Fuego real

Todos ustedes conocen la fotograf¨ªa. Dicen que dio la vuelta al mundo y que gan¨® un premio, uno de esos galardones al mejor reportaje gr¨¢fico que ensamblan de forma desazonante la vanidad con la tragedia. La foto muestra a un general de la polic¨ªa survietnamita abatiendo de un disparo en el cr¨¢neo a un vietcong: a un flaco, aterrado y presunto guerrillero.Si la foto impresiona, la secuencia, el testimonio cinematogr¨¢fico, real como la muerte misma, provoca una sacudida ¨ªntima, una n¨¢usea. Pudimos evidenciarlo -y vivenciarlo- durante la proyecci¨®n del minicorto de Heynowski y Scheimann (RDA) Ein Vietnamfluchtling, dentro de la secci¨®n Vietnam, acierto pleno de la 33? edici¨®n del festival a juzgar por la concurrencia.

Objetar¨¢ quien esto lea -y el espectador al abandonar la sala- que episodios como el del vietcong baleado aparecen a cientos en miles de pel¨ªculas, y que los contemplamos imp¨¢vidos y sin las pulsaciones aceleradas. Fen¨®meno este, se puede argumentar, hijo de la enculturaci¨®n cinematogr¨¢fica que, sin interrumpir el flujo de la ficci¨®n filmada como realidad, nos dice que todo es artificio y que los millones de muertos que han ca¨ªdo en la pantalla resucitan siempre nada m¨¢s pronunciarse la palabra corten. Quien encamine sus pasos perdidos hacia la secci¨®n Vietnam puede experimentar esa diferenciaci¨®n refleja entre fogueo y fuego real, entre muerte parcial y muerte total, entre imaginaci¨®n e imagen.