¨¦n democr¨¢tico, de construir las nuevas.
La debilidad de esta expresi¨®n hay que achacarla a mi impericia como publicitario y no a la de quien me la inspir¨®. Un fil¨®sofo de la ciencia al que siempre rendir¨¦ homenaje de admiraci¨®n y gratitud, porque, con sus conceptos sobre la ruptura de paradigmas y sobre la estructura de las revoluciones cient¨ªficas, me ense?¨® el paralelismo realmente existente entre la manera como se realiza el progreso en la ciencia y en la pol¨ªtica. Su idea de la ruptura paradigm¨¢tica, en per¨ªodos de crisis de la ciencia normal, la transform¨¦ yo en la idea de la ruptura democr¨¢tica como m¨¦todo de superaci¨®n de la crisis pol¨ªtica. Me estoy refiriendo a Thomas S. Khun, cuya obra fundamental conoc¨ª en 1968.
El peligro de las libertades
Ahora bien, para la persuasi¨®n de las masas a favor del proyecto pol¨ªtico de la reforma era necesaria, pero no suficiente, la difamaci¨®n de toda alternativa que no fuera la de continuismo o reforma liberal de la dictadura. No suficiente, porque exist¨ªa el peligro de que el ejercicio de las libertades que la reforma estaba dispuesta a conceder diese a los gobernados la conciencia y el conocimiento pol¨ªtico de sus intereses, que usar¨ªan para apartar de la escena a las instituciones y a los hombres que los hab¨ªan oprimido.Para conjurar este peligro era obvio que los reformistas del r¨¦gimen utilizar¨ªan el recurso t¨¦cnico de convocar elecciones generales antes de que las masas populares pudieran salir del estado de ignorancia pol¨ªtica en que las ten¨ªa sumidas la dictadura.
Lo que no era l¨®gico es que esta petici¨®n de elecciones partiera d¨¦ toda la oposici¨®n democr¨¢tica, a excepci¨®n del partido comunista, que a¨²n no estaba legalizado. Si esta oposici¨®n pretend¨ªa cambiar una larga dictadura por un Estado democr¨¢tico, lo consecuente era impedir que las masas fuesen llamadas a las urnas hasta que hubiesen experimentado las libertades durante un per¨ªodo razonablemente corto, pero de intensa vida pol¨ªtica, que es el ¨²nico modo de formaci¨®n pol¨ªtica de los pueblos. Si Tocqu¨¦ville tuviera que caracterizar la historia de esta transici¨®n dir¨ªa que 1os espa?oles prefirieron las elecciones a las libertades".
Y esta es, en efecto, una de las notas esenciales que distinguen en todos los procesos de cambio pol¨ªtico a un proyecto reformista de un proyecto constituyente del Estado. Las elecciones generales son el ¨²ltimo acto de la excepcionalidad pol¨ªtica que supone el proceso constituyente de una nueva estructura del Estado, y el primer acto de la nueva normalidad pol¨ªtica. Aqu¨ª se hizo al rev¨¦s.
Las elecciones generales fueron convocadas como acto de pol¨ªtica normal que deb¨ªa abrir y desarrollar un proceso pol¨ªtico excepcional. Desde el punto de vista de la democracia, estas elecciones eran prematuras, aunque oportun¨ªsimas para que el tr¨¢nsito hacia las libertades fuese gobernado por los hombres de las instituciones dictatoriales que las hab¨ªan reprimido. Fueron ellos los que ense?aron al pueblo espa?ol las excelencias de la libertad y de la democracia, con la misma fe y convencimiento con que poco antes les hab¨ªan ense?ado las excelencias del mando y la dictadura.
No es extra?o que, despu¨¦s, las masas democr¨¢ticas permanecieran pasivas mientras sus l¨ªderes estaban secuestrados el 23 de febrero y se desbordaran de indignaci¨®n cuando el peligro hab¨ªa pasado. Este es el resultado al que son reducidas las masas cuando sus l¨ªderes cambian de ideas para seguir mand¨¢ndolas. Y, en esta situaci¨®n, quedan a merced de quienes controlan el dinero para la propaganda electoral y para la financiaci¨®n de las empresas period¨ªsticas y de encuesta social, porque, en ¨²ltimo t¨¦rmino, son ellos los que imponen la imagen y la conducta de una clase pol¨ªtica., que se subordina d¨®cilmente a la opini¨®n de los medios de comunicaci¨®n, que es presentada como opini¨®n p¨²blica.
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