Mesas
Lo m¨¢s intolerable de las mesas redondas es que son obscenamente cuadradas. Y eso es un fraude cultural de doble filo. Los oficiantes participan en esas c¨¦lebres ceremonias para enfrentarse cara a cara con sus m¨¢s queridos adversarios intelectuales, pero cuando se sientan en las sillas de la mesa cuadrada descubren que as¨ª no hay manera de enfocar los ojos del adversario. En consecuencia, el p¨²blico que acude al lugar de los hechos a gozar de confrontaciones sangrientas s¨®lo escucha divagaciones metaf¨ªsicas.Una mesa redonda es una geometr¨ªa discutidora que promete pelea de miradas, duelo de pupilas y antagon¨ªa de iris en ira. Pero si la mesa es rectangular, y siempre lo es, entonces el acto se parece a una misa. Los espectadores se transforman en feligreses, la mesa presidencial adquiere rango de altar, los beligerantes act¨²an como sacerdotes y las hostias prometidas en el programa de mano degeneran en tediosa comuni¨®n sacramental. Con asientos dispuestos en riguroso semic¨ªrculo, esos aburrimientos pasteleros no ser¨ªan posibles porque los discutidores tendr¨ªan que enfrentarse a las miradas fulminantes de los contrarios. Y radicaliza mucho eso de contemplar la charleta de uno reflejada en el ojo del rival favorito.
Cuando ocurre el oto?o se llena el pa¨ªs de falsas mesas redondas y sospecho que tan curiosa actividad cultural est¨¢ convirti¨¦ndose en una de las primeras industrias nacionales del ocio. Lo cual plantea serios problemas log¨ªsticos, porque los temas siempre son id¨¦nticos, pero los participantes somos siempre los mismos. Habr¨ªa que encargarles a nuestros famosos dise?adores prototipos de mesas audazmente circulares para lograr que los contrincantes se miren todo el tiempo a los ojos y en consecuencia disminuyan los bostezos en esos torneos culturales que tanto apasionan a los organismos auton¨®micos. De lo contrario, estamos ante otra enorme estafa al consumidor. Estoy convencido de que la geometr¨ªa es el destino: si en esas ap¨®crifas mesas redondas damos la impresi¨®n de discutir de la cuadratura del c¨ªrculo, y la darnos, es sencillamente porque charlamos desde la no menos absurda circularidad de lo cuadrado.
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