Fraga a veces pierde al domin¨® en Villalba
En Galicia apenas quedan castillos en pie. Los tiraron los campesinos, que no dejaron piedra feudal sobre piedra feudal durante la revoluci¨®n irmandi?a de la baja Edad Media. Son cosas que hasta ahora no contaban los libros de texto en las escuelas, donde se predic¨® siempre una historia de gallego sumiso y de cerviz doblada. Tambi¨¦n tiraron la torre almenada de los se?ores de Andrade, en Villalba. La fortaleza fue reconstruida a la fuerza por los campesinos derrotados. Ahora es un parador nacional de seis habitaciones. Deficitario.
Casi todos los d¨ªas se inaugura algo en Villalba. La plaza Mayor, presidida por un busto togado de Manuel Fraga, fue reformada tres veces en poco tiempo. Seg¨²n el diputado socialista villalb¨¦s Fernando Mart¨ªnez, debe de ser la plaza proporcionalmente m¨¢s costosa del planeta. Aun as¨ª, sigue sin lucir, no le encuentran el punto. ?nicamente la ca¨ªda de las hojas en oto?o le da algo de alma.Una de las m¨¢s recientes inauguraciones en Villalba fue la del pol¨ªgono industrial. Se cort¨® la cinta, se celebr¨® el acto con una comida en el parador a 8.000 pesetas per c¨¢pita, pero todav¨ªa no se instal¨® ninguna industria. El pol¨ªgono es como un circuito fantasma en la amplitud horizontal de la terra ch¨¢ (tierra llana), que as¨ª se llama a la comarca. Antes de abrirse el pol¨ªgono, hab¨ªan cerrado por crisis la f¨¢brica de pantalones San Remo y la de elaborado de aluminio Anduri?a. ¨²nicamente queda la planta l¨¢ctea Besnier, de capital franc¨¦s, preparando el terreno para la incorporaci¨®n a la CEE.
Industrias florecientes parecen ser las g¨¹isquer¨ªas. En un a?o se han abierto tres. Una de ellas est¨¢ instalada en una granja reconvertida, en las afueras. Un emigrante retornado lleva dos de los negocios. Otra prueba de la liberaci¨®n de costumbres en esta villa lucense con fama conservadora es la cartelera del ¨²nico cine, el teatro Villalb¨¦s. Por la tarde, El barrendero, de Cantinflas. Por la noche proyectan Neumon¨ªa her¨®tica y pasota, clasificada S.
Villalba es, sobre todo, un centro comercial que vive del campesinado circundante. El ciclo burs¨¢til de Villalba sigue, la curva del precio de la patata. Una vez al mes las calles de la villa se llenan de ancianos con boina y paraguas. Son los viejos labradores que vienen a cobrar el subsidio y de paso a hacer algunas compras. No obstante, la gran cita campesina de Villalba es el mercado de los capones, en v¨ªsperas de Navidad. Los capones son pollos engordados a base de men¨² de can¨®nigo: cereales con vino de misa.
El ahorro como virtud
En Villalba a¨²n se cree en el ahorro como virtud. Hay 14 sucursales bancarias. Un dicho malintencionado se?alaba que "Villalba es una gran villa de 5.000 tabernas y una sola librer¨ªa". Tabernas sigue habiendo muchas, pero librer¨ªas ya son tres. Una de ellas est¨¢ justo frente al busto del Fraga togado, y en el escaparate luce desafiante La alternativa pedag¨®gica, de Antonio Gramsci, y otro volumen sobre la experiencia educativa brit¨¢nica de Summer Hill. Los que a¨²n no se han soltado la melena son los j¨®venes del ¨²nico grupo de rock de la villa, Perfume de Malicia. Temen que sus mayores no entiendan muy bien lo que hacen en el escenario.Y es que pese al 81,9% de votos que alcanz¨® Alianza Popular en las municipales de 1983, tambi¨¦n Villalba es una realidad compleja. Despachando tras el mostrador de un vetusto ultramarinos, lo dice la gran promesa de la filosof¨ªa cr¨ªtica gallega, Ant¨®n Bahamonde, que prepara ahora un ensayo cantando las cuarenta al discurso decadente de la posmodernidad.
Bahamonde recuper¨® para la actualidad un pensamiento de Florentino Cuevillas estremecedoramente l¨²cido: "Galicia quiere desaparecer, pero no lo consigue". Contrastes s¨ª que hay. De aqu¨ª es el Wojtyla gallego, monse?or Rouco, actual arzobispo de Santiago de Compostela, pero de aqu¨ª es tambi¨¦n el Boff galaico, el nuevo prisciliano Xos¨¦ Chao Rego, autor de un ensayo que hace ¨¦poca, Eu renazo galego.
Y de Villalba, claro, es Fraga. Cumplir¨¢ a?os el 23 de noviembre, el d¨ªa de reflexi¨®n para las elecciones. De cr¨ªo ya se levantaba a las siete de la ma?ana, admiraba a B¨²falo Bill, le gustaban los elefantes y era el alumno predilecto de do?a Amalia. En el recreo le llamaban Manoli?o do c¨² grande y Sapolotodo.
Cosas de la envidia. Su amigo de la escuela Alfredo Galloso cuenta sin falso recato c¨®mo lleg¨® a conserje del instituto: "Yo andaba por las ferias vendiendo jamones y un d¨ªa me llam¨® el alcalde diciendo que Fraga, que ya era ministro, se interesaba por m¨ª". Alfredo, con aire bonach¨®n, no le da mayor importancia al asunto. Como casi todo el mundo en Villalba, su mujer, m¨¢s expresiva, pone a Fraga por las nubes. Tambi¨¦n a ella le emplearon un sobrino. Pero Manolo Fraga no es un completo superdotado. En la cafeter¨ªa Roca reconocen que jugando al domin¨® es m¨¢s bien del mont¨®n.
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