Desdichado acontecimiento
Viento de Europa.Francisco Ors. Int¨¦rpretes: Carlos Estrada, Jos¨¦ Viv¨®, Eva Garc¨ªa, Encarna Paso, Fernando Huesca. Escenograf¨ªa y figurines: Manuel Palmero. Director: Angel Garc¨ªa Moreno.
Estreno: teatro F¨ªgaro, 12 de septiembre de 1985.
Algunas obras de Echegaray -por ejemplo, El hijo de don Juan- eran m¨¢s modernas que esta titulada -no se sabe por que- Viento de Europa, melodrama con el que Francisco Ors sorprende en el mismo escenario del F¨ªgaro donde hab¨ªa dado el alegre, mordaz y divertido di¨¢logo de El d¨ªa de Gloria. Lo que parece preocuparle, seg¨²n su declaraci¨®n en el programa, es el d¨¦bito sexual en el matrimonio, pero la casu¨ªstica es tan brutal y tan poco matizada que dif¨ªcilmente se pueden obtener ideas generales. En julio de 1936, una madre y una hija amenazan al hombre con las leyes de la Rep¨²blica; est¨¢n dispuestas a dejar su casa, en Valencia, para encontrar la libertad en Zaragoza. En el entreacto sucede la guerra, y las nuevas leyes franquistas consagran el poder del pater familias. Toda rebeli¨®n es imposible: pero queda la muerte. Hay problemas de s¨ªfilis, de dilapidaci¨®n de fortunas por el se?orito; una paral¨ªtica a punto de ser asesinada, la misma paral¨ªtica arrastr¨¢ndose en busca de la p¨®cima fatal y el tirano muerto entre atroces convulsiones mientras en la calle los falangistas cantan Isabel y Fernando, sin que se vea relaci¨®n clara; hay referencias pol¨ªticas y medicamentosas confusas, declaraciones de principios, estallidos de odio. A¨²n as¨ª de mal contada, la obra queda mejor que en el escenario, donde el desprop¨®sito se mezcla con la ingenuidad, todo ello con un desesperado intento de comercialidad.
Los actores se ganan su sustento denodadamente. Carlos Estrada no consigue sacarle ni una chispa a su papel de malo absoluto; Encarna Paso tiene en alg¨²n momento su gran calidad de actriz y no abandona la lucha en el terreno bald¨ªo; los dem¨¢s pasan corno at¨®nitos por sus papeles y por la vaciedad del di¨¢logo. El director Garc¨ªa Moreno se somete a su destino.
El p¨²blico de invitados prorrumpi¨® en ovaciones y v¨ªtores, y Francisco Ors pronunci¨® unas palabras remitiendo el imaginario ¨¦xito a sus actores y al director, y especialmente a Encarna Paso, que se debati¨® en¨¦rgicamente defendi¨¦ndose de los tirones y empujones de sus compa?eros, que la lanzaban al proscenio, sin duda por modestia, pero tal vez para salvarse de convertirse en el centro visible de tan desdichado acontecimiento.
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