Un mar de tesoros
El descubrimiento de los restos del 'Nuestra Se?ora de Atocha' fue posible gracias a los modernos sistemas de detecci¨®n
Le cost¨® toda su fortuna, 21 a?os de trabajos y la vida de su hijo y de su nuera, pero al final todo suced¨ª¨® tal como Mel Fisher se lo hab¨ªa imaginado: all¨ª, en el fondo del mar, pero visibles para los submarinistas y a¨²n resplandecientes, estaban los cientos de lingotes de plata y las monedas que forman el grueso del tesoro del gale¨®n espa?ol Nuestra Se?ora de Atocha. Las t¨¦cnicas actuales facilitan la b¨²squeda del gran n¨²mero de naves que, como ¨¦sta, se hundieron en el Caribe.
Cuando Mel Fisher, el -buscador de tesoros que acaba de encontrar los restos del Nuestra Se?ora de Atocha, hundido durante una tempestad frente a las costas de Florida, en el siglo XVII, cuyo valor se calcula que asciende a unos 400 millones de d¨®lares (65.000 millones de pesetas), decidi¨®, en 1964, abandonar su tranquila vida de cuidador de pollos para dedicarse a buscar tesoros, sab¨ªa muy bien tras lo que iba.La historia del barco espa?ol, como la de otros muchos galeones hundidos en esas fechas frente a las costas del Caribe, est¨¢ muy bien documentada con informaciones que aportaron en la ¨¦poca los supervivientes de los naufragios y datos referentes al cargamento, recogidos en la Casa de Contrataci¨®n de las Indias, de Sevilla, que controlaba este tr¨¢fico. Antes de empezar a explorar los fondos marinos, Mel Fisher envi¨® al especialista Eugene Lion, profesor de la universidad de Florida, a rastrear los innumerables documentos del archivo.
Lion investig¨® durante 15 a?os la historia del gale¨®n Nuestra Se?ora de Atocha, y de este modo pudo reconstruir los hechos con gran precisi¨®n. El Nuestra Se?ora de Atocha zarp¨® del puerto de La Habana el 6 de septiembre de 1622, transportando "plata, oro, perlas, grana, a?il, tabaco, corambre (corales) y otras mercader¨ªas", seg¨²n indica un narrador an¨®nimo de la ¨¦poca, superviviente de la cat¨¢strofe. Formaba parte de una flota de 20 embarcaciones que tra¨ªan a Espa?a la preciada carga. Nueve de ellas se hundieron en el estrecho de Florida, a causa de un hurac¨¢n, muriendo 550 marinos, de los cuales 289 pertenec¨ªan Atocha, que era el que portaba parte m¨¢s importante del tesoro.
El hurac¨¢n hundi¨® los galeones en una zona de unos 20 metros de profundidad, y otro posterior dispers¨® los restos en varios kil¨®metros y los cubri¨® de arena. La Corona espa?ola ten¨ªa sus propias flotillas de rescate, que cobraban una indemnizaci¨®n proporcional a la profundidad del pecio (nombre que se da a las naves o a sus restos hundidos en el mar). El comisionado enviado en esta ocasi¨®n fue el capit¨¢n Gaspar de Vargas, que logr¨® recuperar 350 barras de plata, miles de monedas, dos ca?ones de bronce y muchos lingotes de plomo.
Esto indica que el barco era accesible, pero la cr¨®nica de la ¨¦poca recoge los motivos aducidos por el capit¨¢n para abandonar el rescate en aquellos momentos, que eran la profundidad del pecio, que estaba a 10 brazas (15 metros), y la dificultad de trabajar en invierno y sin los instrumentos necesarios. Del gale¨®n en el que iba Pedro Pasquier (el comandante de la flotilla que transportaba el tesoro) se logr¨® rescatar parte de la plata.
La cr¨®nica, fechada en .1622, indica que las p¨¦rdidas eran mayores de lo que se pensaba. "Era frecuente en este tr¨¢fico que el valor real de la carga transportada por los galeones fuera muy superior a la registrada en la Casa de Contrataci¨®n de las Indias", indica la arque¨®loga y buceadora Dolores Higueras, jefa de investigaci¨®n del Museo Naval de Madrid. En su opini¨®n, los hallazgos realizados por Fisher tienen un gran valor arqueol¨®gico que hay que a?adir al estrictamente material, ya que "el hallazgo de partes del casco en muy buenas condiciones aportar¨¢ datos esenciales acerca de la estructura de los galeones de los siglos XVI y XVII, de la que se conoce muy poco".
Tras una serie de infructuosos intentos de rescate realizados en la ¨¦poca, se abandon¨® la b¨²squeda de los galeones hasta la actualidad. Fisher consigui¨® los permisos que le garantizaban la exclusiva para rastrear la zona y cre¨® una sociedad de acciones, la Treasure Salvors, para conseguir fondos con los que financiar la empresa, cuyos accionistas se repartir¨¢n ahora el bot¨ªn.
Cuesti¨®n de t¨¦cnica
"Las posibilidades de exploraci¨®n submarina se han incrementado espectacularmente a partir de la II Guerra Mundial. Se ha pasado de alcanzar una media de 15 metros de profundidad por buceo aut¨®nomo (aunque hab¨ªa casos excepcionales que superaban con mucho esta cifra) a poder explorar recursos situados a 5.000 metros de profundidad con ingenios teledirigidos y diversas m¨¢quinas submarinas", indica Dolores Higueras, quien asegura que estos logros "han repercutido en las posibilidades de ¨¦xito de las misiones arqueol¨®gicas y de estas expediciones de rescate que tienen un objetivo meramente lucrativo".
Entre los modernos sistemas que se utilizan para la detecci¨®n de tesoros submarinos destacan los dispositivos sonar, como el ASDIC, que fue inventado para detectar la presencia de submarinos. Emite ondas que al chocar con un obst¨¢culo rebotan, de forma que la se?al de retorno, amplificada y registrada, indica la distancia y direcci¨®n del obst¨¢culo. Sin embargo, las variaciones t¨¦rmicas alteran las ondas sonoras, y esto puede dar lugar a errores. El ecosonda, por su parte, env¨ªa se?ales directamente hacia abajo y registra las variaciones del fondo.
El dispositivo m¨¢s moderno es el sonar de barrido lateral de alta resoluci¨®n, que funciona de forma similar al anterior, pero cubre una superficie m¨¢s extensa y proporciona un resultado m¨¢s exacto. Permite diferenciar los materiales que hay en el fondo del mar, ya que da un perfil diferente si se trata de madera, metal o cer¨¢mica.
Tambi¨¦n se utilizan otros sistemas, como el magnet¨®metro, muy ¨²til para localizar buques de hierro o cargas con abundancia de metales, pero ineficaz para hallazgos meramente arqueol¨®gicos. La televisi¨®n por circuito cerrado se puede emplear en zonas de pecios ya conocidos, aunque no es ¨²til para lograr una visi¨®n sistem¨¢tica del fondo.
Los sistemas de extracci¨®n
Una vez localizado el pecio, los materiales pueden extraerse utilizando la sorbedora o el excavafangos. La primera consta de un tubo en cuyo extremo inferior lleva una cabeza aspiradora con un regulador de aire. Est¨¢ conectada con una reja o cestillo que retiene, en la superficie, todo el material diminuto absorbido del fondo. La boquilla excavafangos, con cabeza regulable y bomba prensanteaspirante de gran cabida, trabaja con chorro de agua y limpia perfectamente cualquier superficie. Tiene el inconveniente de que enturbia r¨¢pidamente el agua, haciendo imposible la operaci¨®n de excavar sin da?ar los objetos por la falta de visi¨®n. Para paliar este problema suele acoplarse la sorbedora a la boquilla, de manera que el fango sea absorbido inmediatamente por la primera, que al mismo tiempo lo conduce al filtro para comprobar si contiene objetos diminutos del tesoro.
Desde que se localiza el tesoro hasta que se extrae es necesario protegerlo. Fisher ya ha tomado precauciones al respecto: siete naves y 35 hombres armados montan guardia sobre los restos del Atocha, y una c¨¢mara submarina supervisa las operaciones de rescate. Pero a¨²n deber¨¢n transcurrir varios a?os desde que el bot¨ªn haya sido extra¨ªdo hasta terminar de limpiarlo y clasificarlo. Se considera como tesoro submarino el formado por sustancias que no se deterioran tras la prolongada inmersi¨®n en agua salada: oro, plata y piedras preciosas, fundamentalmente.
El material debe ir a un laboratorio de tratamiento qu¨ªmico. "De los materiales preciosos hay que eliminar las concreciones org¨¢nicas que se acumulan en su superficie", explica Dolores Higueras. "La mayor¨ªa de los materiales sufre un proceso de electr¨®lisis debido a la acci¨®n del agua del mar. La cer¨¢mica y el bronce pueden ser recuperados con un tratamiento r¨¢pido, pero la madera, el esta?o y el hierro son m¨¢s dif¨ªciles de recuperar y deben ser tratados inmediatamente para que no se conviertan en polvo".
Babelia
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