El asesinato del vicealmirante Escrigas
EL ASESINATO del vicealmirante Fausto Escrigas, v¨ªctima del atentado terrorista realizado ayer en pleno centro de Madrid, lleva las huellas de crueldad y provocaci¨®n pol¨ªtica que caracterizan desde hace a?os a la cadena de cr¨ªmenes de ETA contra mandos militares, miembros de los cuerpos de seguridad y ciudadanos de las m¨¢s diversas profesiones. La muerte casi inmediata del vicealmirante y las graves heridas causadas al ch¨®fer del veh¨ªculo hubieron podido estar seguidas por un nuevo drama si los artificieros de la Polic¨ªa Nacional no hubieran actuado con eficacia para desactivar la carga explosiva que los terroristas hab¨ªan dejado en el coche utilizado para llevar a cabo el atentado tras abandonarlo en una calle pr¨®xima.En esta ocasi¨®n, el blanco elegido ha sido un marino de brillante carrera profesional que desempe?aba, desde febrero de 1984, un cargo de responsabilidad pol¨ªtico-administrativa en el Ministerio de Defensa. Al segar la vida del vicealmirante Escrigas, los terroristas han atacado as¨ª a las Fuerzas Armadas, en tanto que instituci¨®n del Estado, y a la pol¨ªtica militar del Gobierno socialista, a la que el fallecido marino serv¨ªa como director general de Pol¨ªtica de la Defensa. A lo largo de los ¨²ltimos a?os, ETA ha intentado descalificar al sistema democr¨¢tico con el delirante argumento de que la Monarqu¨ªa parlamentaria s¨®lo ser¨ªa una variante disfrazada de franquismo o una vana apariencia institucional tras la que se esconder¨ªa una dictadura militar. Para los terroristas, su aut¨¦ntico adversario y su ¨²nico interlocutor ser¨ªan las Fuerzas Armadas, correspondiendo a los millones de electores que eligen peri¨®dicamente a sus parlamentarios, diputados auton¨®micos y concejales el papel de irreales testigos de esa fantasmag¨®rica confrontaci¨®n. El asesinato del vicealmirante Escrigas, alto cargo del Ministerio de Defensa, no hace sino mostrar, tr¨¢gicamente, la falsedad de esos insensatos planteamientos. La sangre derramada por el director general de Pol¨ªtica de la Defensa es una prueba m¨¢s de que las Fuerzas Armadas no desempe?an, en el dise?o de nuestro sistema constitucional, otro papel que el de ejecutar la pol¨ªtica dictada por el Gobierno, designado por los representantes de los ciudadanos libremente elegidos en las urnas.
El Gobierno de Felipe Gonz¨¢lez se ha visto desafiado por la misma realidad terrorista que los primeros Gobiernos de la transici¨®n se vieron obligados a afrontar. Pese al pacto de legislatura entre el lendakari Ardanza y los socialistas vascos, a la movilizaci¨®n del PNV contra la violencia, a la colaboraci¨®n prestada por Francia, al lento socavamiento de la base social del nacionalismo radical y a las desarticulaciones parciales de los comandos terroristas, ETA parece conservar la infraestructura organizativa y la capacidad operativa suficientes para continuar sus asesinatos. Pero la sociedad espa?ola, incluyendo a los miembros de las Fuerzas Armadas y de los cuerpos de seguridad, sabe que para vencer en ese combate no existe alternativa al r¨¦gimen democr¨¢tico y al Estado de derecho. Porque el desaf¨ªo de ETA s¨®lo podr¨¢ ser definitivamente conjurado mediante la clara conciencia de la compleja naturaleza del fen¨®meno terrorista y mediante la aplicaci¨®n de los procedimientos adecuados para llevar a cabo su erradicaci¨®n a trav¨¦s del arduo, penoso y duradero esfuerzo policiaco y pol¨ªtico que la empresa requiere.
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