Proyectos y actores pol¨ªticos pata la democracia
Aparentemente, en Chile se enfrentan tres proyectos: el del Gobierno, partidario de iniciar una transici¨®n hacia una democracia limitada a partir de 1989; el de las fuerzas firmantes del Acuerdo Nacional, que proponen un proceso gradual (plebiscito y legalizaci¨®n de los partidos, elecciones, reforma de la Constituci¨®n) que conduzca a la democracia en los dos pr¨®ximos a?os, y el del MDP (extrema izquierda), que exige la inmediata salida de Pinochet, la elecci¨®n de una Asamblea constituyente y la puesta en pr¨¢ctica de un plan econ¨®mico-social de emergencia. Pero ocurre que la din¨¢mica generada por el Acuerdo Nacional acent¨²a, por una parte, la crisis del r¨¦gimen a todos los niveles (tensiones entre inmovilistas y negociadores, partidarios de la guerra sucia y legalistas, etc¨¦tera) y, por otra, ofrece una perspectiva pol¨ªtica que las protestas por ellas mismas no pueden dar.La protesta en la calle como ¨²nica forma de confrontaci¨®n con el r¨¦gimen se agota r¨¢pidamente: es el terreno m¨¢s favorable para una dictadura militar. Al mismo tiempo, sin esta presi¨®n popular, el r¨¦gimen demostrar¨ªa su aparente capacidad de gobernar el pa¨ªs y ning¨²n proceso de cambio se pondr¨ªa en marcha. No hay, por tanto, un antagonismo de principio entre la propuesta del Acuerdo Nacional y la organizaci¨®n de jornadas de protesta por parte de la izquierda.
En otras ocasiones nos hemos referido a los desencuentros sistem¨¢ticos entre los actores de la pol¨ªtica chilena. Parece que ahora hay m¨¢s encuentros que en el pasado. Se han puesto de moda, casi. La Democracia Cristiana y el Partido Comunista se encuentran cada semana, los socialistas tienden a encontrarse con todos (aunque el encontrarse con ellos mismos les ocupe a¨²n demasiado), la derecha ha abandonado su in¨²til aislamiento; todos van a ver a la Iglesia, pero muy pocos a¨²n a los militares. ?Cu¨¢l es la fuerza y la actitud b¨¢sica de estos actores?
La derecha tiende a reagruparse, aunque no est¨¢ unificada. Parecen predominar las posiciones favorables a la transici¨®n (en la l¨ªnea del Acuerdo Nacional), tanto en la derecha pol¨ªtica como en la empresarial. No hay que olvidar, sin embargo, el apoyo pasivo al Gobierno militar que existe en los sectores m¨¢s conservadores. Pero, a pesar de todo, una perspectiva de cambio ordenado como dibuja el acuerdo (no es casual que insista en el respeto de la propiedad), en un marco legal definido y con un probable pacto social incorporado (el prestigioso l¨ªder sindical Manuel Bustos se ha declarado favorable a este pacto en un marco democr¨¢tico), est¨¢, sin duda alguna, bien vista por amplios sectores de la derecha social. Llega un momento en que el temor a la escalada de violencia que provoca el mantenimiento de la dictadura (que adem¨¢s concede gran protagonismo pol¨ªtico a la oposici¨®n de extrema izquierda) es mucho m¨¢s fuerte que el temor al cambio que siempre existe en los medios conservadores.
La fuerza democristiana
La Democracia Cristiana es, sin duda, el principal partido pol¨ªtico chileno, y lo ser¨¢ en el pr¨®ximo futuro. Tiene una s¨®lida y extensa estructura org¨¢nica, de 2.000 a 1000 organizaciones de base y un fuerte arraigo en los sindicatos, universidades, asociaciones profesionales, etc¨¦tera. Ha sido, junto con la Iglesia, la principal impulsora del Acuerdo Nacional, y lo interpreta en clave din¨¢mica, de presi¨®n, y no de espera pasiva de la negociaci¨®n con la Junta actual. Hoy tiene que encontrar las formas de movilizaci¨®n que no la confundan con el Partido Comunista y la extrema izquierda, lo cual no es f¨¢cil debido a la rigidez represiva del r¨¦gimen. Su principal problema frente al Partido Comunista no es tanto la violencia (el Partido Comunista no hace terrorismo contra las personas) como el rechazo qu¨¦ provoca en los democristianos la tendencia de la izquierda, y en. especial de los comunistas, a crear organizaciones sociales ideol¨®gicas o partidarias en las que, seg¨²n la Democracia Cristiana, se excluye el pluralismo. Su proyecto pol¨ªtico-program¨¢tico la inclina a ser la alternativa progresista viable, sobre la base de un acuerdo con los socialistas y sectores de centro-izquierda; pero la Democracia Cristiana es consciente de que el socialismo actual debe desarrollar m¨¢s aut¨®nomamente su espacio y su identidad, y, por otra parte, no puede excluir la "conveniencia de constituir, a la salida de la dictadura, un Gobierno de amplia base, con la derecha incluida.
Los socialistas, los sectores probablemente mayoritarios que est¨¢n incluidos en el Acuerdo Nacional, han desempe?ado un papel fundamental en la consecuci¨®n de esta nueva din¨¢mica pol¨ªtica. La creaci¨®n de la Alianza Democr¨¢tica con la Democracia Cristiana desvaneci¨® en gran medida el fantasma de la Unidad Popular, que bloqueaba una salida democr¨¢tica por el temor y el rechazo que generaba en muchos sectores no ¨²nicamente de derecha. El Partido Socialista se constitu¨ªa asimismo en base de futuro para una izquierda distinta del Partido Comunista y con m¨¢s posibilidades de Gobierno en la democracia. Pero si ha sido una pol¨ªtica valiente y ¨²til para el pa¨ªs, ha significado un alto coste para el socialismo chileno: divisiones internas, imagen de subordinaci¨®n a la Democracia Cristiana, dificultad para encontrar una pr¨¢ctica militante. Si el Partido Socialista consigue dise?ar un proyecto y una identidad socialistas fuertes podr¨¢ tambi¨¦n reunificarse. En cualquier caso, no parece viable volver a las propuestas frentepopulistas. El socialismo renovado se constituye en un per¨ªodo en que el Partido Comunista se adhiere con especial fuerza a su identidad espec¨ªfica, lo cual deja un espacio m¨¢s despejado al socialismo.
Doble discurso comunista
Los comunistas practican aparentemente un doble discurso. Por una parte, critican cualquier intento de negociaci¨®n con la Junta, que adem¨¢s consideran ut¨®pico, pues Pinochet no quiere. Asimismo defienden el derecho, al uso de la violencia popular para responder a la represi¨®n. Organizan jornadas de protesta. Analizan que hay una situaci¨®n revolucionaria que puede radicalizar r¨¢pidamente el proceso pol¨ªtico y hacer que desemboque en un Estado de democracia avanzada. Por lo cual denuncian las ambig¨¹edades (no plantea la salida inmediata de Pinochet) y los riesgos de pasividad que pueden derivarse del Acuerdo (que catalogan m¨¢s o menos como una operaci¨®n vaticano-norteamericana). Pero tambi¨¦n lo consideran positivo, e insisten ¨²nicamente que s¨®lo manteniendo la presi¨®n popular contra la dictadura el acuerdo cumplir¨¢ sus virtualidades. Aceptan que llegar¨¢ un momento en que deber¨¢, negociarse con la Junta y no exigen formar parte necesariamente de la comisi¨®n negociadora, aunque, naturalmente, no est¨¢n dispuestos a aceptar ninguna discriminaci¨®n en unas futuras elecciones. El Partido Comunista intenta sobre todo impulsar el tipo de lucha que considera m¨¢s eficaz y que m¨¢s conviene a su car¨¢cter militante (la lucha de masas, pac¨ªfica o no, directa, contra la dictadura), y que vislumbra dos evoluciones posibles: el endurecimiento del r¨¦gimen o la transici¨®n a la democracia. Es muy probable que si el proceso democr¨¢tico avanza, el Partido Comunista opte decididamente por la v¨ªa de la colaboraci¨®n con las otras fuerzas democr¨¢ticas y de la construcci¨®n de una legalidad democr¨¢tica pluralista, aunque le cueste alguna crisis interna y no pueda llegar mucho m¨¢s lejos que el ser una fuerza relativamente importante de oposici¨®n.
En Chile existen los actores y el entramado pol¨ªtico-social para construir un sistema democr¨¢tico. Es necesario darle forma institucional, para lo cual hay que acabar con la dictadura. No es un detalle nimio. El Acuerdo Nacional genera una din¨¢mica que debilita aceleradamente el r¨¦gimen del general Pinochet, pero falta el golpe de gracia. Quiz¨¢ puede serio la visita del Papa.
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