Inventar la democracia: Am¨¦rica Central y M¨¦xico / y 2
El texto que sigue tiene su origen en una larga entrevista concedida por el escritor mexicano Octavio Paz -uno de los m¨¢s influyentes intelectuales de las letras castellanas- al periodista Giles Bataillon, del diario franc¨¦s Lib¨¦ration, en enero de este a?o. Posteriormente, Paz reh¨ªzo y ampli¨® el original, que EL PAIS ha publicado en dos domingos sucesivos, hasta las dimensiones actuales. Octavio Paz reflexiona en su trabajo sobre la actualidad pol¨ªtica centroamericana en general, objeto de esta segunda parte, y mexicana en particular.
Pregunta. ?Podr¨ªa usted explicarnos c¨®mo se relacionan su trabajo como escritor y como cr¨ªtico de la vida pol¨ªtica?Respuesta. Aunque hay una relaci¨®n entre mi trabajo de escritor y mi trabajo de reflexi¨®n pol¨ªtica, yo no soy un hombre pol¨ªtico. Nunca lo he sido ni tengo el menor deseo de convertirme en uno. Aspiro a hacer la cr¨ªtica de la pol¨ªtica. Es un asunto que me preocupa desde mi infancia, quiz¨¢ porque de ni?o me interes¨¦ por la historia. Soy ante todo poeta. Ahora bien, para mi generaci¨®n, la poes¨ªa estuvo ligada a la historia. No olvide usted que nac¨ª en 1914 y que soy contempor¨¢neo de las grandes conmociones del siglo XX: la ascensi¨®n del nazismo y del fascismo, la guerra espa?ola, la II Guerra Mundial, la independencia de las antiguas colonias europeas Todo esto marc¨® profundamente mi adolescencia y mi juventud Cuando comenc¨¦ a escribir estaba pose¨ªdo por la idea de la profunda afinidad entre poes¨ªa y revoluci¨®n Las ve¨ªa como las dos caras de un mismo fen¨®meno. Por esto, cuando llegu¨¦ a Par¨ªs, justo despu¨¦s de la segunda guerra, no tard¨¦ en unirme a los superrealistas. Claro, ya no era el gran momento del superrealismo y el movimiento estaba en decadencia desde el punto de vista art¨ªstico. Sin embargo, ante la invasi¨®n del pensamiento puramente intelectual en las artes, yo ve¨ªa en el superrealismo una influencia l¨ªbertaria hondamente subversiva, lo mismo en el pensamiento que en la vida. En muchos superrealistas, la pasi¨®n revolucionaria, por ser en su origen pasi¨®n po¨¦tica, pudo transformarse en una cr¨ªtica del socialismo real. ?ste fue el caso, por ejemplo, de Andr¨¦ Breton.
Milenarismo y revoluci¨®n
P. ?Qu¨¦ representa en su obra la revoluci¨®n mexicana, que usted vivi¨® siendo un adolescente?
R. Viv¨ª esta revoluci¨®n desde mi infancia. Primero, porque mi padre particip¨® en ella; en seguida porque todos los ni?os de mi generaci¨®n fueron, en una u otra forma, testigos de los acontecimientos Mi padre particip¨® en el movimiento zapatista, aunque, claro, no era un campesino del Estado de Morelos. Mi abuelo hab¨ªa estado ligado al antiguo r¨¦gimen (hab¨ªa sido diputado y senador), pero mi padre dej¨® la capital para unirse a los revolucionarios del Sur. As¨ª pudo conocer a los campesinos de Morelos; vio en su movimiento una verdad profunda, y creo que no se equivoc¨®. Una vez desterrado en Estados Unidos, se convirti¨® en el delegado y el representante de Zapata. Yo viv¨ª todo eso y en mi adolescencia conoc¨ª a algunos veteranos del zapatismo. M¨¢s tarde reflexion¨¦ mucho acerca de esa semilla de verdad que encerraba la revuelta campesina. Advert¨ª en ella una faceta milenarista que no s¨¦ si llamar ut¨®pica, una voluntad de regresar a una sociedad precapitalista y premoderna, el sue?o de una tierra pose¨ªda en com¨²n. Quiz¨¢ sea imposible fundar ese tipo de comunidad, pero es un sue?o que da profundidad a la vida. Es una respuesta a ciertas aspiraciones primarias en las que la visi¨®n de una sociedad futura se enlaza espont¨¢neamente a la nostalgia por una realidad antiqu¨ªsima, anterior a la historia. Para simplificar: en cada campesino de una vieja cultura como la de M¨¦xico late todav¨ªa, inconsciente, la imagen paradisiaca de la aldea feliz. La revoluci¨®n mexicana fue el inesperado rebrotar de una vieja ra¨ªz comunitaria y libertaria.
P. ?Para usted la revoluci¨®n mexicana fue ante todo la experiencia zapatista?
R. En la revoluci¨®n mexicana encuentro un sue?o colectivo que nace de nuestro subsuelo hist¨®rico y una acci¨®n espont¨¢nea que siempre me han emocionado. Pero tambi¨¦n advierto un compromiso hist¨®rico que ha permitido el nacimiento del M¨¦xico moderno y de su actual forma de gobierno. Reconozco, al mismo tiempo, que en este compromiso hist¨®rico la parte vencida fue la revuelta de los campesinos, confiscada y desnaturalizada por los sucesivos reg¨ªmenes revolucionarios.
P. Aunque la historia latinoamericana es inseparable de la universal, Am¨¦rica Latina es, en ciertos aspectos, radicalmente diferente de Norteam¨¦rica y, de Europa.
R. El nacimiento de Estados Unidos es un hecho hist¨®rico de significaci¨®n opuesta al nacimiento de Am¨¦rica Latina. Estados Unidos naci¨® con la modernidad: la reforma, el individualismo, la Enciclopedia, la democracia, el capitalismo. Nosotros nacimos con la contrarreforma, el Estado absolutista, la teolog¨ªa neotomista, el arte barroco. Entre nosotros, las poblaciones aut¨®ctonas fueron siempre muy importantes y, con la excepci¨®n de Argentina, Uruguay y Chile, lo siguen siendo. En cambio, en Estados Unidos y en Canad¨¢, los nativos fueron exterminados o marginados. Tambi¨¦n la independencia de las dos mitades del continente fue diferente. Estados Unidos comenz¨® como peque?os n¨²cleos de colonos unidos por v¨ªnculos religiosos; viv¨ªan en el Noreste y m¨¢s tarde se extendieron por todo el norte del continente hasta convertirse en un gran pa¨ªs. El nacimiento de los pa¨ªses de Am¨¦rica Latina fue ante todo la consecuencia de la decadencia de Espa?a y de la disgregaci¨®n de su imperio. El movimiento hist¨®rico de Estados Unidos no s¨®lo unific¨® a muchas regiones y territorios, sino a distintas comunidades y culturas. En cambio, nuestra independencia fue el comienzo de la dispersi¨®n. El caudillismo fue determinante en la atomizaci¨®n pol¨ªtica de Am¨¦rica Latina. Naci¨® en las guerras de independencia y prosper¨® en las guerras civiles del siglo XIX. Su influencia fue catastr¨®fica en Am¨¦rica Central y en la cuenca del Caribe. En la primera de estas regiones aparecieron cinco pa¨ªses, y despu¨¦s uno m¨¢s, que no son viables econ¨®mica y pol¨ªticamente ni tienen una verdadera identidad nacional. Son seis pa¨ªses que no debieran ser sino uno solo.
Fragmentaci¨®n
P. ?Cu¨¢les son los otros factores que permitieron esta multiplicaci¨®n de Estados en Am¨¦rica Central en los siglos XIX y XX.
R. Los nuevos Estados eran muy d¨¦biles, casi fantasmales, mientras que los ej¨¦rcitos pose¨ªan una estructura m¨¢s s¨®lida. Los militares no tardaron en tomar el poder. Otros factores negativos: la ausencia de tradiciones democr¨¢ticas y de un pensamiento cr¨ªtico, as¨ª como el peso de las oligarqu¨ªas, que eran y son extremadamente poderosas y antidemocr¨¢ticas. No hay que olvidar asimismo la influencia particularmente funesta del imperialismo norteamericano. Esta combinaci¨®n de circunstancias explica que, en el pasado cercano, los movimientos de las clases medias o de los campesinos en busca de formas de gobierno m¨¢s democr¨¢ticas y nacionalistas hayan sido acusados invariablemente de ser agentes del comunismo. A esta acusaci¨®n segu¨ªa casi siempre una represi¨®n brutal. El ejemplo m¨¢s claro de esto fue la revuelta de El Salvador en 1930. El Gobierno acus¨® a los rebeldes de ser comunistas y de estar manejados por ellos. Sin duda hab¨ªa militantes comunistas en las filas de los insurrectos, pero ni estaban dirigidos por ellos ni pod¨ªan reducirse las causas de la revuelta a una conspiraci¨®n comunista. En muchos casos, durante esos a?os, las oligarqu¨ªas, los militares y Washington, todos a una, se?alaron a Mosc¨² como el inspirador de los movimientos de oposici¨®n y rebeli¨®n. Muchas veces, sin embargo, esos grupos solamente eran nacionalistas.
P. Pero la Uni¨®n Sovi¨¦tica se ha convertido, junto con Cuba, en un actor importante en el teatro centroamericano.
R. Es cierto. La situaci¨®n cambi¨® en Am¨¦rica Latina desde el momento en que los sovi¨¦ticos se instalaron en Cuba y la transformaron en una base pol¨ªtica y estrat¨¦gica. Desde entonces, nuestros pa¨ªses ya no son el coto reservado de Estados Unidos, sino un objeto, uno m¨¢s, en la lucha entre las grandes potencias. Hemos regresado a los siglos XVI y XVII, en los que las grandes naciones europeas luchaban entre ellas por la dominaci¨®n de Am¨¦rica.
Tres factores
P. ?C¨®mo se traduce esto en Centroam¨¦rica?
R. La situaci¨®n centroamericana es consecuencia de tres factores: uno, al que ya alud¨ª, es la consecuencia de la historia de estos pa¨ªses desde la independencia, es decir, la desmembraci¨®n, la desigualdad social, las dictaduras militares y la debilidad frente al exterior; otros dos son contempor¨¢neos: el fin del monopolio norteamericano y los comienzos de la intromisi¨®n sovi¨¦tica en la zona por medio de los cubanos. Algunos Gobiernos latinoamericanos no han percibido este gran cambio hist¨®rico o lo han minimizado. Razonan como si estuvi¨¦semos en 1940 o 1950. El caso de Nicaragua comprueba mi diagn¨®stico: la rivalidad entre los dos grandes imperios se ha trasladado a Am¨¦rica Central y al Caribe.
En Nicaragua estall¨® una revoluci¨®n en contra de la dictadura de Somoza. La revoluci¨®n era popular, nacionalista, y se propon¨ªa la destrucci¨®n de un r¨¦gimen corrompido. Los norteamericanos no s¨®lo hab¨ªan sido los coautores, sino, por mucho tiempo, los c¨®mplices de la dinast¨ªa Somoza. Muy pronto, la revoluci¨®n fue confisca da por una fracci¨®n de los revolucionarios, el Frente Sandinista de Liberaci¨®n Nacional. No es exacto, como dicen por ah¨ª algunos intelectuales y muchos periodistas, que el r¨¦gimen de Managua haya sido empujado, por la hostilidad de Estados Unidos, a los brazos de los sovi¨¦ticos y de Fidel Castro. Desde el principio, los dirigentes sandinistas fueron prosovi¨¦ticos y procubanos. No me refiero ¨²nicamente a la ayuda militar, econ¨®mica y pol¨ªtica que proporcionan la URSS y sus aliados al r¨¦gimen de Managua; me refiero tambi¨¦n a su orientaci¨®n ideol¨®gica y pol¨ªtica. Examine usted sus escritos, sus discursos y las medidas pol¨ªtico policiacas que dictaron apenas tomaron el poder, como la formaci¨®n de esas milicias calcadas de Cuba (comit¨¦s de defensa sandinista), que vigilan, en cada barrio y en cada manzana, la conducta y la ortodoxia pol¨ªtica de la poblaci¨®n. O examine usted su pol¨ªtica exterior: votan siempre, en las Naciones Unidas y en la organizaci¨®n de los no alineados, con el bloque sovi¨¦tico. Dicho esto, agrego que la situaci¨®n de Nicaragua puede todav¨ªa cambiar. El proceso de sovietizaci¨®n, es decir, la implantaci¨®n de un despotismo burocr¨¢tico-militar cliente de la URSS, a¨²n no se consuma enteramente.
P. Usted escribi¨® que la acci¨®n del Grupo de Contadora era capital para el restablecimiento de la paz en Centroam¨¦rica; pero ?cree usted que este grupo se preocupa tambi¨¦n por la cuesti¨®n de la democracia en Am¨¦rica Central?
R. La acci¨®n de los pa¨ªses del Grupo de Contadora es positiva en la medida en que quieren la paz y el fin de la intervenci¨®n, tanto de los norteamericanos como de los sovi¨¦tico-cubanos. Se trata de una acci¨®n diplom¨¢tica de Gobiernos y, naturalmente, la soluci¨®n del conflicto no puede ser el resultado de la diplomacia, sino de medidas de orden pol¨ªtico que debe adoptar cada Gobierno y cada grupo. El fondo del problema es la democracia y el pluralismo. Justamente, la ausencia de democracia es la que ha abierto las puertas a las intervenciones extranjeras. El caso de El Salvador es un ejemplo de lo que podr¨ªa hacerse. En ese peque?o pa¨ªs hemos sido testigos de un esfuerzo real por encontrar soluciones democr¨¢ticas, es decir, institucionales, al conflicto que lo desgarra.
En las elecciones de Nicaragua, los partidos de oposici¨®n m¨¢s importantes, los de la Coordinadora Democr¨¢tica Nacional, se negaron a participar. Tampoco hubo amnist¨ªa para los opositores que hab¨ªan tomado las armas contra el r¨¦gimen. Estas elecciones hubieran podido ser la ocasi¨®n para formar un Gobierno de unidad nacional y as¨ª acabar con el gobierno de tina facci¨®n. Si en Centroam¨¦rica los Gobiernos siguen siendo Gobiernos de facci¨®n, el resultado ser¨¢ el fortalecimiento de las dictaduras y, para terminar, la guerra.
P. ?Cree usted posible en Nicaragua un di¨¢logo entre las diferentes facciones, un poco como sucede en El Salvador?
R. En vista de sus or¨ªgenes ideol¨®gicos y de su composici¨®n pol¨ªtico-militar, no es f¨¢cil que el Gobierno sandinista se incline por soluciones democr¨¢ticas. La moral de cruzada, la conversi¨®n ideol¨®gica por la espada, es un elemento constitutivo de reg¨ªmenes como el de Managua. Aunque hablan todo el tiempo de coexistencia, no conciben m¨¢s sociedad internacional que la de todos los absolutismos: una sola fe y un solo se?or. Pero en Managua a¨²n no se ha consumado enteramente el proceso que ha convertido a Vietnam y a Cuba en naciones militarizadas. Quiz¨¢ la realidad y la voluntad de supervivencia, as¨ª como la influencia de los elementos m¨¢s moderados dentro del sandinismo, los lleven a encontrar soluciones razonables.
P. En efecto, algunos observadores piensan que la situaci¨®n de Nicaragua puede cambiar todav¨ªa, a pesar de que Managua y Washington se muestran m¨¢s y m¨¢s intransigentes.
R. A m¨ª me ha impresionado un reportaje de Mario Vargas Llosa, publicado a comienzos de mayo, en el que cuenta lo que vio y oy¨® en Managua durante una visita reciente. Piensa que ante un clima internacional m¨¢s y m¨¢s adverso (firmeza de Washington, enfriamiento de las relaciones de Managua con los socialistas y socialdem¨®cratas europeos, y la gran interrogante: ?hasta d¨®nde llegar¨¢ la URSS?), as¨ª como por la creciente oposici¨®n interior a las medidas coercitivas del r¨¦gimen, los sandinistas sentir¨¢n que es necesario dar un rumbo m¨¢s democr¨¢tico a su movimiento. Al menos, los m¨¢s realistas y pragm¨¢ticos entre ellos. Las opiniones de Mario merecen discutirse. Para Vargas Llosa no es imposible que los dirigentes sandinistas abandonen su prop¨®sito de imponer en su pa¨ªs un r¨¦gimen a imagen y semejanza del cubano y se inclinen por una soluci¨®n que ¨¦l llama "la v¨ªa mexicana". No se trata, naturalmente, de una copia mec¨¢nica del sistema surgido en M¨¦xico despu¨¦s de la revoluci¨®n, sino de una soluci¨®n que se inspire en el realismo y la imaginaci¨®n pol¨ªtica de los dirigentes mexicanos de 1930. Una soluci¨®n que no comprometa esencialmente la hegemon¨ªa del grupo revolucionario, pero que asegure la coexistencia de las distintas tendencias. Un compromiso, un modus vivendi. Creo que una soluci¨®n as¨ª presenta una doble ventaja: es m¨¢s viable y es m¨¢s af¨ªn a la historia y a las tradiciones de los pueblos centroamericanos.
P. Pero Vargas Llosa escribi¨® su reportaje antes del viaje del presidente Ortega a Mosc¨² y antes de la respuesta de Reagan: el embargo.
R. As¨ª es. El viaje de Ortega, inmediatamente despu¨¦s de que el Senado norteamericano hab¨ªa negado a Reagan los fondos que ped¨ªa para ayudar a la oposici¨®n armada, fue una provocaci¨®n. La reacci¨®n de Reagan fue tambi¨¦n un grave error pol¨ªtico y diplom¨¢tico. Fue un gesto que ser¨¢ ineficaz, como todos los embargos del pasado contra Mussolini, Franco, Castro, etc¨¦tera. Ignoro si despu¨¦s de esto hay todav¨ªa una posibilidad de arreglo. Pero no ignoro que la otra posibilidad no es s¨®lo la prolongaci¨®n del conflicto, sino su transformaci¨®n en guerra centroamericana...
P. Entonces, ?de verdad todo est¨¢ perdido?
R. De nuevo, la historia es imprevisible. Lo ¨²nico que s¨¦ es que la soluci¨®n no puede venir de afuera, ni de Washington ni de Mosc¨², sino del interior mismo de Nicaragua. Por esto me llam¨® tanto la atenci¨®n el editorial censurado de La Prensa: m¨¢s que un programa definido, nos hace vislumbrar una v¨ªa de salud.
P. Guatemala se halla en una situaci¨®n muy diferente de la de El Salvador. El 40% de la poblaci¨®n (blancos y mestizos) considera que el 60% restante (indios), aunque en teor¨ªa igual en derechos, es de una especie diferente. ?Cree usted que, como en el caso de El Salvador, pueda vislumbrarse una soluci¨®n pol¨ªtica negociada a pesar de esta ausencia de una comunidad pol¨ªtica? En pocas palabras, ?cree usted posible la elecci¨®n de un Gobierno que, aun si recibiese apoyo de los norteamericanos, podr¨ªa negociar con algunas fracciones de la guerrilla?
R. No conozco bien la situaci¨®n de Guatemala. Sin embargo, incluso si existe este centro-izquierda del que usted habla, la mayor parte de la poblaci¨®n seguir¨¢ marginada. En Guatemala, como en otras partes, hay un problema que no puede resolverse en 24 horas. La verdad es que la democracia no puede ser sino una conquista popular. Quiero decir, la democracia no es una d¨¢diva ni puede concederse; es menester que la gente, por s¨ª misma y a trav¨¦s de la acci¨®n, la encuentre y, en cada caso, la invente.
Tomemos el caso de El Salvador. Resulta muy claro que fueron los salvadore?os los que, voluntariamente, decidieron formar una comunidad pol¨ªtica al darse cuenta de que no hab¨ªa otra salida real al enfrentamiento entre la derecha y la izquierda. Aunque es posible que se d¨¦ un fen¨®meno de este tipo en Guatemala, hay que contar con el hecho de que se carece de una tradici¨®n democr¨¢tica. La ausencia de tradici¨®n democr¨¢tica es una de las graves fallas de nuestros pa¨ªses. Una falla tr¨¢gica. Nuestros intelectuales son descendientes de los neotomistas espa?oles del siglo XVII, que se convirtieron en jacobinos en el XIX y marxistas-leninistas en el XX. Nuestra tradici¨®n intelectual ha sido una escuela de intolerancia y resulta muy dificil superar este pasado autoritario y dogm¨¢tico. En cuanto a las clases no intelectuales, no es tanto la ausencia de tradici¨®n democr¨¢tica, sino de conocimiento de las formas modernas de participaci¨®n en los asuntos p¨²blicos. En la historia de nuestros pueblos hay g¨¦rmenes democr¨¢ticos, pero es necesario actualizarlos, modernizarlos. La clase intelectual es la que deber¨ªa haberse enfrentado a este problema, pero la mayor¨ªa de nuestros intelectuales prefiere las soluciones totales, dogm¨¢ticas y abstractas.
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