'Espionitis'
EL 19 de agosto, en la RFA, uno de los principales jefes del contraespionaje, Hans Joachim Tiedge, se pas¨® a la Rep¨²blica Democr¨¢tica Alemana; simult¨¢neamente desaparecieron otros agentes de rango inferior. Esta semana ha saltado en Londres la noticia sensacional de que el jefe de la red del KGB en el Reino Unido, Oleg Gordievski, que era a la vez uno de los m¨¢s altos funcionarios de la Embajada, hab¨ªa decidido pasarse a Occidente, entregando a todos los agentes que trabajaban a su servicio. Como consecuencia de ello, 25 ciudadanos sovi¨¦ticos, entre ellos seis diplom¨¢ticos y cinco periodistas, fueron expulsados del Reino Unido, acusados de ser esp¨ªas. La respuesta sovi¨¦tica no se ha hecho esperar, expulsando de su pa¨ªs a 25 ciudadanos brit¨¢nicos, entre ellos la mayor¨ªa de los periodistas del Reino Unido all¨ª acreditados. (Digamos, incidentalmente, que cualquier comparaci¨®n, en t¨¦rminos profesionales, entre el quehacer de los periodistas de pa¨ªses democr¨¢ticos y el sistema de informaci¨®n sovi¨¦tica, que forma parte del agit prop oficial, es verdaderamente ominosa.)Cabe el interrogante de si existe una conexi¨®n entre el caso de Bonn y el de Londres, si bien tal hip¨®tesis ha sido desmentida de fuente alemana con el argumento de la separaci¨®n entre los servicios sovi¨¦ticos y los de la RDA. Pero la pregunta principal es otra: ?cu¨¢ndo se han producido de hecho los dos pasos aludidos?, ?en el momento en que han sido hechos p¨²blicos, o mucho antes? La respuesta puede matizar en un sentido muy contradictorio esos pasos de un campo a otro. Concretamente en el del jefe del KGB en Londres, las noticias indican que ¨¦ste trabajaba para el Reino Unido desde hace unos 20 a?os, plazo realmente sorprendente. En tal caso, lo ocurrido es una p¨¦rdida por el espionaje ingl¨¦s de uno de sus agentes dentro del KGB, y no a la inversa. Resultar¨ªa adem¨¢s que los agentes al servicio de Gordievski expulsados como "esp¨ªas sovi¨¦ticos" trabajaban, aun si no lo sab¨ªan, en una red controlada por el Reino Unido.
Ante casos tan numerosos de espionaje es preciso dirigir la cr¨ªtica no s¨®lo a los hechos concretos, sino al clima y sistema que los propicia: los funcionarios de la URSS en el extranjero est¨¢n sometidos a sistemas de control y vigilancia insoportables para cualquier mentalidad occidental. En la URSS misma se ense?a a la poblaci¨®n a considerar a los diplom¨¢ticos occidentales casi como esp¨ªas en potencia. Todo ello contribuye a suscitar incidentes menores, a envenenar el clima de las relaciones por motivos en el fondo secundarios. Un cambio en estos m¨¦todos, una distensi¨®n en este terreno, contribuir¨ªa a disminuir la tendencia a una espionitis generalizada.
Hoy los problemas del secreto militar se plantean de una manera totalmente nueva: la precisi¨®n de las informaciones que cada una de las superpotencias tiene, gracias a sus sat¨¦lites, de las armas nucleares de la otra es impresionante; Gorbachov ha hablado de la posibilidad de leer las matr¨ªculas de los coches. Por ello, el papel del espionaje tradicional se vuelca sobre otros aspectos, importantes desde luego, pero definitivamente menores. En el ¨²ltimo caso de un diplom¨¢tico sovi¨¦tico expulsado de Espa?a, Yuri Kolesnikov, ¨¦ste hab¨ªa pagado medio mill¨®n de pesetas por un informe confidencial sobre pol¨ªtica cient¨ªfica y tecnol¨®gica espa?ola. A la URSS le interesaba tal informe, puesto que lo compr¨®. Sin embargo, su eventual valor solamente puede concebirse en el marco de una acumulaci¨®n de datos, de fuentes muy diversas, y probablemente, sobre todo de revistas especializadas que est¨¢n a la venta normalmente en EE UU y otros pa¨ªses. As¨ª los esp¨ªas se convierten muchas veces en peones de grandes m¨¢quinas de acumulaci¨®n de datos, un trabajo muy rutinario. O si no, en chismosos de alcoba, como en otros casos c¨¦lebres.
La lucha entre los diversos servicios se convierte cada vez m¨¢s en un enfrentamiento muy especializado. Mucho del trabajo de los diversos espionajes consiste en meterse rec¨ªprocamente agentes de un servicio en otro contrario, a descubrirlos y volverlos contra lo que era su servicio primitivo. Sin que resulte evidente que estas peleas llenas de sutilezas afecten seriamente a la seguridad de los pa¨ªses respectivos, afectan en cambio a la seguridad personal y a la intimidad de muchas personas. Es ¨¦ste un mundo s¨®rdido, en el que se puede perder la vida. Y, como toda estructura de poder, sirve mayormente para auto satisfacerse a s¨ª misma. De repente tiene ramificaciones hacia el terrorismo, el atentado o la desestabilizaci¨®n. Pero las tareas sucias escapan de las moquetas de los despachos de quienes las ordenan. En definitiva: m¨¢s materia para las novelas de Greene o Le Carr¨¦.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.