Pasos hacia Ginebra
EL DISCURSO ante las Naciones Unidas del presidente Ronald Reagan y las reuniones que ha celebrado con los jefes de Gobierno del Reino Unido, Canad¨¢, Rep¨²blica Federal de Alemania, Italia y Jap¨®n necesitan ser examinados en funci¨®n de la entrevista fijada ya para los pr¨®ximos 19 y 20 de noviembre, en Ginebra, con el l¨ªder de la Uni¨®n Sovi¨¦tica. Realmente, es sintom¨¢tico que todos los comentarios en tomo a las palabras del presidente norteamericano ya los encuentros de estos d¨ªas en Nueva York tomen como referencia la cumbre Reagan-Gorbachov. Eso muestra que por primera vez desde hace muchos a?os existe en muy amplios sectores de la opini¨®n mundial la sensaci¨®n de que Ginebra podr¨ªa ser el inicio de algo nuevo. Se trata todav¨ªa de ilusiones, pero reflejan los profundos anhelos populares de vivir en un mundo libre de la angust¨ªa de la hecatombe at¨®mica.El discurso de Ronald Reagan en el aniversario de las Naciones Unidas no ha respondido a lo que muchos esperaban. El Financial Times de Londres habla de "profunda decepci¨®n", y otros muchos comentarios, norteamericanos y europeos, expresan ideas semejantes. La carga propagand¨ªstica, quiz¨¢ ineludible en una pieza oratoria destinada id auditorio de la ONU, alcanz¨® un nivel excesivo, casi provocador. Cuando Reagan se refiere a la necesidad de que la URS S se retire de Afganist¨¢n, es obvio que exige algo compartido por la mayor¨ªa de la opini¨®n mundial, pero la selecci¨®n artificial de situaciones conflictivas -dejando de lado ?frica del Sur, Oriente Pr¨®ximo, la guerra Ir¨¢n-Irak etc¨¦tera- y la exaltaci¨®n de la invasi¨®n de Granada -que fue en su d¨ªa condenada por la ONU- denotan un prop¨®sito ya reiterado de colocar a la URSS en posici¨®n de acusada. No hace falta decir que se esperaba otra cosa: una respuesta concreta a las nuevas propuestas de Gorbachov encaminadas, al menos en teor¨ªa, a disminuir los arsenales. nucleares. El discurso de Reagan ha sorprendido, y no en sentido favorable.
C¨ªrculos pr¨®ximos a la Administraci¨®n norteamericana han ofrecido a este respecto la siguiente explicaci¨®n: Reagan ha concentrado su discurso en conflictos regionales, no s¨®lo para buscar el mejor terreno de propaganda, sino para eludir tina contestaci¨®n concreta a los problemas de armamentos, sobre los cuales siguen existiendo serias diferencias entre los diversos organismos de EE UU. Efectivamente, no debe menospreciarse tal explicaci¨®n, si se atiende a las serias discrepancias que sobre problemas tan decisivos como la interpretaci¨®n del tratado ABM (prohibiendo las armas antibal¨ªsticas) han ido manifest¨¢ndose desde distintas instancias administrativas norteamericanas.
En cuanto a la reuni¨®n de Reagan con los l¨ªderes de los pa¨ªses m¨¢s ricos del mundo, ha sido muy distinta a las anteriores del mismo g¨¦nero. Tales reuniones se iniciaron en 1975 para tratar casi exclusivamente cuestiones econ¨®micas, lo que justificaba en cierto modo la se lecci¨®n de los siete pa¨ªses participantes. En 1983, en Williamsburgo, constituy¨® una sorpresa que Jap¨®n firmase un comunicado sobre una cuesti¨®n como la de los euro misiles. En el caso actual, Reagan hab¨ªa convocado a los jefes de Gobierno de esos mismos siete pa¨ªses con el prop¨®sito evidente de aparecer, en la pr¨®xima entrevista de Ginebra, respaldado por las principales potencias in dustriales; y con Jap¨®n, apoyado m¨¢s all¨¢ del marco de la OTAN. Por primera vez, sin embargo, s¨®lo han asistido seis l¨ªderes de los siete convocados. En este caso, la negativa de Mitterrand no fue solamente un gesto de humor. Fue una indicaci¨®n clara de que Reagan no podr¨¢ hablar en nombre de Europa. Con seguridad, el presidente franc¨¦s, despues de celebrar sus propias conversaciones con Gorbachov en Par¨ªs, no ha querido sumar se a ese respaldo colectivo que deseaba Ronald Reagan. Y no cabe negar el valor de esa ausencia como signo, de cara al futuro, de que sectores europeos, y no s¨®lo franceses, desean una capacidad de actuaci¨®n propia en los asuntos mundiales.
Por otro lado, la reuni¨®n de los seis en Nueva York ha dado lugar a una fuerte presi¨®n sobre el presidente norteamericano en torno a la necesidad de aprovechar en Ginebra los aspectos positivos de las propuestas de Gorbachov. Presi¨®n a la que tambi¨¦n debe reconocerse la marca de una especial sensibilidad del Viejo Continente. Las insistencias europeas se han referido, entre otros puntos, a la necesidad de mantener el tratado ABM como marco com¨²n que permita abordar el tema espacial sin una ruptura radical con las posiciones sovi¨¦ticas; y tambi¨¦n a la importancia del m¨¢ximo esfuerzo constructivo para avanzar hacia la disminuci¨®n de los arsenales nucleares. Al parecer, y frente a tales inciativas, el presidente Reagan manifest¨® una actitud muy distinta a la que ha reflejado en su discurso en la ONU. Con estos antecedentes, el encuentro en la cumbre del pr¨®ximo noviembre conserva las luces y sombras de una esperanza en la que es imposible diagnosticar por ahora su potencia para provocar cambios reales.
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