Algo m¨¢s que una 'cumbre'
EN EL breve plazo de dos meses, la todav¨ªa corta historia comunitaria espa?ola se ha visto enriquecida con dos hechos esenciales: el acuerdo alcanzado el 29 de marzo con el que finalizaba el largo peregrinaje hacia las instituciones de Bruselas y la hist¨®rica firma del tratado de adhesi¨®n realizada el pasado d¨ªa 12 en Madrid. A ambos se unir¨¢ ahora el hecho, no menos importante, de la participaci¨®n, por vez primera y "sin limitaciones", como ha recordado el anfitri¨®n Bettino Craxi, en un Consejo comunitario. Evidentemente para Espa?a, este hecho, en s¨ª mismo, es el elemento m¨¢s relevante de la cita milanesa, en la que, por otra parte, confluye una buena porci¨®n de cuestiones importantes y diferenciadoras respecto a consejos anteriores.Para nuestro pa¨ªs, el mero hecho de estar sentado, codo con codo, al lado del resto de los comunitarios representa la ratificaci¨®n y el reconocimiento de unos lazos hist¨®ricos y culturales, y de unos mismos intereses pol¨ªticos y econ¨®micos que durante mucho tiempo no han sido reconocidos jur¨ªdicamente. Pero, sobre todo, la presencia en esta reuni¨®n supone poder participar en el complejo, delicado y apasionante proceso de reconstrucci¨®n europea en el que ahora parecen dispuestos a concentrar sus esfuerzos buena parte de los pa¨ªses miembros del Mercado Com¨²n.
A pesar de que los consejos europeos han perdido su espectacularidad de anta?o, en el de Mil¨¢n se dan cita un c¨²mulo de esperanzas y proyectos perge?ados en las diferentes capitales como reconocimiento, tal vez a rega?adientes, de que la actual Comunidad no funciona y de que, en caso de no adoptarse medidas a corto plazo, podr¨ªamos estar asistiendo, parafraseando a Garc¨ªa M¨¢rquez, a los proleg¨®menos de una muerte anunciada.
En Mil¨¢n, el objetivo m¨¢ximo es el de conseguir un cambio institucional y avanzar en un proyecto de uni¨®n europea que posibilite una mayor cooperaci¨®n pol¨ªtica y saque a la CEE del anquilosamiento en el que se encuentra. La presidencia italiana, a punto de pasar el testigo a Luxemburgo -que asume la jefatura comunitaria el pr¨®ximo 1 de julio-, tras haber conseguido el ¨¦xito pol¨ªtico de ampliar la Comunidad de 10 a 12 miembros, va a intentar por todos los medios sacar adelante la propuesta de convocatoria de una conferencia intergubernamental que modifique los tratados constitutivos y reguladores de la actual CEE. Craxi y los tres pa¨ªses del Benelux son los ¨²nicos que, poi el momento, han apoyado esta propuesta, que pretende, como elemento de mayor peso espec¨ªfico, acabar con la adopci¨®n de decisiones por unanimidad que han estado bloqueando -y desvirtuando- el propio funcionamiento de un mercado cada vez menos com¨²n. Buena prueba de ello es que otro de los aspectos que volver¨¢n a plantearse en Mil¨¢n es el del logro de un mercado ¨²nico en el que desaparezcan las m¨²ltiples trabas t¨¦cnicas que subsisten a nivel interno.
Sin embargo, son muchos los nubarrones que todav¨ªa se ciernen sobre ese tema. El Reino Unido, Grecia y Dinamarca no ven con demasiados buenos ojos la cuesti¨®n, mientras que Francia, Irlanda y la Rep¨²blica Federal de Alemania preferir¨ªan encontrar una f¨®rmula que, permitiendo el avance, no suponga variaciones dr¨¢sticas respecto a la situaci¨®n actual. Un adalid del ideal comunitario, como es la RFA, va a llegar a esta cumbre con el eco todav¨ªa cercano de haber utilizado, en la discusi¨®n de los precios de los cereales y por primera vez, su veto a la adopci¨®n de un acuerdo conjunto. Este hecho y la repercusi¨®n que pueda tener en el futuro a?aden una nueva dosis de incertidumbre al n¨²cleo central de discusi¨®n en Mil¨¢n, que deber¨ªa servir para reforzar los poderes de la Comisi¨®n y del Parlamento Europeo.
Si la voluntad mayoritaria es perpetuar la situaci¨®n actual, con el mantenimiento solapado de pr¨¢cticas proteccionistas y la desvirtuaci¨®n del esp¨ªritu fundador de un mercado verdaderamente com¨²n, la reuni¨®n de Mil¨¢n pasar¨¢ a la historia como una m¨¢s dentro de la historia de la CEE. Pero si lo que se pretende es avanzar en la consolidaci¨®n de una Europa fuerte y unida, que pueda hacer frente a la avalancha econ¨®mica de Estados Unidos y Jap¨®n, y que le permita luchar contra la plaga del desempleo que la recorre, las esperanzas depositadas en este consejo europeo pueden estar bien fundadas, y este puede ser el comienzo de una nueva fase de relaciones intracomunitarias. La idea reci¨¦n lanzada por la Comisi¨®n de constituir una Comunidad Europea de la Tecnolog¨ªa, con la trascendencia que este ¨¢rea de punta tiene y va a tener en los pr¨®ximos a?os a nivel de creaci¨®n de riqueza y de puestos de trabajo, es un atisbo que permite seguir manteniendo esa confianza.
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