Tres atracadores fueron reducidos por los camareros y clientes de un restaurante
Los camareros y clientes del restaurante La Brasa, situado en la calle de la Infanta Mercedes, 105, frustraron ayer un espectacular atraco que hab¨ªa comenzado cinco minutos antes, cuando, sobre las 16.30, tres personas, con la cara cubierta por pasamonta?as y armadas con una escopeta de ca?ones recortados, una pistola y un cuchillo de los utilizados para cortar jam¨®n, penetraron en el local y amenazaron a unas 70 personas que se encontraban en su interior. El disparo efectuado por el que portaha, la escopeta no impidi¨® que los empleados y comensales lograran reducir a los asaltantes, que en ese momento terminaban de recoger m¨¢s de 200.000 pesetas y una importante cantidad en alhajas.
"En los treinta primeros segundos crees que todo es una broma. Luego, cuando ves c¨®mo arrancan a un hombre su reloj o su medalla, piensas que la cosa va muy en serio y haces lo que te dicen", manifest¨® uno de los clientes del restaurante, que, al igual que los otros 60 comensales, no pod¨ªan comprender c¨®mo era posible tanta osad¨ªa. Sin embargo, all¨ª estaban los tres asaltantes, encapuchados con una mangas de Jersei de lana a las que hab¨ªan practicado unos agujeros y andando por el local como si lo tuvieran todo estudiado.No hab¨ªa habido tiempo para reaccionar. 'La sorpresa fue total. Seg¨²n inform¨® uno de los camareros, los atracadores entraron por una puerta de servicio que da a la calle de S¨®fora y que estaba abierta. "No suele estarlo, pero a veces, para que se ventile un poco la cocina, la abrimos", dijo. Los desconocidos iban a cara descubierta, pero, tras amenazar a los tres empleados que hab¨ªa en la cocina, se pusieron las rudimentarias capuchas y entraron en el sal¨®n, que se encontraba abarrotado de p¨²blico. La frase de "esto es un atraco" cort¨® el ruido de cubiertos y platos entrechocados, as¨ª como todos los murmullos.
El que ten¨ªa el cuchillo se qued¨® en la parte m¨¢s cercana a la cocina; el de la pistola, en el centro, y el de la escopeta se dirigi¨® a la barra, cerr¨® la puerta de entrada y exigi¨® a un empleado que le abriera las cajas registradoras, donde, seg¨²n ¨¦ste, hab¨ªa m¨¢s facturas pagadas con tarjetas de cr¨¦dito que dinero en mat¨¢lico. Todo fue a parar a una bolsa de pl¨¢stico.
A juicio de algunos testigos, dieron la impresi¨®n de que conoc¨ªan el local. Un camarero ¨¢firm¨® que uno de los j¨®venes hab¨ªa entrado por la puerta principal dos minutos antes del asalto y pedido un vaso de agua, una excusa para estudiar la situaci¨®n.
Los asaltantes exigieron a los clientes que pusieran encima de la mesa todo lo que de valor tuvieran. Seg¨²n advirtieron, todos ser¨ªan cacheados, por lo que aconsejaban que nadie guardara nada valioso. Anillos, relojes, cadenas, collares, pendientes y carteras empezaron a ser colocados sobre los manteles. Algunos, sin embargo, arrojaron sus relojes bajo la mesa o metieron su cartera bajo el mantel, seg¨²n comentaron.
Entre tanto, los siete empleados hab¨ªan sido alineados en el centro del sal¨®n. Algunos pudieron hacerse un breve comentario en el sentido de que la escopeta parec¨ªa vieja, por lo que el de la pistola era, potencialmente, con el que hab¨ªa que tener m¨¢s cuidado. Precisamente era ¨¦ste el que se ocupaba de la recaudaci¨®n.
Algunos ni?os lloraban. Los asaltantes no se hablaron entre s¨ª en ning¨²n momento. Empleados y clientes les ped¨ªan tranquilidad, al tiempo que les aseguraban que cooperar¨ªan. Otro les informaba que sus cuatro hijos estaban en la calle jugando y les ped¨ªa que no dispararan si de pronto se abr¨ªa la puerta y entraban. No sab¨ªa que los ni?os hab¨ªan visto al encapuchado cerrar la puerta y hab¨ªan dado la alarma en un bar cercano.
Uno de los clientes se vio obligado a dar las 78.000 pesetas que llevaba y una mujer, que a toda prisa guardaba sus pendientes en el bolso, vio c¨®mo le arrebataban ¨¦ste. Cuando el asaltante de la pistola llevaba recorridas unas diez mesas, vio como del cuello del hombre que le acababa de dar 50.000 pesetas pend¨ªa una cadena de oro cuya entrega exigi¨®. Al pedir ¨¦ste que no se la llevaran, el atracador se la arranc¨®.
Reducidos a golpes
Fue precisamente en ese momento, en que el asaltante le daba la espalda cuando un camarero se abalanz¨® sobre ¨¦l, le rode¨® con sus brazos y le volvi¨® contra el que llevaba la escopeta. ?ste dud¨®, al no atreverse a disparar por temor a herir a su compa?ero, instante que fue aprovechado por el resto de los camareros para lanzarse sobre ¨¦l y desviar hacia arriba la escopeta. Tras un forcejeo, el arma se dispar¨®. El rebuf¨® de la perdigonada hiri¨® levemente en la cara a uno de los, due?os, Carlos Garc¨ªa de la Morena. En el techo de escayola qued¨® un agujero de unos 20 cent¨ªmetros de d¨ª¨¢metro.La reacci¨®n de los camareros fue seguida por la de una veintena de clientes. Con sillas, cubos de hielo y otros objetos contundentes, ayudaron a reducir a los asaltantes -el del cuchillo", al verse rodeado, tir¨® su arma- y en sujetarles hasta que apareci¨® la polic¨ªa varios minutos despu¨¦s.
Mientras llegaban los agentes, los asaltantes fueron despojados de sus capuchas y un empleado, armado con la escopeta, sali¨® a la calle de S¨®fora para ver si hab¨ªa alg¨²n c¨®mplice. All¨ª, al volante de un Seat 131 de color blanco, hab¨ªa un cuarto delincuente, que, al verle, emprendi¨® la huida. El empleado tir¨® el arma contra el autom¨®vil y le rompi¨® un intermitente.
Seg¨²n los testigos, el asaltante de la pistola es un muchacho de unos 15 a?os, en tanto los dos restantes tienen unos 20. Seg¨²n un agente, la pistola hab¨ªa sido robada hace unas semanas a un com¨ªsar¨ªo de polic¨ªa. Seg¨²n otro, los detenidos, cuya identidad no a sido facilitada, viven en Tetu¨¢n.
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