El Liceo entra en Europa
El Liceo no ha esperado el d¨ªa 1 de enero para integrarse en esa Europa a la que, seg¨²n parece, vocacionalmente tanto pertenecemos. Anticip¨® su calendario al lunes 30, cuando estren¨®, en ambiente de grande soir¨¦e, el Simon Boccanegra de Verdi. Y no lo decimos por mero recurso literario sino por varios datos significativos.Primero de ellos: entre el p¨²blico, abundante presencia de extranjeros que han sabido combinar bien su afici¨®n a la ¨®pera con el hecho de tener unos cuantos d¨ªas libres para viajar. El desplazamiento sin duda les ha valido la pena. Pero hay m¨¢s: estas personas hab¨ªan o¨ªdo hablar en sus respectivos pa¨ªses del Liceo. Sab¨ªan que el Simon de aqu¨ª iba a reunir a cuatro colosos como son Mirella Freni, Jos¨¦ Carreras, Joan Pons y Nicolai Ghiaurov y por eso probablemente, m¨¢s que por otros motivos, guste o no el planteamiento, han acudido a Barcelona. Ha habido pues un buen servicio de informaci¨®n y es que, cuando las cosas se hacen bien, los resultados est¨¢n ah¨ª para satisfacci¨®n de todos.
Simon Bocanegra
Mirella Freni, Jos¨¦ Carreras, Joan Pons y Nicolai Ghiaurov en los principales papeles. Producci¨®n: Teatro alla Scala de Mil¨¢n, sobre una idea original de Giorgio Strehler. Orquesta y coro del Gran Teatro del Liceo. Direcci¨®n: Roberto Abbado. Liceo de Barcelona, 30 de diciembre de 1985.
Segundo dato: una producci¨®n de la Scala de aquellas que han hecho ¨¦poca, basada en una idea original de Giorgio Strehler. Al margen de los desajustes propios de toda adaptaci¨®n, a?adidos a viejos problemas de la casa -la iluminaci¨®n no est¨¢ resuelta y dudamos de que el vestuario, por m¨¢s que llegue de Mil¨¢n, corresponda a la mencionada idea original-, era importante que en Barcelona pudiera verse esta puesta en escena, de la que en gran parte ha dependido la recuperaci¨®n de una obra que no lleg¨® nunca a satisfacer a su propio autor ni a hacerse popular.
En unas notas aparecidas en el programa de mano de la Scala en 1977, cuando se estren¨® la producci¨®n, Strehler hac¨ªa la siguiente consideraci¨®n: "Acaso sea un error de claridad dram¨¢tica en esta ¨®pera misteriosa y fuerte el hacemos pensar constantemente en nuevas ideas para conseguir comprender el curso de los acontecimientos; es muy posible, pues Simon Boccanegra es obra de transici¨®n, atormentada, revisada. Pero pudiera ser tambi¨¦n una intuici¨®n: la verdad de la historia hay que buscarla necesariamente en los personajes, en el pueblo, en los mecanismos de identificaci¨®n ya que esa verdad no se encuentra encuadrada en las vicisitudes fortuitas y reconocibles que se acumulan a lo largo de la acci¨®n sin tener por s¨ª mismas un significado definitivo". Y efectivamente Strehler opta por una puesta en escena dura, en la que la soledad y el drama de los personajes contrasta con la impasibilidad del mundo que los rodea: al fondo el mar, signo perenne, como la luna de Salom¨¦, de aquello que las pasiones humanas no pueden modificar.
Desde luego que seremos todav¨ªa m¨¢s europeos el d¨ªa que desde aqu¨ª sepamos producir cosas similares -?llegar¨¢ ese d¨ªa?- pero no por ello habr¨¢ que renunciar a ver preciosidades como la que ahora ha subido al escenario liceista.
Al director Roberto Abbado, sobrino de quien en su d¨ªa dirigiera el Simon escal¨ªfero, los planteamientos de Strehler le son a todas luces familiares: supo transformar en bell¨ªsimas sonoridades esa soledad de los personajes de que la habl¨¢bamos e incluso la del mismo Verdi ante su propio esplendoroso futuro, el de Otello. Toda la tensi¨®n de la intuici¨®n verdiana subi¨® brillantemente desde el foso y envolvi¨® magistralmente a los personajes. Ante la Maria Boccanegra-Amelia Grimaldi de Mirella Freni no cabe m¨¢s que sacarse el sombrero o, caso de no llevarlo, que es lo m¨¢s normal, lo que sea. Carreras est¨¢ en la plenitud de sus facultades: la vida art¨ªstica le sonr¨ªe y ¨¦l, a su vez, sonr¨ªe a los papeles que interpreta, bord¨¢ndolos con el mejor hilo. Del veterano Nicolai Ghiaurov que, seg¨²n nos informaron, visitaba por primera vez la casa de las Ramblas, sorprende, por encima de todo, esa capacidad de decir el texto con absoluta claridad. En cuanto al bar¨ªtono Joan Pons en el papel de Simon destacar, si no la fuerza a la hora de superar los envites orquestales, s¨ª la extrema belleza de su timbre, rico en arm¨®nicos que no decaen en las zonas del cambio de la voz.
?ltima consideraci¨®n europea: bien por haber programado esta obra que en el Liceo se hab¨ªa presentado s¨®lo un total de 12 veces (una en 1862 y las dem¨¢s a partir de 1959, seg¨²n la excelente memoria y mejor documentaci¨®n del profesor Roger Alier). Es s¨ªntoma de europe¨ªsmo no mantenerse en lo trillado y buscar constantemente la novedad.
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