La huelga delos mineros
LA HUELGA en la miner¨ªa que comenz¨® ayer y se prolonga durante esta jornada ha tenido repercusiones distintas en las cuencas de Asturias, donde el paro no alcanz¨® el 50%, y en el resto de Espa?a, donde la respuesta fue casi completa. Convocada por los sindicatos CC OO y UGT, esta acci¨®n reivindicativa de los mineros ofrece unas caracter¨ªsticas que la hacen distinta de las protestas m¨¢s comunes de este tipo. Por ejemplo, los mineros no incluyen entre su cat¨¢logo de peticiones nada referido al cap¨ªtulo salarial. El eje de la protesta -que curiosamente no ha secundado el Sindicato de Obreros Mineros de Asturias (SOMA), federado en UGT- se centra en la exigencia de una pol¨ªtica minera negociada y el cumplimiento del Plan Energ¨¦tico Nacional (PEN), que los diputados socialistas aprobaron en el Parlamento. Junto a estos dos aspectos a?aden, entre otros, la necesidad de acabar con el minifundismo empresarial existente en el sector y establecer las adecuadas medidas de seguridad para cortar la tr¨¢gica sucesi¨®n de muertes en la miner¨ªa.No parece, pues, a primera vista, que las peticiones sean las que corresponder¨ªan al sindicalismo m¨¢s radical. Sobre todo si se tiene en cuenta que, adem¨¢s de su elemental componente de protecci¨®n al trabajo, los dem¨¢s aspectos fueron abordados ya por otros pa¨ªses, principalmente los europeos, desde la crisis del petr¨®leo, y con el fin de reordenar e incentivar las producciones carboneras, diversificar las fuentes de energ¨ªa y reducir su dependencia exterior.
En 1985 -denominado con amargo sarcasmo el a?o de seguridad minera - se han registrado, hasta el momento, 73 muertes en las minas espa?olas. Y habr¨¢ que convenir que no todas son producto de la mala suerte, como algunos responsables del poder se han permitido declarar. Por otro lado, nuestro pa¨ªs tiene un sector minero formado por un gran n¨²mero de peque?as explotaciones privadas cohabitando con las enormes explotaciones del sector p¨²blico, cuyas p¨¦rdidas y deficiente gesti¨®n soporta el ciudadano, y cuya reestructuraci¨®n nadie ha decidido abordar. Minas con 6, 10 o 12 trabajadores son consideradas normales por la Administracion, que no s¨®lo permite su existencia, sino que en buena parte la fomenta con la autorizaci¨®n de nuevas concesiones.
A partir de esta pol¨ªtica, que parece obedecer tan s¨®lo a una falta de pol¨ªtica y, en consecuencia, a un irresponsable aplazamiento de soluciones, se acent¨²an d¨ªa a d¨ªa las irregularidades y defectos estructurales de la miner¨ªa. El minifundio empresarial en una actividad de este orden obstaculiza la inversi¨®n necesaria para permitir el trabajo con unas razonables garant¨ªas de seguridad. Pero adem¨¢s habr¨ªa que preguntarse sobre qu¨¦ clase de suerte se espera para unas explotaciones marginales cuya ¨²nica mecanizaci¨®n consiste a menudo en una pareja de mulas ciegas que arrastran en la oscuridad de los pozos las vagonetas de mineral. Igualmente la formaci¨®n de los mineros es una necesidad que abochorna contemplarla entre un programa sindical de aspiraciones sin respuesta. No hay escuelas de formaci¨®n que impidan que el trabajo se aprenda burlando a la muerte en las entra?as de la mina. Y, como han denunciado los viejos mineros, hoy se llega a ocupar el puesto de picador a edades temerariamente j¨®venes.
No se entiende, por tanto, c¨®mo, ante este panorama y las protestas que claman por su soluci¨®n, el Gobierno y el partido en el poder hayan adoptado una actitud pasiva, cuando no de menosprecio. Contando con que el propio Gobierno ha cantado aqu¨ª y fuera de nuestras fronteras las bondades de la pol¨ªtica de concertaci¨®n y pacto, no es inteligible que la petici¨®n de los sindicatos -apoyados en este caso por las empresas- se reciba con tan escasa disposici¨®n negociadora. ?Existe quiz¨¢ en esta dura actitud gubernamental el prop¨®sito de contener futuros movimientos laborales que podr¨ªan desencadenar el m¨ªtico poder de la miner¨ªa? El hecho es que, en la medida de sus fuerzas, el PSOE ha conseguido que el SOMA, en la cuenca asturiana, no secundara la convocatoria, ni tampoco ha ahorrado adjetivos como "demag¨®gicos" y "radicales" para referirse a los dirigentes mineros que propusieron el paro.
En contraste con la din¨¢mica de protestas que caracteriz¨® a este sector en tiempos de la dictadura, ¨¦sta es la primera vez que se suspende la actividad en todo el sector minero desde el restablecimiento de la democracia. Se comprende, pues, la desaz¨®n que en el poder ha suscitado esta huelga, as¨ª como se hace todav¨ªa m¨¢s inexplicable, especialmente a tenor de la lista de peticiones sindicales, que la Administraci¨®n no haya encontrado el camino para evitarla
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