La nueva 'mano invisible'
Ya se ve en el horizonte m¨¢s pr¨®ximo la nueva mano invisible de la econom¨ªa espa?ola. En este caso se trata de una mano colectiva: la Comunidad Econ¨®mica Europea (CEE). Adam Smith (siglo XVIII), escoc¨¦s a quien los economistas reconocen su paternidad cient¨ªfica, describi¨®, en su obra magna Investigaci¨®n sobre la naturaleza y causa de la riqueza de las naciones, el orden natural de la sociedad. Smith atribuy¨® ese orden a una mano invisible.En una econom¨ªa de libre mercado, la persecuci¨®n individual del propio inter¨¦s conduce autom¨¢ticamente al logro del m¨¢ximo bienestar social, que se produce precisamente por la coordinaci¨®n involuntaria que esa mano invisible realiza entre los distintos comportamientos privados.
Buscando la armon¨ªa
La mano invisible conduce al equilibrio en los mercados de los factores productivos, asegurando la armon¨ªa entre oferentes y demandantes; gracias a la mano invisible, la econom¨ªa encuentra autom¨¢ticamente su equilibrio ¨®ptimo, produci¨¦ndose lo que se demanda y a los precios adecuados para satisfacer la demanda. Este mecanismo, naturalmente, hace in¨²til toda intervenci¨®n estatal en la sociedad.
Casi de repente, la teor¨ªa de la mano invisible, obsoleta por absurda en una sociedad cada vez m¨¢s sofisticada, resucita por obra y gracia de un extremismo: el de los nuevos comunitarios. Los males de la econom¨ªa y de la pol¨ªtica espa?olas, los desequilibrios heredados, la ineficiencia del sistema y de sus agentes -partidos pol¨ªticos, instituciones, centrales sindicales o empresarios, profesionales- hasta el provincianismo cultural, todo esto y m¨¢s, tiene arreglo autom¨¢tico: la CEE.
La entrada en el Mercado Com¨²n corregir¨¢ manu militari; seg¨²n estos fan¨¢ticos, las cuentas pendientes; se producir¨¢ as¨ª una nueva selecci¨®n natural de las especies en la que los eficaces sobrevivir¨¢n y los d¨¦biles ir¨¢n al infierno de la suspensi¨®n de pagos o de la quiebra.
Es el darwinismo comunitario, que da nuevos br¨ªos a un liberal¨ªsmo manchesteriano trasnochado y esencialmente injusto.
Resulta intranquilizadora esta pol¨ªtica econ¨®mica autom¨¢tica, tan de una pieza (como los hombres de una s¨®la pieza, que se dec¨ªa antes), tan insensible a lo fatigoso y a las dificultades, pues elimina de golpe cuantas perplejidades han elaborado -?con tanto esfuerzo!- los economistas y los sabios desde los a?os setenta. Cuando m¨¢s inseguros estamos casi todos de todo surgen los nuevos mes¨ªas, con un lenguaje nuevo y un mensa e trasnochado, simplista y triunfador. Los lobos con piel de oveja. Muertas las esperanzas del pleno empleo, de las pol¨ªticas presupuestarias redistributivas, de la equidad y el welfare state, ?viva -de nuevo- el ajuste autom¨¢tico!
?Para qu¨¦ hacer entonces reconversiones industriales si la Comunidad Econ¨®mica Europea nos va a reconvertir de modo irremediable? ?Qu¨¦ sentido tiene la pol¨¦mica entre patronal, Ejecutivo y centrales sindicales sobre contrataci¨®n laboral, plasmada en el texto del Acuerdo Econ¨®mico y Social, si irremediablemente hay que armonizar la legislaci¨®n interna espa?ola al acerbo comunitario sin tener en cuenta la historia reciente y de lo que se parte?
Que manden ellos
Tal es la significaci¨®n de la entrada en el club de los doce, que sobra cualquier profec¨ªa, como la hecha por Miguel Boyer cuando era el ministro de Econom¨ªa y Hacienda: "El ajuste debe proseguir hasta finales de la d¨¦cada". ?Para qu¨¦ elaborar pol¨ªticas econ¨®micas internas de rigor o de expansi¨®n, cuesten lo que cuesten, si lo determinante ser¨¢ lo supranacional?
?Qui¨¦n tiene inter¨¦s en dise?ar o en analizar cu¨¢l puede ser la filosof¨ªa econ¨®mica de la pr¨®xima legislatura, ganen los socialistas, los conservadores o una mixtura, si no servir¨¢ m¨¢s que de modo instrumental? ?Para qu¨¦ sirven los objetivos finalistas de nuestros gobernantes, si las ideolog¨ªas pertenecen ya s¨®lo al terreno de la historia?.
Y qu¨¦ decir de los pactos sociales, breve recuerdo hist¨®rico de una d¨¦cada ilustrada por seis de ellos, si los agentes sociales est¨¢n atados de pies y manos a Bruselas. ?Se podr¨ªan repetir hoy unos Acuerdos de la Moncloa como aquellos que estabilizaron nuestra democracia, o su contenido estar¨ªa absolutamente mediatizado por Bruselas?
Estos nuevos comunitarios (como los antiguos nuevos economistas o fil¨®sofos) incorporan la fe de los conversos y son rotundos en afirmar que la suma de los vectores negativos y positivos de la integraci¨®n dar¨¢ como resultado una Espa?a m¨¢s ¨²til. Pero ni la utilidad lo es todo, ni la seguridad de conseguirlo es total. Es l¨ªcito dudar de ello, utilizar el an¨¢lisis coste-beneficio en su sentido m¨¢s amplio, m¨¢xime repasando las crisis de algunos de los pa¨ªses que forman el Mercado Com¨²n.
Las intervenciones estatales, pese a estar demod¨¦s, existen m¨¢s que nunca, aunque ahora los lobbys sean multinacionales y su imagen distinta. El proteccionismo no es cosa del pasado ni lo protagonizan exclusiva o principalmente los pa¨ªses intermedios o del Tercer Mundo. Ser¨ªa ingenuo despreciar las pol¨ªticas soberanas como residuos del siglo XIX, cuando en el fondo siempre est¨¢n presentes, defendiendo los intereses de los vencedores. El ejemplo m¨¢s claro es el de los Estados Unidos y su comportamiento global ante la deuda exterior de las naciones subdesarrolladas. Alg¨²n economista ilustre ha dicho que Reagan ha practicado una pol¨ªtica m¨¢s keynesiana que Carter, con un ropaje anarcocapitalista.
Intervenir no es malo
Las intervenciones en Bruselas, tan abundantes en las largas negociaciones para la adhesi¨®n de Espa?a a la CEE en defensa de los intereses intracomunitarios, no deben anular, ni siquiera paliar, las que se practiquen desde Madrid, como no lo han hecho con las decisiones de la se?ora Thatcher o del canciller Kohl. La selecci¨®n natural no es buena por naturaleza para Espa?a y sus ciudadanos; todo lo contrario, ya se sabe que entre el fuerte y el d¨¦bil la libertad explota al ¨²ltimo. Ser¨ªa dram¨¢tico que una Espa?a integrada en su entorno natural agudizase las diferencias en aras a una supuesta modernidad. A la mano invisible se le ve otra vez la oreja.
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