Buen cortometraje alargado
Jaime de Armi?¨¢n, a quien nadie puede discutirle a estas alturas, porque est¨¢ ah¨ª, que es un cineasta de merecido ¨¦xito y un comedi¨®grafo de la televisi¨®n de los que ojal¨¢ hubiera m¨¢s, sigue y, qu¨¦ remedio, es de temer que seguir¨¢ durante qui¨¦n sabe cu¨¢nto tiempo, pagando el alto precio de haber casi comenzado su carrera cinematogr¨¢fica por todo lo alto, con el formidable ¨¦xito de una pel¨ªcula tan dificil de igualar, y no digamos de superar, como Mi querida se?orita, que es todav¨ªa, y con mucho, su mejor obra y una de las comedias m¨¢s perfectas de la historia de nuestro cine.La referencia a esta pel¨ªcula de Jaime de Armi?¨¢n es insoslayable cuando, como es el caso de su ¨²ltima pel¨ªcula, La hora bruja, ¨¦sta cojea ostensiblemente all¨ª donde aqu¨¦lla pisaba sobre uno de los terrenos m¨¢s firmes que nunca se han pisado en la peque?a andadura del cine espa?ol de los ¨²ltimos a?os: ?a redondez de la historia, su perfecto acoplamiento con la manera de contarla, la brillantez del argumento y la perfecci¨®n del gui¨®n, que estaba lleno, casi apretado, de peque?os sucesos y cada uno de ¨¦stos era a su vez desarrollado en secuencias donde nada faltaba y nada sobraba.
La hora bruja
Director y guionista: Jaime de Armi?¨¢n. Fotograf¨ªa: Teo Escamilla. Producci¨®n espa?ola, 1985. Int¨¦rpretes: Concha Velasco, Francisco Rabal, Victoria Abril, Sancho Gracia. Estreno en Madrid: cines Roxy, Narv¨¢ez, Azul, Vaguada.
Carencias y sobras
A la ¨²ltima pel¨ªcula de Armi?¨¢n le ocurre todo lo contrario: hay cosas que faltan en ella y otras que sobran. Las cosas que faltan, las carencias, pueden condensarse en una sola, a mi juicio muy grave: en un filme que juega al misterio y que nos crea expectativas ante ¨¦l, los s¨ªntomas de ¨¦ste, cuando aparecen, son tan elementales y endebles que dejan al espectador literalmente hambriento.En lo que respecta a lo que sobra, vayamos por partes: La hora bruja cuenta una original y bonita historia triangular, combinada con toques m¨¢gicos en el desarrollo del tri¨¢ngulo. Est¨¢ desarrollada por Armi?¨¢n con orden y limpieza expositiva. Pero todo hubiera sido mejor para todos, comenzando por la pel¨ªcula misma, si la duraci¨®n del filme hubiera sido mucho menor y su guionista y director se hubiera eximido de tener que alargarlo innecesariamente.
Por un lado hay un alargamiento in¨²til en morosidades del tiempo, que ralentizan una acci¨®n que pide mucha viveza y que algunas veces no la tiene. Por ejemplo, la escena del personaje C¨¦sar mientras act¨²a cara al p¨²blico tiene mucho celuloide in¨²til; y la doble escena en que Rabal en el bosque y Concha Velasco en el mar convocan a la bruja Victoria Abril, est¨¢ fuera de lugar y nada a?ade, ni siquiera un gramo de magia, al juego de enigmas que pretende buscar.
Como las escenas citadas hay otras que alargan un tiempo cinematogr¨¢fico que, m¨¢s comprimido, hubiera sido m¨¢s rico y sugerente. Al distenderse, al alargarse, pierde vigor. Vigor que, por el contrario, crece cuando Armi?¨¢n juega su mejor baza, que es la comedia. Es decir, cuando abandona el deseo de inquietar al espectador -que no lo consigue en absoluto- y estimula su deseo de hacerle re¨ªr e incluso, cosa m¨¢s dif¨ªcil, sonre¨ªr -que s¨ª lo consigue-.
De otra manera, La hora bruja es una buena comedia corta triangular, disminuida por unas flojas adherencias de misterio y alargada por unas dilataciones del tiempo que dan un serio mordisco a la calidad de su n¨²cleo. La pel¨ªcula s¨®lo funciona cuando Armi?¨¢n hace funcionar al tri¨¢ngulo de comedia, donde las que cuentan son las caras de los tres principales actores del juego, en el que Francisco Rabal est¨¢ s¨®lo aceptable -repite, a mi juicio, con otro acento su excelente creaci¨®n de Juncal, del mismo Armi?¨¢n- pero Victoria Abril, est¨¢ mejor que aceptable; y Concha Velasco, much¨ªsimo mejor que aceptable.
Y as¨ª hemos llegado a lo m¨¢s ,convincente, con mucho, del filme, que es la actuaci¨®n, al mismo tiempo muy libre y muy dominada de Concha Velasco. En ella, una actriz, que hasta ahora ven¨ªa especializ¨¢ndose e incluso desliz¨¢ndose hacia el encasillamiento -salvo en algunos pocos casos de actuaciones algo forzadas- en personajes algo desajustados con la que hoy es su imagen f¨ªsica real, esta vez asume en La hora bruja, con todas las consecuencias y con enorme gracia y belleza, esa su fotogenia espont¨¢nea de mujer ya madura, y saca de ella un gran partido, que va a dar muchos y nuevos br¨ªos a su talento. Cada gesto dice algo, cada una de sus miradas es rica; su composici¨®n global resulta convincente por todos lados que se le observe. Y la mano de Armi?¨¢n, por supuesto, detr¨¢s de su pleno acierto.
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